Huelva

Del ensanche de Pérez Carasa a Huelva Norte

  • En la época fenicia la ciudad ocupaba lo mismo que el nuevo barrio de Marismas del Polvorín

La Historia se encargará de encardinar al Ensanche Sur y las operaciones previstas en el Norte, en el contexto de una crónica que tuvo su primer hito en el periodo tartéssico, con el crecimiento de la villa desde los cabezos a la zona portuaria. Consideran los expertos -y así consta en el informe de la revisión del PGOU- que fue aquella la primera gran expansión de Huelva, que hacia el siglo VII a.C. alcanzó las 35 hectáreas, superficie similar a la del nuevo barrio de Marismas del Polvorín.

Hasta la Edad Moderna no llegaría otra época de ensanches, consecuencia del gran desarrollo pesquero y comercial que propicia la aventura atlántica. Huelva había tenido hasta entonces un crecimiento radial a partir de las zonas altas, enfocado a los muelles. La expansión fue congruente y funcional, hasta que irrumpió la economía colonialista, creando un cinturón industrial y ferroviario que frenó el avance natural hacia el Sur. La entrada del capital británico a finales del siglo XIX supuso un boom demográfico y, por ende, el desbordamiento de esta trama urbana en dos apéndices laterales, entre la carretera de Gibraleón y la de Sevilla.

Todo fue un crecimiento improvisado y hasta 1926 no se aprobó el primer plan racional de ensanche, el del visionario arquitecto Pérez Carasa, un proyecto que nunca pasó del papel pero tuvo su reflejo en planeamientos posteriores. A Huelva se le otorgaron los beneficios de la Ley del Ensanche de Madrid y Barcelona (1892). El plan reagrupaba la periferia y rellenaba los vacíos urbanos. Este ensanche de 180 hectáreas abarcaba una gran extensión agrícola desde los cabezos de la Cinta hasta las marismas del Tinto [donde ahora están los fosfoyesos]. Pero el plan chocaba con los intereses de la Compañía de Riotinto, a la que no se enfrentaron las autoridades municipales; y se retomó después en algunas cuestiones como el esquema básico de zonificación y el trazado de la red viaria, las pequeñas industrias del Molino de la Vega, barriadas obreras, avenidas clave como Federico Molina, Federico Mayo y Vía Paisajista.

Entre 1940 y 1964 fueron naciendo en la periferia barriadas de VPO para atender la demanda residencial que se disparó con el éxodo de los pueblos. El plan de Alejandro Herrero (1964) trató de enmendar el caos, coincidiendo con la instalación del Polo Industrial. La gran aportación fue el la política de accesos, pero densificó las barriadas y calificó la Punta del Sebo como sede de la industria pesada, con las secuelas ambientales y la segregación que permanecen hasta la actualidad. Fue época de descampados, demolición de patrimonio, chabolismo…

Con la Ley de Suelo de 1975 Luis Manzano y Andrés Bruno Romero revisaron este plan (en gran parte sin ejecutar) coronando la estructura de la ciudad. Comenzó la peatonalización, se rehabilitó la Casa Colón; se construyó la estación de Damas, el Hospital Juan Ramón Jiménez; la Avenida de Andalucía, Zafra… Cambió el ciclo político en el Ayuntamiento (de PSOE a PP) y las metas se redifinieron en el PGOU vigente y, ya en curso, en la revisión que será la llave de expansión hacia el Norte.

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