Tribuna de opinión

Así lo creo y así lo escribo

  • En la crisis de 2008 se nos ocultaron las causas que la provocaron. Nos vendieron que fue un producto del estallido de la burbuja inmobiliaria y que los estados se habían endeudado

Así lo creo y así lo escribo

Así lo creo y así lo escribo

En la última gran recesión, la del 2008, se nos ocultó a la ciudadanía, las causas esenciales que la provocaron. Nos vendieron que fue un producto del estallido de la burbuja inmobiliaria y la otra, que los estados se habían endeudado tremendamente para consolidar e incrementar el “Estado del bienestar”; por lo tanto, había que desmontar, como se hizo, las conquistas que las clases medias y trabajadoras, habían conseguido durante décadas de lucha.

Desde mi punto de vista, las dos causas sustantivas fueron: primera, que el Mercado suplantó a los Estados (a los bancos centrales, BCE y FED) en la producción del dinero y de activos financieros. Los grandes bancos especulativos, la “banca en la sombra” como diría el premio nobel de economía, Krugman, “las hegde fund” (fondos de altos riesgos, desregulados) que muchos residían en paraísos fiscales, los lobbys especulativos y sus ideólogos, decidieron con ingenierías financieras, fuera del sistema, crear dinero ficticio: bonos, títulos basura e hipotecas subprime, que después vendían al sistema bancario tradicional regulado. Por otra vía, las operaciones bursátiles, con activos financieros tóxicos, engordando las acciones artificialmente. Esta estrategia la impusieron los halcones del Mercado; ellos ondearon esa bandera, con el silencio y aquiescencia de la gran parte sana del Mercado.

¿Qué pasó entonces? Que inventaron la segunda causa de la gran recesión, aumentaron subrepticiamente el valor de las cosas, para poder introducir y especular con la falsa moneda, y así en los años previos a la catástrofe económica del mundo, los valores bursátiles, subían de un día para otro, miles de millones de dólares, euros…, los activos inmobiliarios triplicaban y más su valor, por lo tanto, la burbuja inmobiliaria fue una consecuencia. El dinero corría como ríos caudalosos, insuflados por la enorme inyección de liquidez que los diferentes productos financieros tóxicos, incorporaban a la economía globalizada. Hasta que estalló la burbuja financiera y dineraria. La punta del iceberg, que puso al descubierto el agujero tóxico fue el banco de inversión Lehman Brothers, pues faltaban 613.000 millones, de sus anotaciones contables.

La exuberancia irracional del Mercado, nos trajo enormes y gravísimos sufrimientos y perjuicios en lo social, en lo laboral y en lo económico. Todo ello, a pesar de lo que decía Greenspan, presidente durante 19 años, de la Reserva Federal de EEUU (FED), el ideólogo del Mercado, que afirmaba en el 2004 “no solo las instituciones financieras, una a una, son hoy menos vulnerables a las sacudidas de los factores de riesgo subyacentes, sino que, en su conjunto, el sistema financiero ha ganado en resistencia”. Cuatro años después sobrevino el gran desastre. Me ahorraré el drástico relato. Los estados, también colaboraron a ello, sus mecanismos de control no funcionaron.

Recuerde el lector, que comencé este artículo en las palabras del presidente Trump, que encierran una profecía tenebrosa “podré paralizar la administración del Estado, meses y si hace falta años”. Sus palabras nos marcan el primer objetivo del Mercado irracional. El campo de batalla entre el Mercado y el Estado, será en el futuro de nuestra sociedad, el debilitamiento paulatino y sistemático del Estado, hasta esclerotizarlo.

El segundo objetivo, el trasvase de las funciones sustantivas, de los Estados al Mercado; cambiando éste, las prioridades y los recursos económicos que los estados distribuyen en las sociedades, por ejemplo, como ocurre ahora, en la América de Trump, al tumbar el Obamacare, quedan más de 30 millones de estadounidenses sin sanidad pública, solo dependiendo de las organizaciones de caridad. Es la avanzadilla de lo que queda por venir. Quieren hibernarlo desde fuera, pero también desde dentro, así, no habrá control sobre el Mercado, pues, como dicen sus teóricos, el Mercado tiene sus propias medicinas para regenerarse después de sus crisis, sin necesidad de tutelas exteriores. ¡Anda que, si en el 2008, hubiesen tenido que ser ellos mismos los que se sacaran las castañas del fuego!

El tercer objetivo, es convertir a los ciudadanos en “públicos”. En ello están poniendo poderosas fuerzas ideológicas, mediáticas, culturales, etc.. Es una batalla que está ganando en algunas latitudes del planeta, a juzgar por algunos resultados electorales. Así consiguen sociedades que no se atreven a pensar. Descompondrán también, los contrapoderes sociales asociativos: organizaciones cívicas, reivindicativas, sindicatos como ya hizo Thatcher con los sindicatos ingleses (Trade Unions), en 1984.

Decía con anterioridad, que el Mercado irracional quiere desmontar al Estado, también desde dentro y lo hace de múltiples maneras. He leído las 100 propuestas que conforman el ideario de Vox y además de querernos llevar a unos tiempos que no deseamos recordar y a actitudes xenófobas, machistas y racistas, sus dirigentes actúan también como caballo de Troya, y acceden (de forma democrática) a un Parlamento autonómico, que se lo quieren “cargar”, alejando el poder de los territorios y quitándoles cercanía. Quieren reducir y en otros casos eliminar los impuestos (si se estudian las medidas con profundidad, esas rebajas favorecen a los sectores más pudientes), de tal forma lo venden, que oscurecen la maldad profunda de sus medidas. Dejar el Estado sin recursos, para que no pueda atender los servicios públicos esenciales y tengan que venir los adalides del Mercado a privatizar los sectores de sanidad, educación y servicios sociales a la comunidad, pasándolos a la esfera privada, sin control ninguno del Estado.

Podría seguir, pero se hace largo, solo diré que si los trileros del hiper-liberalismo económico triunfan, hibernando al Estado y llevándolo a su mínima expresión, sin ejercer controles con sus organismos institucionales, económicos y jurídicos, el mundo lo pasará mal. Se intensificarán las guerras comerciales, volviendo al proteccionismo más descarnado; se descoyuntará la cohesión social de las sociedades, con levantamientos incontrolados. Se cuartearán los territorios, dividiéndose, no atendiendo a la solidaridad interterritorial, sino a la preeminencia económica, financiera y productiva, exacerbándose aún más los nacionalismos. La avaricia estará por encima del humanismo.

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