Huelva

El corazón en la mirada

En la vida nos asaltan momentos en los que te cuestionas muchas cosas, sin embargo siempre hay alguien, incluso una voz interior, que te dice que por difíciles que sean las circunstancias, la vida es como es, tan injusta en ocasiones, como maravillosa en otras. Quizá parte de la fórmula de la felicidad sea aprovechar la vida de la mejor manera posible y tratando al mismo tiempo que el lastre material sea el menor posible. Así la afrontaste, sin queja ni titubeo, con una entereza y dignidad reservada a muy pocos.

Por regla general, los momentos más duros de nuestra existencia están ligadas precisamente a los episodios en las que tenemos que despedir a nuestros seres queridos, lo cual nunca acabamos de comprender ni asumir enteramente, aunque aceptamos sumisos que, como seres finitos que somos, ese es nuestro destino. No obstante, quienes tenemos y disfrutamos la convicción espiritual damos por hecho que la vida es un paso intermedio hacia la Gloria eterna, pero aún así sufrimos el dolor de perder aquellos que nos hacían sentir mejores personas sólo con su presencia. Este ha sido tu caso querida Ana.

Desde que te conocimos, fuimos mejores, me refiero a Huelva. Recalaste en esta tierra con un objetivo, aportar lo mejor de ti para todos, en lo personal y profesional. Puedo asegurar que cumpliste, porque no hay mejor constancia que la sonrisa de cualquier persona que coincidiera contigo. También sirve de muestra el vacío que nos dejas a todos y a Huelva.

A buen seguro no soy quien con más solvencia pueda afrontar esta Tribuna, no obstante me atrevo hacerlo porque considero que te conocí lo suficiente como para rendir público homenaje y agradecerte por tanto que hiciste por tu tierra, la que tuvo la fortuna de acogerte, la que te consideró nuestra desde el día que llegaste. Es Huelva una plaza hospitalaria, siempre se decía tiempo atrás que aquí se llega y se va siempre de la misma manera, entre lágrimas. Se ha hecho cierto en parte con tu historia vital entre nosotros, te marchas entre lágrimas de Huelva.

Tu profesión pierde una referencia más que notable, -quién no te conociera podría erróneamente pensar que es algo reemplazable-, pero hasta en tu labor la impronta personal que aplicaste transciende más allá del cumplimiento de unos objetivos, pusiste alma en tus cometidos. En la sociedad onubense tu hueco quedará permanentemente sin llenar. Tus amigos habrán sentido como un trozo de corazón voló contigo hasta el Cielo.

Que mejor pudo encarnar tu carácter y disposición que tu mirada. Ponías tu corazón por delante de todo, a modo de escudo, o quizá más bien en modo de recibimiento, de zaguán acondicionado para que todo quien se te acercara se encontrara con un espacio amable y sereno, y que, como gran anfitriona, recorrías con detalle para que todo estuviera en su lugar, poniendo el corazón en cada una de tus atenciones, siempre con el corazón en la mirada.

Me viene a la memoria el poema del insigne Juan Ramón, que cuando uno de mis hijos lo relataba de pequeño, siempre me emocionaba, creo que resume bien como nos quedamos, “... Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido…Y se quedarán los pájaros cantando”Tú te vas, pero seguirás haciendo honor a tu vital apellido, añorada Ana, vives, y lo harás siempre.

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