Doñana

Cuando la conservación no requería desafíos

Quizás, el único elemento de unión entre cuatro miradas equidistantes -Rodríguez de la Borbolla, Vozmediano, Delibes y Romero- radica en que hace treinta años la conservación de Doñana era infinitamente menos compleja  que en nuestros días.

La presión del ladrillo era prácticamente inexistente, no se había producido el crecimiento demográfico al calor de la agricultura de primor, mientras que el incipiente potencial turístico de Matalascañas y Mazagón sólo comenzaba a despuntar.

El proyecto Costa Doñana, que se proyectaba en Matalascañas con 30.000 plazas turísticas, fue el primer pulso serio entre los ecologistas y el "mal entendido desarrollo urbano", señala Juan Romero.

Miguel Delibes sintetiza la labor de quienes entonces se enfrentaban al desafío de velar por la salud del parque: "La conservación era no hacer nada". Hoy requiere mayores esfuerzos y equilibrios para casar dos intereses que parecen tan equidistantes y antagónicos como el desarrollo económico y la preservación de una flora y fauna que lleva siglos en paz con sus habitantes.

Cuando el 25 de abril de 1998 la balsa de decantación de la mina pirita en Aznalcóllar (Sevilla) se quiebra, generando el mayor desastre medioambiental en la historia de Andalucía, todos se preguntaron con estupor qué medios habían puesto la Administración autonómica (PSOE) y la central (PP) a la hora de exigir las garantías medioambientales a la empresa que explotaba los recursos mineros a efectos de prevenir un 'accidente' de esta envergadura.

Mientras el vertido de agua ácida y de lodos muy tóxicos avanzaba de forma inexorable hacia Doñana, poniendo en jaque el mayor tesoro natural de Europa, los ecologistas, tachados hasta entonces de "alarmistas" e ir "contra el desarrollo", se ganaron el reconocimiento de la sociedad por su trabajo a la hora de mitigar los efectos del desastre y la importancia de no seguir obviando sus denuncias.

El representante de ecologistas en acción, Juan Romero, recuerda que cuando llegó la entonces  Ministra de Medio Ambiente le espetó, nada más bajar del helicóptero que la transportaba para sondear desde aire el avance de los vertidos, que "esta catástrofe se podía haber evitado".

Romero recuerda que le presentó el rosario de denuncias públicas que, como Pepito Grillo, lanzaban a quienes quisieran escuchar para alertar y concienciar a la población sobre los peligros del "todo vale en pos de ganar dinero".

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