Respon(h)abilidades

2019 debe ser un año responsable, no hay otra opción

  • La recuperación económica da paso a la necesidad de abordar los retos sociales en un año que se prevé activo para la RSC y las empresas que quieran aprovecharla como estrategia ganadora

El mismísimo primer día de este año, Europa Press publicaba un interesante artículo sobre qué esperar de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en 2019. Lo leí con todo detenimiento porque recogía la opinión de destacados portavoces de instituciones que son referentes en esto de la RSC de nuestro país. Forética, Pacto Mundial, la Fundación Seres, el Observatorio de RSC… Todos coinciden en vaticinar un año activo para la responsabilidad social de empresas e instituciones –que también a las instituciones les toca– en el necesario cambio de paradigma de los negocios y la gestión. Y tras mi alegría inicial al leer tan buenos pronósticos para la responsabilidad social, la transparencia y la sostenibilidad, me llegó un baño de realidad en forma de pensamiento: como sociedad, no nos queda otra.

Con 2018 se va un año políticamente convulso para España. Y sigue. Lo peor de la convulsión política es que se suele traducir en ralentización o incluso paralización de la gestión, y esto, en áreas como la Responsabilidad Social Corporativa, se nota mucho. Un dato: el Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas (Cerse) no se ha reunido en todo el año pasado.

Por esta y otras muchísimas razones dicen los expertos que lamentan la parálisis que deja 2018 en cuanto a políticas de sostenibilidad y de transformación cultural de empresas y sociedad hacia la igualdad o la economía circular, entre otros retos. También lamentan los tímidos avances en los compromisos de nuestro país con la Agenda 2030 y con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, que vivirán en 2019 su cuarto año de vida. Pero hoy no quiero ser pesimista, sino todo lo contrario.

Brotes verdes para la RSC

Como seguro que les ocurre también a ustedes, del mencionado artículo en tan señalado día de Año Nuevo fui saltando en mi dispositivo a otras noticias, balances e informes publicados recientemente. Llené mi navegador de ventanas, todas conteniendo RSC. Y me empeñé en buscar y marcar indicadores positivos.Diversos informes constatan el aumento evidente de empresas que apuestan por ser parte de la solución en sus estrategias de negocio, evidenciando una clara responsabilidad social que además les ayuda a ser más rentables y provocan un impacto transformador en sus entornos. Olé por ellas.

Algunas empresas españolas empiezan a entrar en los rankings mundiales de las firmas que mejor reportan su desempeño ambiental y social. Es verdad que son las grandes empresas todavía, las del Ibex 35, pero también es verdad que es a ellas a las que se analiza.

Otro avance importante se ha dado en la consideración de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que marcó Naciones Unidas hace 3 años, porque ha crecido exponencialmente el número de empresas nacionales que los adoptan para guiar sus estrategias de negocio responsable. De esta forma, se multiplican los proyectos con financiación privada que luchan por erradicar la pobreza y el hambre, por universalizar la educación de calidad, por alcanzar la igualdad real de género, impulsar un consumo responsable o dar el salto a la economía circular, entre otros retos mundiales.

La participación del sector privado en la solución de los retos que plantea el desarrollo económico es fundamental, porque las ONG y las administraciones públicas no llegan solas a resolver las brechas que el desarrollo no sostenible produce. Y así llega el brote verde que a mí personalmente más me motiva porque supondrá la verdadera revolución social de este siglo: cada vez más pequeñas y medianas empresas se dan cuenta, igual que las grandes, de la oportunidad que supone la RSC como estrategia rentable y diferenciadora de negocio. Amén, porque son muchas manos aportando.

Otro dato esperanzador para la RSC en España es que el movimiento mundial liderado por Naciones Unidas con los 17 ODS ha empezado a marcar las agendas del Estado español. Algunas pruebas de ello en 2018 son la transposición de la directiva europea de información no financiera o la creación del Alto Comisionado para la Agenda 2030. Algo es algo.

Y con 2019 vienen, dicen, una ambiciosa Ley de Transición Ecológica y Cambio Climático, toda una Estrategia Nacional de Desarrollo Sostenible con el foco puesto en la economía circular, en la transparencia y la colaboración; también vienen medidas contra la brecha salarial, contra el desempleo juvenil, por el relevo generacional, la transformación digital, etc. A ver qué sale de tanta intención, porque la continuidad de la convulsión política no es un buen escenario para desarrollar nada. Uy, perdón, quiero seguir en modo positivo.

Claves para pasar de las palabras a la acción

Lo mejor de todo lo que ha pasado en RSC hasta ahora es que nadie puede pensar ya que se trata de una moda. La presión legislativa y, sobre todo, la presión del mercado y de los consumidores, dejan pocas opciones a los modelos de negocio que no tienen en cuenta la ética y la responsabilidad con la sociedad a la que venden o para la que trabajan. Y la mayoría se ha dado cuenta ya, sólo hay que pararse a leer, escuchar o mirar el contenido de la publicidad con la que nos bombardean.

El salto de las palabras a la acción tiene claves muy básicas: a las empresas ya no les vale mirar para otro lado de los impactos ambientales o sociales de su actividad; ya no les vale centrarse exclusivamente en los resultados a corto plazo; ya no les vale mentir; ya no les vale comunicar a medias sólo resultados económicos; ya no les vale ignorar los problemas que les rodean; ya no les vale ser sólo empresas. Y a las personas tampoco nos vale ya consumir sin corazón y sin cabeza.

2019 puede ser un año muy activo para la RSC y para el desarrollo sostenible del que nos beneficiamos todos, lo único que necesitamos es implicarnos todos. Otro amén.

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