'War room'

La red nos aísla en burbujas donde no entran opiniones contrarias

  • Nos encontramos con la gran paradoja de vivir en un mundo con accesibilidad ilimitada a la información pero en el que sólo consumimos noticias ideológicamente afines

La red nos aísla en burbujas donde no entran opiniones contrarias

La red nos aísla en burbujas donde no entran opiniones contrarias

Casi todo el mundo opina lo mismo que yo. ¿Es esto verdad? Obviamente no, pero es lo que podemos llegar a pensar a tenor de lo que encontramos en nuestro timeline o cuando navegamos por internet. Plataformas como Google, Facebook, Netflix o Instagram nos muestra sólo información relevante para nosotros, creando un clima a nuestro alrededor que nos lleva a pensar que el mundo es tal como lo estamos imaginando y que otras visiones suponen sólo una minoría.

La realidad es bien distinta a lo que creemos. Lo que vemos a través de las redes sociales no es lo único que existe. Los rivales de Donald Trump nunca pudieron imaginar que ganaría las elecciones, mientras que para sus partidarios la victoria del republicano era segura: todo el mundo estaba contra Hillary Clinton. Lo que ocurrió exactamente es que todos expresaban su opinión, pero una parte no escuchaba a la otra y ninguno se estaba enterando de nada. Cada uno permanecía en propia campana de cristal, al resguardo de las ideas contrarias.

Agruparse según afinidades no es un fenómeno nuevo. Homofilia es la tendencia natural de las personas a relacionarse con aquellas que se parecen a ellas, con las mismas creencias, clase social, edad, etc. Antes de internet, las personas ya se congregaban en asociaciones, peñas y tertulias, y consumían información a través de los medios de comunicación de su misma ideología. Si a esto se une ahora la personalización de los contenidos que ofrece la red, nos encontramos con la gran paradoja de vivir en un mundo con accesibilidad ilimitada a la información pero en el que sólo consumimos noticias ideológicamente afines.

Esto fenómeno ocurre a diario como consecuencia de los datos que las grandes compañías de internet recolectan sobre el comportamiento de los internautas en la red. Con esta información de carácter privado ofrecen publicidad personalizada con la que Facebook y Google consiguen parte de sus ingresos, y aprovechan para diseñar una oferta informativa al gusto de cada usuario. En principio, nos están facilitando la vida y evitan que perdamos tiempo en debates estériles y en informaciones carente de interés. Ésta es, al menos, la excusa. El espíritu de la personalización de la información mediante algoritmos se resume en la respuesta que Mark Zuckerberg le dio a un periodista: “saber que una ardilla se muere en tu jardín puede ser más relevante en este momento para tus intereses que saber que muere gente en África”.

Sin embargo, el actual sistema comunicativo produce espacios cerrados de información, donde las opiniones propias se retroalimentan mientras permanecen impermeables a la entrada de cualquier opinión de signo distinto, ocasionando un aislamiento ideológico. Ello contradice los dos principios de internet como medio de masas: interconectar a personas diferentes y acceso libre a información sin cesura.

El activista y emprendedor Eli Pariser acuñó el término “filter bubble” para arremeter contra la dimensión que está adquiriendo la personalización de la información en internet. Autor de El filtro burbuja. Cómo la red decide lo que pensamos y lo que leemos (Taurus, 2017) definió el filtro burbuja como “una selección personalizada que recibe cada individuo, que le introduce en una burbuja adaptada a él para que se encuentre cómodo, pero que está aislada de la de todos los demás”.

Pariser se dio cuenta de que distintos usuarios reciben resultados diferentes en los buscadores para las mismas consultas en función, por ejemplo, de sus convicciones políticas. “Internet nos muestra lo que piensa que queremos ver, y no necesariamente lo que tenemos que ver. Debemos asegurarnos que también nos muestra cosas incómodas, estimulantes o importantes”.

El mundo visto desde nuestra propia burbuja puede dañar el funcionamiento de la democracia por la dificultad de intercambiar puntos de vista diferentes. En el interior de la burbuja se vive con comodidad. Se ven confirmadas nuestras opiniones, pero casi no nos damos cuenta de que existen otros puntos de vista. Esta manera tan sesgada de percibir el mundo explica la sorpresa ante el triunfo de Trump o ante otros resultados electorales.

Pero no todo está perdido. Podemos intentar escapar de la burbuja introduciendo de forma deliberada diversidad en nuestras redes sociales. Para ello, el primer paso es cuestionarnos nuestra forma de navegar, engañando a un algoritmo que tiene por obligación presentarnos aquella información que al parecer nos interesa en función de nuestros clics. Si indicamos que nos gustan varios partidos políticos recibiremos información política de un amplio espectro ideológico.

Existen buscadores, como el alemán Unbubble, que no recopila información sobre los hábitos de navegación de los usuarios. Además, la mayoría de navegadores disponen de extensiones para que el usuario pueda proteger sus datos, y, por tanto, esquivar las burbujas de filtro. En el mundo online existen agregadores de noticias neutrales que proporcionan otros puntos de vista que permiten ampliar horizontes. Y como último recurso, siempre podemos acudir a varias fuentes informativas.

Otros consejos para salir de la burbuja son no confiar únicamente en Twitter y Facebook para informarse, no eliminar de nuestras redes a quienes tienen posiciones u opiniones distintas, leer medios de comunicación con los que estamos en desacuerdo, mantener siempre la cortesía en las discusiones de internet y cambiar la actitud en las redes sociales, abriendo la mente y manteniendo la calma.

La ética periodística con la que se selecciona la información no es perfecta, por eso internet tiene que venir a mejorar nuestro sistema imperfecto. Eli Pariser no se da por vencido: “necesitamos que internet sea eso que soñamos; que nos conecte a todos, que nos presente nuevas ideas, nuevas personas y diferentes perspectivas. Y no va a ser posible si nos aísla en una red unipersonal”.

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