Es la plaza más juanramoniana y hermosa; barroca y andaluza, íntima y señorial... La Plaza de San Pedro tuvo siempre la elegancia de quien sabe que es hermosa y hasta allí se asentaron todas las culturas que poblaron este lugar que hoy parece destronado por el maldito coronavirus.

Le han robado ese encanto del trajín del día, del ir y venir de personas. Está huérfana de ese latir diario de las personas, pues el de los coches la verdad que sería necesario al menos reducirlo.

La Plaza de San Pedro a principios del siglo pasado.

La plaza ha perdido, como las del resto de Huelva y de todas las ciudades, lo más importante de ellas, como es su sentir humano. Pueden hacer la plaza más hermosa pero si no tiene quien la habite de nada sirve.Comparto hoy esta visión de la Plaza de San Pedro con dos imágenes, una del Portfolio Fotográfico de España, del cuaderno dedicado a Huelva y una realizada estos día. La verdad que viendo la plaza como se encuentra en este silencio uno tiene muchas sensaciones.

De un lado las ganas de bajar a ella y sentarte en uno de sus bancos, soñar con la presencia de los niños y los abuelos en ella, el que va de Jesús de la Pasión a Santa Fe, incluso quedarme escuchando el silencio de la plaza como el latir de un domingo del mes de agosto en el que el ruido se marcha a la orilla atlántica de nuestra costa.

Nadie podría pensar en una imagen tan desoladora de la plaza y durante tantos días, era impensable, podía parece algo de otra época, pero es de hoy mismo, de este siglo XXI con el que pensamos lo dominaríamos todo.Lo que no haremos nunca mirando a la plaza es sentirnos abatidos por el coronavirus. Esta lucha la vamos a ganar todos unidos y volveremos a nuestras plazas.

A principios del siglo XX

En esta imagen del Portfolio Fotográfico de España se ve una plaza marcada por la iglesia mayor de SanPedro, que siempre le ofreció esa personalidad propia. La plaza es la que fue cambiando a mejor en el tiempo, pero muy discretamente. En esta imagen de principios del siglo XX se ve con algunas personas que acuden a la fiesta que entonces era una cámara de foto en la calle. Las mujeres paradas y los chavales en las escalinatas. De alguna forma la vida de ciudad que cien años después está paralizada.

Desde mi ventanal

La Plaza de San Pedro mantiene su belleza, aunque le falta algo de más cariño urbanístico. Hoy ofrece esta visión de soledad total, nada más que algún coche que bordea la plaza, de tarde en tarde un autobús y alguna persona que va al súper o saca a pasear al perro; además de algún albañil que se dirige a la cuba de escombros. Es el reflejo de un país paralizado, de una ciudad que espera que se abran las calles.