Gente Inteligente

La Navidad y el mundo necesitan gente emocionalmente inteligente

  • El objetivo de Gente Inteligente es acercar a todas las personas la inteligencia emocional con estrategias cotidianas, y provocar reflexiones que mejoren la sociedad que compartimos

Inteligencia emocional en Navidad / Cambiar para crecer

El mundo necesita gente inteligente, y la Navidad también. Pero no me refiero a la inteligencia que posiblemente tiene ahora en su cabeza. No sólo necesitamos más figuras de las letras, las ciencias o las artes. Lo que el mundo requiere, y ya con cierta urgencia, son cada vez más personas que se entiendan, que sepan poner sus emociones al servicio de lo que quieren conseguir. Gente emocionalmente inteligente.

Quienes desarrollan esta inteligencia fundamental que tenemos todos los seres humanos, suelen mejorar sus capacidades para hacer todo lo demás. Guiar un país, encontrar una vacuna contra los virus que alteran nuestras vidas, educar en valores de respeto e igualdad, gestionar equipos de trabajo cada vez más fuertes, vivir en armonía con nuestro entorno o, simplemente, ser feliz, que no es poco. La gente feliz suele ser muy valiosa para el mundo.

Ese es el objetivo de este espacio: compartir reflexiones y estrategias cotidianas y útiles que acerquen la inteligencia emocional a quienes pueden cambiar el mundo. Y eso va por usted.

Qué es la inteligencia emocional

La inteligencia emocional es una decisión muy racional, la decisión de atender y entender nuestras emociones y las de las demás personas para conseguir nuestras metas.

Desarrollar la inteligencia emocional es escuchar sin equivocarnos los mensajes que nuestras experiencias emocionales nos dan, mejorando así nuestra capacidad para comprendernos y, por lo tanto, para aceptarnos. Y de la misma forma comprender y aceptar a las demás personas desde su parte más auténtica, la emocional. Esto cobra una importancia enorme si nos fijamos en que no se acepta lo que no se comprende, y mucho menos se perdona. ¡Con la falta que hace el perdón bien entendido en este mundo!

Ya habrá tiempo de hablar cada semana en este espacio de aceptación con acción - que sin acción la aceptación es resignación, y esa no mola tanto-, de emociones básicas y sus mensajes, de gestión de expectativas o de la forma en la que nuestros pensamientos nos complican la vida y distorsionan el mensaje de las siempre positivas emociones – por muy desagradables que sean algunas-. Hoy nos vamos a centrar en el poder de la inteligencia emocional para tomar las riendas de nuestras navidades y, por muy raras que hayan llegado, usarlas para seguir avanzando hacia la luz que ya parece vislumbrarse al final del maldito túnel del coronavirus.

La inteligencia emocional es la raíz del extraordinario poder que tienen todas y cada una de las personas para influir en su entorno y provocar cambios en lo que le gustaría que fuera de otra manera. Porque no podemos controlar las cosas que nos pasan, al menos no siempre, pero sí que podemos siempre decidir cómo nos tomamos eso que nos pasa e incluso usarlo a favor. Y para muestra, un botón: la insólita Navidad que vivimos.

Usar todo para avanzar

De todas las máximas que se aprenden cuando inicias el camino del desarrollo personal, esta quizás sea de las más reveladoras, aunque también una de las más complicadas de llevar a la práctica: usar todo para avanzar. Se refiere a lo bueno y, sobre todo, a lo menos bueno, que suele ser cuando más aprendemos.

Así que, no espere tanto a ver si puede hacer lo de siempre mientras nuestra querida clase política termina de cuadrar el círculo para que al final hagamos lo que podamos. Planee cómo quiere sus Navidades, desde el sentido común, la prudencia y la conciencia de la situación, por supuesto.

No podemos reunirnos tanta gente como otros años. No podemos prodigarnos de bar en bar cantando villancicos y compartiendo copas y abrazos. No podemos programar ese maravilloso viaje que nos metemos entre pecho y espalda estas vacaciones. Y mucho menos podemos olvidarnos de la mascarilla o del gel hidroalcohólico. Pero una vez recordado todo lo que no puede, piense e invente lo que sí puede. No se enganche en todo lo que ha cambiado, mejor aprovéchelo.

Le invito a hacer una lista, papel y boli en mano, y si puede con la familia y con mucha creatividad. El objetivo es apuntar todo lo que quiere y puede hacer en las próximas fechas, y prepararlo. Que no le llegue el 7 de enero pensando en lo que pudo ser y no fue. Haga del cambio y la diferencia sus aliados y llene su Navidad de posibilidades.

Quizás se trate de ir a pasar un día de campo con la familia más cercana en las fechas más señaladas en las que jamás se lo hubiera planteado. Organizar una fiesta telemática móviles y tabletas en ristre. Concursos navideños de mensajes secretos, de fotos antiguas por WhatsApp, de amigos invisibles con regalos a distancia (que Correos todo lo puede), de mascarillas caseras... O quizás sea ese voluntariado que siempre quiso y nunca tuvo tiempo, porque tenía que cumplir con las tradiciones… Planes diferentes, sorpresas diferentes. Lo importante es planear.

Le regalo una frase que me regalaron a mí primero: cuando las manos hablan, la mente calla. La gente inteligente acepta el cambio y se pone manos a la obra para que la incertidumbre o el miedo chillen un poco más bajito. Así, lejos de ser víctima de las circunstancias, puede influir en la situación y tomar cierto control de lo que pasa. Y todo eso hágalo por favor con una buena dosis de positividad e ilusión, que no ilusionismo. Necesitamos, sobre todo ahora, gente inteligente y positivamente realista.

Yo le deseo unas diferentes pero muy felices fiestas. Tengamos en cuenta que jamás las vamos a olvidar.

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