juicio por el doble crimen de almonte | la data media de la muerte ronda las 22:00

María podría haber sobrevivido con auxilio antes de desangrarse

  • Los forenses creen que el agresor la mató para no dejar testigos

  • Miguel Ángel recibió dos puñaladas mortales por la espalda

  • Apuntan a un único autor, diestro, y que usó sólo un arma

Si aquella fatídica noche del 27 de abril de 2013 alguien hubiera llamado a la Policía, a la Guardia Civil o, sencillamente, al 112, es probable que María Domínguez Olmedo hubiera recibido la asistencia médica que precisaba para salvar su vida antes de desangrarse. Así lo evidenciaron ayer en el plenario en el que se juzga al presunto autor del doble asesinato, Francisco Javier Medina, los tres forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) de Huelva que participaron en el levantamiento de los cadáveres de la niña y de su padre, Miguel Ángel Domínguez: "Si la hubieran atendido antes de dos horas, que es el punto estimado de no retorno del shock hipovolémico, podría estar viva". No obstante, estimaron que el tiempo máximo de supervivencia de la menor, por la gran cantidad de puntos sangrantes que presentaba, pudo rondar los 30 minutos a lo sumo.

Los doctores Manuel López, Antonio Márquez y Rosario Gómez determinaron que sólo una persona fue quien ejecutó el doble crimen, que era diestro y que las lesiones que padecieron padre e hija eran más numerosas de lo que reflejaron en su informe: 105 las que sufrió María (una más) y 49 su padre (dos más). Apuntaron que el arma del crimen fue sólo una - de al menos 15 centímetros, una anchura constante de 1,6 centímetros, salvo al inicio, y un lado cortante y sin melladuras, "como un cuchillo jamonero"-, aunque no descartaron que pudiera haber alguna más. En todo caso, los asesinatos no se efectuaron con el cuchillo de mango verde que se encontró bajo un sinfonier y con el que parece que María se intentó defender de su atacante.

Los dos primeros forenses citados estuvieron en el piso para la inspección inicial y el levantamiento de los cuerpos. Pese a su dilatada experiencia en estas lides, "la escena nos sobrecogió". En un primer momento les comunicaron que podía tratarse de un parricidio. Lo descartaron en cuanto observaron las múltiples heridas que presentaba Miguel Ángel y que no había ningún arma cerca, lo que les hizo desechar la hipótesis del suicidio.

El hombre yacía en el suelo del dormitorio de matrimonio, bocabajo, completamente desnudo y con los brazos bajo el cuerpo. Lo que más les llamó la atención fueron las dos "erosiones lineales" que presentaba en la espalda, una suerte de aspa que calificaron como "de carácter simbólico, como un finiquito, un signo de victoria" del agresor sobre su indefensa presa, que para entonces ya se hallaba inmóvil sobre el pavimento.

Los forenses estiman que Miguel Ángel fue víctima de un "ataque sorpresivo" por la espalda, con una primera cuchillada cuando acababa de salir de la ducha que "le llegó a la aorta". En su cuerpo no había heridas de combate, "sino de defensa". Es decir, que no le dio tiempo a agredir de alguna forma al asesino. Ni una patada ni un puñetazo ni un rodillazo. Domínguez estaba ya herido de muerte nada más comenzar la agresión y trató de interporner sus manos y sus brazos ante el cuchillo para evitar sufrir más daño.

Recibió tres cuchilladas mortales de necesidad: la que le atravesó el área cervical, le seccionó la tráquea y le lesionó la vena subclavia derecha y el pulmón (por la espalda), otra con movimiento centrípeto hacia el corazón que llegó hasta la raíz de la aorta (también por la espalda) y una tercera que le atravesó el estómago. Los expertos del IML calcularon que el tiempo estimado de supervivencia de Miguel Ángel no fue de más de unos minutos, puesto que perdía sangre de una forma "insidiosa y constante" y se estaba asfixiando. No tardó en perder la consciencia y en perecer.

A la pequeña María se la encontraron en su habitación. El cuerpo estaba parcialmente cubierto por una manta. Los peritos no descartan que se la echara por encima algún familiar cuando se hallaron los cadáveres (el 29 de abril), según su contestación a la defensa, aunque también ven en esta deferencia con la víctima "un gesto simbólico del asesino".

La niña estaba bocarriba, ligeramente recostada sobre el lado izquierdo de su frágil cuerpo, que presentaba múltiples lesiones, especialmente en el tórax. La más grave, la pulmonar. Para los forenses del IML onubense, la mayor parte de las heridas que presentaba la menor eran "de intencionalidad dudosa: parece que no hay una intencionalidad clara, más allá que la de zafarse de la niña". Por ello valoran como hipótesis principal que María fuera una "víctima circunstancial" y que el objetivo del asesino era, inicialmente, sólo Miguel Ángel Domínguez. "Las heridas del cuello, como la de la sección que parece casi casual de la yugular, parecen como para no dejar testigos".

En el plano anterior de su cuerpo la cría tenía múltiples lesiones de defensa. Había otra señal en sus manitas que podría sugerir que trató de pegar al asesino, una marca de ataque. María le plantó cara. Luego hay otro bloque de heridas y puñaladas que son "de degüello torpe, con el autor detrás de la víctima". Falleció desangrada. Las heridas más graves las tenía en los pulmones, pero las cuchilladas también le habían afectado al hígado y al estómago.

De las heridas de la niña, que tan sólo tenía ocho años cuando un desalmado decidió privarla del futuro, destacaron los peritos las tres secciones que aparecieron en su muslo. Similares, paralelas entre sí, lo que indica que se realizaron "cuando la víctima ya estaba inmóvil".

Los médicos forenses plantearon como hipótesis que estos cortes fueran como una "prueba de vida" -si la niña no reaccionaba, estaba muerta- o como un "torpe intento de descuartizamiento". A juicio de los doctores, no es necesario ser un psicópata o un sádico para intentar seccionar un cadáver, "sino que atiende a la conclusión lógica de querer deshacerse de él".

María Domínguez Olmedo estaba completamente vestida, por lo que descartaron el móvil sexual. Varias contusiones indican que chocó contra distintos elementos del piso, como el somier de su cama. Los expertos confirieron al crimen un claro carácter "pasional", una acción asesina donde "hubo miedo, una emoción fuera de control". Es más, creen que "cuando hay pasión, hay emoción; cuando hay emoción, hay un vínculo afectivo: conocía a las víctimas".

Haciendo una media aritmética, los peritos del IML onubense situaron la hora de las muertes en torno a las 22:00 del 27 de abril.

El ataque del agresor se produjo en "un margen de tiempo estrecho". Uno de los forenses, en concreto, analizó a un boxeador de élite que era capaz de dar 120 puñetazos por minuto. Lo redujo a la mitad para un ciudadano medio y a un cuarto para alguien más lento, lo que se correspondería "con unas 30 puñaladas por minuto". Es decir, que de media y a lo sumo, el asesinato de Miguel Ángel y María pudo producirse en cinco minutos, aunque recalcó que era un estudio científico propio, no oficial.

Durante la exposición de los forenses se exhibieron imágenes del brutal estado en el que aparecieron los cadáveres. Medina se mantuvo mirando al suelo. La sangre le impresiona, han dicho algunos testigos.

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