Una enorme fila de niños, acompañados por sus padres y abuelos, era visible desde primeras horas de la tarde y se extendía por buena parte de la Gran Vía. Todos tenían el mismo objetivo: esperar el momento de subir a la tarima donde los Magos de Oriente esperaban a los pequeños sentados en sus respectivos tronos, delante del Ayuntamiento.
Con el propósito de hacer llevadera la espera y ayudar la paciencia de los más pequeños. la Gran Vía contaba con un grupo de amenizadores que contribuyeron a que no se hiciera tan larga esa hora de demora aunque, viendo las caras de los niños, todo mereció la pena.
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