Huelva

Huelva siente a sus majestades

  • Don Felipe y doña Letizia reciben múltiples muestras de cariño de los onubenses 

  • Los tamborileros musicalizan la entrada de los Reyes a la parroquia de la Asunción

Los Reyes enfilan el pasillo que alberga la catedral efímera.

Los Reyes enfilan el pasillo que alberga la catedral efímera. / Alberto Domínguez (Huelva)

Almonte irradiaba ilusión y entusiasmo desde primera hora de la mañana. Los onubenses, sabedores de la cita histórica que tenían ante sí con la visita de los reyes, Don Felipe y Doña Letizia, engalanaron sus calles con el tono rojigualda de las banderas que colgaban de los balcones situados en las calles que componían el itinerario de sus majestades.

La plaza de la Virgen del Rocío se convertía en el punto de encuentro de toda la provincia onubense que quería arropar a los Reyes. Pese a que las primeras personas aguardaban detrás del vallado de seguridad desde las 8:00, la emoción se acrecentaba con la melodía que emanaba de las campanas de la parroquia de la Asunción para anunciar el mediodía y la espera de tan solo una hora para que Almonte se encontrase con sus Reyes.

Cuando se cumplían las 12:00 nadie cabía en la plaza ni en los laterales del templo. La catedral efímera se envolvía en el clima rojigualda que brotaba de las banderas de los onubenses. Incluso, muchos optaron por ataviarse con colores rojos y amarillos para el recibimiento, por lo que ambos tonos pasaron a ser tendencia en la pasarela sobre la que desfilaron sus majestades.

Los nervios no tardaron en asomarse a la plaza. La intranquilidad brotaba y era palpable con el tintineo que producía el asta de las banderas que se rozaban el vallado, fruto de la inquietud que crea una cita de este calibre.

El entusiasmo también se denotaba en las conversaciones que se originaban en los grupos de personas que esperaban. “Estoy temblando”, aseguraba una señora que aguardaba junto a su hijo justo cuando terminaba el pasillo de la catedral efímera, al tiempo que el joven sacaba su móvil para consultar un reloj que parecía no contar ya los minutos.

También había lugar para la incertidumbre. Los miembros de la seguridad especial con la que se contaba para la visita institucional se multiplicaban para disipar las dudas de los presentes, quienes estaban intranquilos ante la posibilidad de “no ver bien a los reyes o que no se parasen a saludar”, tal y como se escuchaba entre la multitud.

Pese a que la catedral efímera ya lucía una apariencia pulcra y elegante desde el amanecer, su aspecto esparcía un mayor esplendor cuando los Reyes enfilaban el pasillo sobre el que iban a marchar para desembocar en las puertas de la parroquia de la Asunción. El calor se hacía tangible con las numerosas muestras de cariño que los onubenses brindaban a sus majestades que, con sonrisas esbozadas, trataban de agradecer la asistencia personalmente a toda la multitud.

Don Felipe, con un traje de chaqueta gris, y doña Letizia, con un vestido blanco adornado con lunares negros, se dividían para saludar a los onubenses. El monarca, que discurría por el lateral derecho, agradecía las muestras de cariño tendiendo la mano a todos los vecinos, al tiempo que exhibía una sonrisa incontenida con motivo del calor que Almonte irradiaba.

Una de las más privilegiadas era Rosario Martín, quien tomaba la mano del Rey para depositar un beso en ella con objeto de exteriorizar “el amor” que le guarda. La vecina de Bollullos Par del Condado aseguraba a Huelva Información que no podía conciliar el sueño hasta el punto de que “a las 5:00 ya estaba sentada sobre la cama”. Tras tres horas interminables, a las 8:00 su hijo le llevaba a la primera fila del vallado para ver a los Reyes.

Su encuentro con Felipe VI le era ya familiar. Reminiscencias del pasado volvían a su memoria después de que 14 años atrás hubiera podido merendar con el que fuera Príncipe en aquel momento. “El actual Rey vino para un acto en un colegio y, como mi hijo era profesor del mismo, me invitó a merendar unas pastas con él”, rezaba Rosario Martín.

Doña Letizia, por su parte, transitaba por el carril izquierdo con un paso más relajado. Los múltiples selfies la detenían a cada centímetro que recorría. Almonte la quería y deseaba captar un momento junto a ella en forma de instantánea, como Rocío Saavedra y Agusti Bejarano, quienes se encontraban exactamente “en el mismo rincón que la última vez que vinieron a Almonte los actuales Reyes”. Además, los más avispados se atrevieron a pedir la repetición de la fotografía porque “no habían salido lo suficientemente bien como para publicarla en las redes sociales”.

Sus majestades, tras unos cinco minutos de recorrido, se reunieron frente a los escalones que daban la bienvenida a la parroquia. Fue en ese momento cuando los mensajes de cariño se escuchaban con más claridad. El “estamos con vosotros” y los vivas se antojaban constantes en el citado momento para ser respondidos con sonrisas y saludos de los Reyes.

En este punto aguardaban los tamborileros de la Hermandad Matriz de Almonte que entonaban sevillanas rocieras para el deleite de los presentes. El inconfundible sonido musicalizaba, así, un momento que quedará archivado en las memorias de los onubenses para toda la vida.

Tras los aplausos, los majestades se adentraban en el templo para la celebración de los actos programados con la Virgen del Rocío. Lejos de suponer la retirada de los onubenses a sus hogares, el clima continuaba emotivo y entusiasta a la espera de la salida de los Reyes para dirigirse al coche oficial en la búsqueda de su próxima parada.

Cuando las puertas volvían a abrirse para descubrir nuevamente a sus majestades, la ilusión evidenciaba que no se había ido de los corazones de los presentes. Además, era también momento para las personas que se ubicaban en los laterales de la parroquia, pues, gracias a que no desistieron de su deseo, pudieron ver a los Reyes de cerca después de que antes les fuera imposible por motivos de protocolo.

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