Huelva

Gente Inteligente: Somos lo que pensamos

  • Todo pensamiento conlleva una reacción física, y nos genera un estado de ánimo. Es una regla de la mente con la que arranca un proceso que influye en los resultados de nuestras acciones

Gente Inteligente: Somos lo que pensamos

Si hablamos de inteligencia emocional hay que hablar de acción, porque desarrollarla para no hacer nada, eso no es inteligente. Digamos que, una vez reforzado el pilar del autoconocimiento al que tantas veces nos referimos, el siguiente paso importante es ponernos de nuestra parte y autogestionarnos de forma hábil, tomando decisiones de acción que nos lleven a conseguir nuestros objetivos y sentirnos cada vez mejor. Es la autorregulación, otra habilidad imprescindible de la inteligencia emocional que implica ponerse manos a la obra y que empieza en cómo se comunica usted consigo mismo o consigo misma.

Hay creencias o pensamientos que le predisponen bien, le generan un estado de ánimo positivo y una actitud de afrontamiento. Pero otros pensamientos le generan estados de ánimo negativos y actitudes de evitación. ¿Qué significa esto? Pues lo que seguramente ya ha concluido, que a veces somos nuestros peores jueces y nos lo complicamos más de lo necesario.

Ojo con lo que piensa

Hay un maravilloso o infernal bucle, que arranca en los pensamientos, en el que estamos las personas enredadas toda la vida, y que hace verdad el titular de hoy: somos lo que pensamos.

A priori, ese bucle no es negativo ni positivo, simplemente es así. Hay un pensamiento que le genera un estado de ánimo; ese estado de ánimo, lleno de sentimientos, da lugar a una actitud concreta; con esa actitud usted pone en marcha las acciones que decide emprender; y esas acciones tienen resultados positivos o negativos. Hasta aquí es, como ve, una cuestión de lógica.

A modo de ejemplo, imagine que arranca el bucle con un pensamiento bastante frecuente que según algunos estudios tiene más de 80% de las personas: ‘hablo mal en público’. Si piensa usted que habla mal en público, y debe hacerlo por lo que sea, el estado de ánimo que le surgirá probablemente será negativo. Con un estado de ánimo negativo, su actitud, muy posiblemente, será defensiva, de evitación, quizás insegura, y dependiendo de la convicción de su pensamiento, puede llegar a experimentar sensaciones físicas intensas o bloqueos. Pero debe hablar en público, así que lo hace. ¿Cómo cree que será probablemente el resultado? ¿Negativo? ¡Claro! ¿Qué esperaba? ¡Si usted habla mal en público!

Cada vez que el resultado de sus acciones confirma el pensamiento desde el que arrancaron, más fuertes se hacen esos pensamientos para influir en los resultados de sus futuras acciones. Esa es la perversión de este bucle.

El pensamiento previo predispone al resultado final de una acción. El pensamiento previo predispone al resultado final de una acción.

El pensamiento previo predispone al resultado final de una acción.

Emociones y pensamientos

Si nuestra mente fuera un ordenador, el proceso emocional, que se dispara en el bucle que acabamos de recorrer, sería el sistema operativo. Tenemos muchos programas cargados en nuestro disco duro, pero las emociones son el metaprograma que garantiza la estabilidad del sistema, ordena las prioridades y decide qué programas son compatibles y cuáles no.

Según el proceso emocional, ante cualquier estímulo, como puede ser tener que hablar en público, lo primero que experimentamos son emociones básicas. ¿Sorpresa? ¿Alegría? ¿Miedo? ¿Rechazo? Esas emociones ponen en marcha experiencias fisiológicas más o menos intensas, más o menos agradables y más o menos conscientes. ¿Excitación? ¿Sudoración? ¿Palpitaciones? A medida que avanzamos en ese proceso emocional, racionalizamos con pensamientos, interpretamos lo que vemos, lo que sentimos, valoramos nuestros objetivos, nuestras capacidades… ¡Imagine esos pensamientos si no se habla usted bien!

Debilitando pensamientos que no nos apoyan

Y es que, cuando le metemos pensamientos a nuestras emociones, generamos sentimientos con los que construimos las actitudes que desplegamos en la vida. Es como decir que emoción más pensamiento es igual a sentimiento, ¿verdad? Pues siga esta lógica: si las emociones básicas son genuinas, necesarias y no las puede evitar, cuando los sentimientos que experimenta no le apoyan para obtener los resultados que quiere, ¿qué es lo único que puede cambiar?

Cambiar pensamientos modifica actitudes, es lo más rápido. Pero también pasa que modificar actitudes o conductas termina debilitando los pensamientos. Así que hay dos caminos.

Aplicado al ejemplo de hablar en público, la primera opción sería identificar y trabajar las ideas que se le vienen a la cabeza cuando tiene que hacerlo, para encontrar formas de matizar o cambiar los pensamientos negativos. Es más difícil, pero más rápido.

Los pensamientos previos predisponen a las acciones futuras. Los pensamientos previos predisponen a las acciones futuras.

Los pensamientos previos predisponen a las acciones futuras.

La segunda opción es hacerlo muchas veces, hablar en público cuantas más veces mejor, preparándose y obteniendo resultados positivos -o como mínimo, menos negativos- que debiliten poco a poco el primer pensamiento. Esto también funciona, puede ser más fácil, pero se tarda más tiempo.

Siento decirle que no hay fórmulas magistrales en esto. Cada persona encuentra su mejor camino cuando decide que quiere mejorar un aspecto, capacidad o pensamiento concreto de su vida. Por eso, es fundamental conocerse.

Es importante, para lograrlo, dedicar tiempo a observarnos, para identificar los pensamientos que nos limitan. Así que aquí va mi propuesta, muy simple en esta ocasión: durante al menos una semana, cada día, identifique dos o tres situaciones de ese día en las que no se sintió bien con lo que hizo. De cada situación apunte en un cuaderno tres cosas: qué tenía que hacer y qué pensó antes de hacerlo, qué sensaciones sintió y qué terminó haciendo.

No dude de que, a la vuelta de esa semana de auto observación, llegará a conclusiones muy nutritivas con las que hacer lo más importante: decidir por dónde empezar y actuar. ¡Suerte!

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