Huelva

Escuchar no es oír, conversar no es competir y ser responsable no es ser bueno

  • La Responsabilidad Social Corporativa de las empresas y la responsabilidad individual de las personas implican mucha conversación, mucha escucha y mucha habilidad para responder

Escuchar no es oír, conversar no es competir y ser responsable no es ser bueno

Escuchar no es oír, conversar no es competir y ser responsable no es ser bueno

Escuchar, conversar y saber responder aportando valor a raíz de esa conversación vendría a ser en síntesis lo que debe hacer bien una empresa que gestiona desde la Responsabilidad Social Corporativa o RSC. Todo lo que viene después son consecuencias de la pericia de cada organización en esas habilidades. Y por supuesto, cuando hablamos de personas responsables, también.

Visto así desde el prisma de la simplicidad, y simple jamás puede ser equiparado a simpleza, parecería fácil. Se trata en esencia de saber comunicarse. Sin embargo, lo que se esconde detrás de estas tres habilidades de la comunicación más básica es algo tan valioso como difícil: el equilibrio y la coherencia, ya sea de las personas o de las empresas.

El arte de la conversación en equilibrio

Conversar no es competir. Esta frase, axiomática donde las haya, se me quedó grabada de alguno de los libros que leí hace tiempo para preparar un pequeño manual de recomendaciones para un buen portavoz de empresa.

La conversación está presente en todas las actividades humanas que no sean manuales. Personal y profesionalmente, la mayor parte del tiempo estamos conversando. Piénsenlo en sus propias situaciones. ¿Dirigen ustedes personas? ¿Se dedican a atender al público? ¿Les gusta conocer gente? ¿Reportan habitualmente a un jefe? ¿Viven en familia, con amigos? ¿Son formadores, vendedores? ¿Chatean en las redes? Están conversando.

Conversar es para mí una de las formas más complicadas de comunicarse. Para hacerlo bien es imprescindible lograr un doble y delicado equilibrio. Por un lado en nosotros, en nuestros argumentos, nuestras actitudes, nuestros gestos y nuestros objetivos o eso que queremos conseguir con la conversación -porque siempre queremos conseguir algo-. Y por otro lado, hay que equilibrar nuestra parte de la conversación con los argumentos, las actitudes, los gestos y los objetivos del otro.

La obviedad que se deriva de desgranar la conversación así como un equilibrio entre dos partes es estresante, más estresante cuanto más se entienda de comunicación: hay que saber escuchar, y eso no es oír; hay que saber qué se va a decir; hay que ir adaptando nuestros argumentos a los del otro conversador; hay que mantener una actitud segura y asertiva, ni pasiva ni agresiva; hay que adecuar a la situación nuestro tono de voz, nuestra comunicación gestual, nuestra actitud; hay que concentrarse en lo que la otra persona dice y no tanto en lo que yo le voy a contestar; hay que centrarse en las áreas de acuerdo y no de enfrentamiento; hay que acallar nuestro diálogo interno y liberarse de prejuicios; hay que, hay que… ¡Ay!

Quién rompe el equilibrio de la conversación

Una conversación desequilibrada es frustrante. Pero, ¿cuándo se descompensa una conversación? La señal más clara y frecuente es cuando existe una diferencia grande en la participación de los interlocutores: uno habla mucho y el otro muy poco.

Existen grados, evidentemente. Hasta el "Dios mío que se calle el de enfrente" hay varios niveles. ¿Pero quién descompensa realmente la conversación? ¿El que más habla o el que calla? ¿Es la incontinencia verbal una consecuencia de la pobreza comunicacional del que se tiene delante? ¿O es al contrario? ¿La culpa del desequilibrio es del que no exige ser escuchado o del que no da espacio a las respuestas?

Podríamos en este punto poner ejemplos de situaciones personales y empresariales en las que la conversación sólo se presupone y lo que realmente existe es una comunicación unidireccional, pero seguro que ya se le ocurren muchas. El "yo digo y tú escuchas", al más puro estilo de las ruedas de prensa sin preguntas que es como hablar de un mar sin agua o un jardín sin flores, no es conversación. Y la comunicación unidireccional, sea en el ámbito que sea, no es responsable, porque no supone ninguna habilidad para responder por muy bueno que sea o parezca ser el que habla. Por eso es importante reflexionar sobre quién rompe el equilibrio de la conversación.

La Responsabilidad Social Corporativa no es ser bueno, es saber escuchar, saber conversar y tener la habilidad para responder aportando valor tras la conversación. Es simple, no una simpleza.

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