Doñana

Doñana, eterna al curso del tiempo

  • Cuatro voces vinculadas al Parque rememoran 30 años de lucha para preservar el tesoro natural más rico de Europa.

La joya medioambiental de Europa sigue encarnando el desafío del hombre de frenar los envites de su propia avaricia, el reto de conservar su propio legado; el mismo que la madre naturaleza dibujó en nuestro rincón suroriental hace milenios. Cuarenta y cuatro años después de su bautismo como Parque Nacional y treinta y tres de la declaración de la Unesco como Reserva de la Biosfera, Doñana sigue constituyendo una asignatura pendiente tanto a nivel político como social.

Cuando la rotativa de Huelva Información echaba a andar en 1983, Andalucía vivía un periodo convulso a nivel político. Rafael Escudero estaba próximo a dimitir como presidente de la Junta de Andalucía y José María Rodríguez de la Borbolla se perfilaba para sucederle en el cargo. En 1984 el nuevo líder socialista tomaba las riendas de la Junta y, con ello, las del paraje natural más importante de Europa.

De la Borbolla recuerda que el mismo año de su investidura como presidente pasó la Navidad y la Nochevieja en Doñana con Ernest Lluch -ministro de Sanidad y Consumo, asesinado en el 86 por la banda terrorista ETA-, debatiendo sobre el futuro del Parque Nacional.

Sin embargo, el cordón umbilical con el espacio onubense se remonta a su adolescencia. "Me encontraba de campamento durmiendo en chozas en Matalascañas cuando la costa almonteña aún no había vivido su desarrollo urbano", recuerda. "Estuvimos pescando coquinas y recorriendo las dunas a pie, para luego trasladarnos en barco hasta Sanlúcar".

Fue quizás ese amor platónico el que motivó toda una suerte de medidas políticas encaminadas a legar a las generaciones futuras ese mismo paisaje que le  encandiló.

Con independencia de ello, De la Borbolla mantiene que Doñana "goza de mejor salud que nunca". Un análisis que proviene de su conocimiento del territorio y su afición por la observación de las aves en los parajes de la Cuesta Maneli, el Caño del Guadiamar y "sus ecosistemas que se muestran más vivos que nunca". "Aves como la garceta grande, que estaban prácticamente desaparecidas, hoy son divisadas sin problemas".

El punto crítico

Esta visión contrasta con la de Jesús Vozmediano, abogado y presidente de la Asociación Internacional de Juristas Ambientales, amén de ser integrante del primer Patronato del Parque que se fundó en 1979. Es una de las voces más autorizadas para hablar de Doñana y uno de los grandes conocedores del territorio.

Vozmediano cree que en materia medioambiental "todo ha ido a peor", un argumento que sustenta en que en antaño la política "se movía por un espíritu más romántico". En consonancia, explica que los dirigentes públicos se mostraban más permeables a las críticas de los medios de comunicación y a la propia sociedad. "Hoy les traen al pairo lo que puedan decir, cuentan con amortizar esas críticas… Sólo frenan proyectos perjudiciales para el espacio cuando las denuncias alcanzan a los organismos internacionales".

Esa mirada un tanto kafkiana del letrado encuentra su sustento en una simple ecuación matemática: "Doñana conserva las mismas amenazas que antaño, a las que se suman las actuales:  30 años de desarrollismo urbano, el número de especies en peligro de extinción, la circunvalación del Rocío, la construcción de los diques y el cambio climático que han provocado una evidente pérdida de litoral, afectando incluso la costa virgen; el dragado del Guadalquivir, la calidad del agua, o la presión agrícola sobre los acuíferos".

Miguel Delibes parece ser el contrapunto entre sendas miradas. Su desembarco en Doñana se produjo en 1972, recién licenciado en Ciencias Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid y con una beca bajo el brazo concedida por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para realizar la que, posiblemente, sea la mejor tesis doctoral sobre la ecología trófica del lince ibérico.

En aquel entonces, los biólogos del mundo pisaban un terreno virgen en materia de conservación: "Nuestro trabajo se basaba en la observación de la naturaleza, seguíamos el rastro de las huellas de los linces, el anillamiento de pájaros" y todo lo relacionado con escrutar su hábitat y modo de vida.

Delibes presidió la Estación Biológica de Doñana desde 1988 hasta 1996. Dominado por el pesimismo, anunció que la Reserva de la Biosfera era "joven, vital y salvaje, aunque abocada a una condena de muerte" frente al desarrollismo salvaje.  No obstante, en retrospectiva, afirma que el tiempo ha jugado en su favor pues, más allá de las amenazas que se ciernen sobre ella, su futuro está garantizado gracias a las  "leyes que la protegen".

Pese a todo, las administraciones persisten en un mismo error: no haber sabido trasladar  que "el parque no representa ninguna losa para el desarrollo económico, máxime  cuando las visitas al Espacio Natural generan 400.000 entradas al año e ingentes cantidades de dinero desde Europa" que dinamizan la economía.  

El pulso constante por dominar el paraíso

José Rodríguez de la Borbolla recuerda su lucha como presidente de la Junta de Andalucía para proteger el paraje que lo había enamorado para siempre: "Desde la Junta fuimos la primera Comunidad que puso en marcha la primera Agencia de Medio Ambiente, celebramos un Consejo de Gobierno en Marismillas y abanderamos normas pioneras en materia de protección", señala Rodríguez de la Borbolla.

No todo fue un camino de rosas. Cuando el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de Espacios Naturales, reservándose las competencias de Doñana, De la Borbolla recurrió al Constitucional, "con gran cabreo de mis propios compañeros de partido. Andalucía tenía mucho que decir en ese sentido", argumenta.

La historia se muestra cíclica y pertinaz. Este conflicto de competencias se libra hoy, con diferentes matices, por el control de la Cuenca Hidrográfica del Guadalquivir.

Una historia con reminiscencias a las tensión por los recursos del acuífero. El líder político afirma que en 1979, en el Hotel Flamero, "diseñamos la preautonomía y ya entonces tratábamos de coordinar los intereses del acuífero para evitar conflictos", explica, recordando las primeras gestiones. Sin embargo, 33 años más tarde, el Plan de Regadíos continúa sin ver la luz. 

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