Crónica

La Borriquita de Huelva escribe su historia con letras de oro

La Borriquita saliendo de la Catedral.

La Borriquita saliendo de la Catedral. / Clara Carrasco

La Entrada Triunfal llevaba su propio nombre. Y fue a Huelva donde llegó. Y donde se quedó. Porque es aquí, en esta tierra marinera, colombina y celestial, donde el cielo es capaz de pintarse de Domingo de Ramos en pleno mes de junio. Son las cosas del Señor. Son las cosas de la devoción de esta ciudad. Y que este sábado se regresó al pasado para que el escenario fuese como antaño. A la raíz. A las raíces de esos mayores que recordaron con el corazón. A aquellas estampas de finales de los 40. Y que ahora, descubren el resto de mortales. El sabor añejo de la historia cofrade onubense.

La Entrada Triunfal siempre es La Borriquita, una obra emblemática de León Ortega. Una seña de identidad de la ciudad. Es casi una manera de vivir. La de los capirotes rojos por el Porche de San Pedro que este año soplan las velas con su 75 aniversario de salidas procesionales. Ya a esta edad devocional, en la que pintan canas los primerizos, los antiguos del lugar, es cuando se mira todo desde otra perspectiva. La historia lo es todo. Y La Borriquita sabe ya mucho de esto. 

Y la guinda a este pastel de sabores imborrables del paladar fue cuando al alcalde de la ciudad, Gabriel Cruz, subió a la vera del Señor para colocarle la Medalla de Huelva. Que ya luce para orgullo de sus hermanos. Es La Borriquita la de la Entrada Triunfal y la de saber pulir cada detalle aunque sea completamente imperceptible. Es ver al Señor colmado de flores que juegan a ser crema en sus tonalidades. Es soñar con otra vida que ya no existe cuando el paso de madera, que disfrutó Huelva siendo el suelo del Cristo de Jerusalén y Buen Viaje, bajó por el Porche precedido de corbatas rojas en vez de capirotes. Es recrearse en ese caminar de ida hasta la Catedral de La Merced donde la imagen pisó la calle con una suavidad exquisita. Como si no pisase el suelo. Como si levitara en esa nube de incienso que lo cubría todo. Menos a Él. Solemne. Como los cantos que anunciaban su luz y su bendición. Fueron 75 los cirios que precedían al Señor en un día que ya es historia. No es capítulo cualquiera. Es un punto de inflexión. Es un recuerdo para toda la vida. 

Fue por la tarde cuando ya sonó la música celestial que la Agrupación Musical Santa Cruz ofrece cada vez que viste su uniforme. Las notas comenzaron cuando el Señor de la Entrada Triunfal en Jerusalén cruzó el porche catedralicio en una procesión ya más protocolaria. Un céntrico recorrido que aglutinó a un mayor número de personas también, y con momentos nunca vistos antes. El simple hecho de la imagen devocional frente a la Catedral ya fue un cartel inédito. Un cartel de un día que lo tuvo todo. Hasta un cambio en el recorrido para llegar hasta las Hermanas de la Cruz. Para llegar hasta el mismo cielo. Antes, la comitiva pasó por la Concepción. Allí, donde se fraguó la Hermandad, donde se adoptó el acuerdo para fundar la cofradía hace ya varias décadas. 

Es la historia de la Huelva cofrade. Es la historia de La Borriquita. Que este sábado se volvió a leer para que todo el mundo la conociese o la redescubriese. La Borriquita es la Hermandad de todos. Porque es la de la niñez. La que huele a Domingo de Ramos. Y en esos recuerdos se envolvió el alcalde de Huelva, Gabriel Cruz, momentos antes de colocar la Medalla de la ciudad a la imagen. El hermano mayor, Abraham Cruz, también habló, emocionado ante tanta historia concentrada en apenas unos minutos. En apenas unas fotografías. 

Son momentos para vivirlos. Para contarlos. Que ocurren en un suspiro. Pero que son eternos. Porque la Medalla de Huelva es para toda la vida. Y ya de una manera popular, el cortejo, sin protocolo, comenzó el regreso a su casa. A San Pedro. A donde los cofrades miran cada Domingo de Ramos. La vuelta fue una verdadera fiesta devocional. Una Entrada Triunfal, que llevaba su propio nombre. Y ocurrió en Huelva. Donde un día de junio, de verano, pudo recobrar los colores de la primavera de un Domingo de Ramos. Así se escribe la historia. Y así la escribió La Borriquita. Con letras de oro, como la Medalla de Huelva.

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