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El Covid-19 también es una oportunidad

  • El coronavirus ha dejado al descubierto las miserias de una sociedad que ahora puede aprender de sus errores y cambiar muchas cosas, o esperar a la próxima pandemia

El Covid-19 también es una oportunidad

El Covid-19 también es una oportunidad

Convertir un problema en una oportunidad. Ésta es la receta mágica que se nos propone en todos los manuales de gestión de crisis que yo conozco, y estamos es una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Esto último, empiezo a estar cansada de escucharlo. Lo que no me importaría escuchar hasta la saciedad es, precisamente, el enfoque que quiero darle a este artículo: el Covid-19 también puede ser una oportunidad, un despertador de conciencias y una palanca de aprendizajes para el futuro. Ojalá.

A punto de empezar la tercera semana de confinamiento, puede parecer prematuro decir algo así, pero creo que lo necesitamos. Lo creo por detalles como que desde el pasado lunes no soy capaz de quitarme de la cabeza las declaraciones de la ministra de Defensa, refiriéndose al apoyo del ejército en las residencias de mayores, cuando dijo que habían encontrado ancianos “abandonados, cuando no muertos en sus camas”. Eso es mucha soledad que combatir, además del virus.

También me desarma emocionalmente cada vez que veo o escucho algo que me recuerda la dureza con la que el coronavirus se lleva a las personas. Es duro para las víctimas, que no tienen la mano reconfortante de sus familiares en sus últimos momentos, y es duro para los familiares y amigos, que no pueden consolar ni consolarse en ese importante adiós. Más soledad.

Miserias sociales de ahora, retos de futuro

Pero el ejemplo de la soledad no es el más importante, es simplemente el que a mí más me remueve ahora, y no deja de ser una simple muestra de las otras miserias sociales que el Covid-19 está poniendo al descubierto. Y hay muchas miserias.

Algunas son feroces: la vulnerabilidad de nuestro sistema sanitario -que no de nuestro personal sanitario-, la dudosa calidad de nuestra clase política y el extremo peligro de la información falsa y malintencionada en las redes sociales. También cobran especial relevancia estos días miserias como las consecuencias acumuladas de dar prioridad al bienestar basado en la riqueza, la volatilidad de los mercados y la dependencia económica global, o la cultura individualista que vacía los supermercados y multiplica las denuncias de desobediencia civil.

Hay otras miserias que quizás no sean tan evidentes, pero que también denotan que algo no iba demasiado bien: vecinos que ahora se ayudan pero que se han conocido hace un par de semanas; iniciativas y espacios que se habilitan ahora para que nadie tenga que dormir en la calle y a nadie le falte de comer; ciudades que ahora tienen mucho menos ruido y cielos mucho más azules; empresas que mantienen la actividad facilitando el teletrabajo y la conciliación; escuelas y docentes que se enfrentan, por fin, a la transformación digital; familias que pasan más tiempo juntas y se conocen mejor; prioridades que se ordenan; tiendas de cercanía que nos asisten más de cerca que nunca; alfabetización digital de mayores; amigos a los que recuperamos con una llamada después de años... La vida está pasando revista a nuestra responsabilidad individual, a nuestra forma de estar en el mundo, y no estamos sacando buena nota.

Podríamos seguir, incluso hasta en clave de humor: jóvenes y adolescentes que aprenden a limpiar, cajones y armarios ordenados, inicios en rutinas de ejercicio físico o de lectura, mascotas hiper mimadas, perros súper paseados, creatividad altamente ejercitada en forma de memes… Depende de cómo lo miremos, nos rodean muchas oportunidades y aprendizajes.

Lecciones de RSC para las empresas

En esta crisis del coronavirus, la situación para las empresas, sobre todo pymes y autónomos, es doblemente dura en la mayoría de los casos. A las limitaciones y preocupaciones personales de empresarios y empresarias, se unen el hondo impacto económico y la enorme incertidumbre que les está provocando la casi paralización del país. Y aún así, también podemos encontrar en el sector empresarial valiosos aprendizajes, sobre todo para su Responsabilidad Social Corporativa (RSC).

Una de las primeras lecciones ha sido constatar una realidad: el público de interés más importante para las empresas debe ser su plantilla. Y dando seguimiento a esa certeza están ahora todas nuestras empresas, gestionando los riegos y defendiendo lo mejor posible a su gente. Además, se están engrasando o creando canales de comunicación interna, y se está potenciando la comunicación multidireccional dentro de las organizaciones, por muy pequeñas que sean. También está ocurriendo en la comunicación externa, donde se están creando nuevos modelos de relación entre los diferentes grupos de interés. Son lecciones básicas aprendidas de RSC.

La transparencia informativa, las sinergias empresariales y la gestión consciente y consecuente con las necesidades del entorno más inmediato, son otros aprendizajes de estos días, muy valiosos en cuestiones de RSC de las empresas y de todas las organizaciones.

Otros interesantes aprendizajes que se pueden observar se refieren a la innovación en la forma de ofrecer los productos y servicios. Las empresas están mostrando poco a poco una flexibilidad y creatividad digna de elogio, que serán cruciales también en el siguiente escenario cuando hayamos vencido al maldito virus.

Y qué decir de la tecnología y del papel que está desempeñando en la gestión y superación de esta crisis. La transformación digital del tejido empresarial habrá dado un salto cuántico al final de la pandemia.

El Covid-19 ha alterado profundamente nuestras vidas, nuestros hábitos y nuestras expectativas. Además, ha puesto en jaque nuestros valores, y en revisión nuestras creencias. Estamos a nivel social y personal en una zona de dolor, debatiéndonos con nosotros y nosotras mismas en esa zona incómoda en la que tenemos la oportunidad enorme para aprender. Esa puede que sea la única ventaja que trae el coronavirus, habernos ayudado a identificar claramente nuestros retos del futuro y demostrarnos que no conseguiremos nada si no estamos unidos. Ya nada será igual, ni falta que hace.

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