Huelva

Completando la historia

En realidad ésta es la segunda parte de la película, Che: El argentino (2008) que vimos el pasado mes de septiembre y que por necesidades de proyección se dividió en dos partes. Entonces lamentábamos esta contingencia y volver sobre ello no tiene ninguna importancia, aunque lo lamentemos. Esta continuación de la historia de un personaje tan controvertido como admirado por muchos, aunque el tiempo acaba desacralizando muchas historias y muchos personajes, es la otra cara de la moneda y no, precisamente, la más favorable en la consideración del personaje. Si en la primera entrega veíamos el lado positivo del protagonista, en esta segunda vemos el aspecto negativo y adverso, por lo que se refiere a la fatalidad de su destino.

Steven Soderbergh, el sorprendente director de Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989) y Erin Brockovich (1999) pero también de Ocean´s eleven (2001) y su secuela, en estas películas -insisto: no es más que una dividida en dos entregas- nos ofrece una inflexion que distancia su ejecutoria de cuanto le hemos visto. Con la misma estructura narrativa que ya vimos en Che: El argentino, nos presenta esta segunda andadura del Che, quien, en la cima de su popularidad, abandona inesperadamente Cuba, según cominicaba a sus conciudadanos el propio Fidel. Empeñado en extender la revolución, que había triunfado con Castro a la cabeza por el resto de la geografía de Latinoamérica, en este caso a Bolivia, llega disfrazado a este país para reclutar seguidores locales que junto a sus seguidores cubanos, emprenderán desde la abrupta serranía una campaña contra la dictadura que mantiene en la miseria al país.

No cabe duda de que Steven Soderbergh en esta parte del relato ha estado más inspirado, dotando de una mayor intensidad una narrativa que, fundamentalmente, se ocupa de las acciones de la guerrilla y sus vicisitudes frente al despliegue policial y militar del gobierno boliviano. En muchas de las facetas bélicas de la historia adopta el estilo de un documental, cuyas localizaciones -algunas en la provincia de Huelva (en El Campillo y Zalamea la Real)- favorecen esa puesta en escena realista cuya épica guerrillera y heróica, va a caracterizar esta dura conflagración que tendría unas funestas consecuencias para los propósitos de Ernesto Guevara y su revolución.

Puede parecer frío y a veces distanciado este tratamiento cinematográfico que Soderbergh ha impuesto a su película, pero nos parece que su intención se limita a narrar los hechos siguiendo los datos precisos extraídos de los propios diarios del Che. Serán los propios acontecimientos los que determinen la calificación del personaje para el espectador sin que podamos hablar de desmitificación, porque no la hay. La brevedad de la crítica no nos permite profundizar más en el análisis, sobre el que volveré. Pero si hay que calificar como merece la admirable interpretación de Benicio del Toro, que no hace más que reafirmar su convicción y acierto ya celebrados en la primera parte.

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