iván llanza

Miembro de la Academia Andaluza de Gastronomía

'Veroño'

Que el tiempo está loco no es ninguna novedad. No sé si es por el cambio climático, el deterioro de los polos o la polución atmosférica. Lo que sí que tengo claro es que algo ha cambiado y que las estaciones ya no entran y salen cuando marca el calendario sino cuando les viene en gana. Sin duda, todo esto hace tambalear los cimientos de nuestra solida industria turística vinculada al sol y la playa que deberá revisar lo que considera temporada alta en función de este nuevo escenario climatológico. Si lo vemos desde otro punto de vista, también es cierto que esta situación medioambiental ha conseguido lo que no han sido capaces de lograr las administraciones y los empresarios privados, con sus múltiples campañas en busca de la desestacionalizacion del turismo. Ahora, la deseada temporada estival se extiende por delante y por detrás, y empieza a ser una realidad palpable: es posible disfrutar en la playa hasta mediados de octubre con mejor temperatura que en agosto, al menos más agradable para aquellos que el exceso de temperatura nos parece un martirio.

Por otro lado los meses previos a julio y agosto son una delicia en cualquier destino costero, ya que la presencia de veraneantes es anecdótica y los servicios que ofrecen los destinos son de mayor calidad e inferior precio. ¡Qué más se puede pedir! Disfrutar el doble pagando la mitad, obviamente la mejor de las situaciones posibles.

Esta situación aún podría mejorar si entre todos hiciéramos un esfuerzo y ajustásemos nuestras vacaciones a esta nueva realidad que permite disfrutar de un tiempo envidiable, al menos en el sur del sur durante siete meses al año, siempre y cuando nuestros compromisos laborales y familiares lo permitan, claro está.

Es por ello que desde aquí hago un llamamiento a las administraciones públicas y a las empresas privadas para que incentiven las vacaciones de su personal fuera de las fechas tradicionales de vacaciones. De tal manera que por un lado saquen más partido a su tiempo de descanso, -al encontrarse destinos menos saturados-, y por otro más rendimiento a su presupuesto al obtener tarifas más competitivas fuera de la temporada alta.

Este nuevo escenario tendría además un impacto muy positivo sobre las plazas hoteleras en los meses de julio y agosto, pudiendo estar disponibles para turistas extranjeros con mayor poder adquisitivo, y deseosos de sentir el calor sobre su piel. En definitiva, considero que la nueva estación de vacaciones para los locales es el Veroño.

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