La nobleza europea en general, y la Familia Real Española en particular, están de luto tras el fallecimiento ayer de Miguel I de Rumanía, primo de la reina emérita Sofía, que ha muerto a los 96 años en su casa de Suiza, donde permanecía encerrado desde que hace un año le diagnosticaran leucemia crónica, siendo éste el motivo de que abandonara la vida pública.

Hijo del rey Carlos II y Elena de Grecia, este soberano ya sin trono, reinó entre 1927 y 1930 bajo la regencia y posteriormente entre 1940 y 1947, siendo uno de los últimos jefes de Estado que protagonizó la Segunda Guerra Mundial.

Cuando su padre, Carlos II, renunció a los derechos al trono, Miguel fue nombrado príncipe heredero y fue coronado rey en 1927 tras la muerte de su abuelo Fernando. Ocupó el trono hasta 1930, cuando Carlos regresó a Rumanía, depuso a su hijo y se proclamó rey. Diez años después, con la Segunda Guerra Mundial y con Rumanía bajo la dictadura del mariscal Ion Antonescu, aliado de la Alemania nazi, Carlos volvió a huir del país y Miguel fue proclamado de nuevo rey. Su condición de rey títere del régimen filo nazi rumano terminó en 1944, cuando encabezó un golpe contra Antonescu, responsable de haber enviado al exterminio a unos 300.000 judíos rumanos, y se unió a los Aliados. Tras la invasión soviética de Rumanía, en diciembre de 1947 fue obligado a abdicar a punta de pistola. Un mes antes, había asistido en Londres a la boda de la futura Isabel II y conoció a la princesa Ana de Borbón-Parma, con quien contrajo matrimonio y tuvo cinco hijas. Durante su exilio trabajó como piloto de pruebas y corredor de Bolsa. Con su prima, doña Sofía, y la Familia Real Española, siempre mantuvo buenas relaciones. Su funeral se celebrará en la Catedral Patriarcal de Bucarest, y luego será enterrado en la catedral ortodoxa de Curtea de Arges, a unos 155 kilómetros de la capital rumana.