Punto crítico

Setefilla R. Madrigal

Minoría silenciosa

La prensa escrita acabará por extinguirse porque ya ni los periodistas consumimos periódicos, vociferó el otro día un colega de la profesión en un encuentro entre amigos. Me callé. No quería desentonar en aquel fluir de negativismo que me parecía doblemente errado. Ya saben, la minoría silenciosa de Fernando Arrabal, que claudica ante el pensamiento único. «Fernando, la mesa», podría haber añadido emulando a un diplomático Sánchez Dragó, pero preferí no debatir. Porque la prensa no ha desaparecido, y lejos de hacerlo, se ha expandido exponencialmente. Las páginas dinámicas han dado el poder al usuario o freelance que con un poco de tiempo y organización desempeñan sus tareas dentro de la rutina profesional más estricta, creando contenidos de un dinamismo notable no sujeto a normas políticas o cadenas de favores. Los contenidos se han duplicado dando con hallazgos de formas menos pulcras, más directas, más interpretativas; lejos de la herencia rancia de las uves dobles, el clásico pregunta-respuesta o las frases con verbos en indicativo. El feedback de hoy roza la brillantez desbancando a las llamadas recogidas en un contestador o las cartas al director. El periodismo no está en crisis, sino que es más y mejor. Tampoco los usuarios han menguado. Todo el mundo está informado de los últimos acontecimientos de nuestro país, los abuelos en las tabernas hablan del 155 sin haber abierto nunca un libro de Derecho o la Constitución. Los jóvenes enarbolan sus banderas porque el vecino se ha grabado en una de sus historias (en su término en inglés) haciendo lo propio en el balcón de su casa. La gente de a pie sabe más porque tiene más acceso; un acceso no económico que le permite, si lo desea, ahondar en el acontecer político y social con las mismas oportunidades que un analista especializado. Los periodistas, como ciudadanos, seguimos consumiendo periodismo, quizás con más viveza de lo que lo hicieron nuestras generaciones anteriores. Es la era de la instantaneidad, de la sobreinformación, del directo y las cápsulas de 140 ó 280 caracteres. Es la época del saber universal al más puro estilo enciclopédico ilustrado, recogido en un gran libro on line. Una forma de entender el mundo sin hipotecas de futuro. El periodismo existe como existimos, de otra forma, evolucionado. Faltos de tiempo, sobreestimulados, huidizos de cualquier hecho que destile compromiso. Porque el mileniarismo llegó y con él las pantallas de cristal y los cambios en las relaciones personales a las que les sobra el adjetivo y también la distancia.

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