Su caso fue uno de los que mayor impacto causaron en la opinión pública, que inició una movilización sin precedentes para que esta humilde nigeriana no fuera lapidada por haber tenido una hija después de estar divorciada de su marido. En septiembre de 2003 un tribunal islámico la condenó a morir lapidada nada más destetara a Wasila, su tercera hija, concebida fuera del matrimonio. Enterramiento hasta las axilas y apedramiento hasta morir. Esa era la pena para el adulterio prevista en la sharia según la interpretación estricta del Corán que está vigente en 12 de los 18 estados del norte de Nigeria. El escándalo internacional obligó al entonces presidente Olusegun Obasanjo, un cristiano nacido en sur, a anunciar la suspensión de las lapidaciones. Millones de firmas, incluidas las de miles de celebridades de todo el mundo, consiguieron que Lawal pudiera seguir con su miserable vida, donde sola y abandonada, tiene que criar a sus hijos.