Elecciones

Moraleja: una ardilla cruza toda la provincia sin pisar 'tierra popular'

  • El PSOE gana en todos los pueblos excepto en La Palma del Condado, Lepe y Sanlúcar de Guadiana

Suelen dejar las resacas electorales una serie de datos para el recuerdo, una especie de imaginario en el que cada partido lee el abecedario a su antojo. La doble convocatoria electoral del 9 de marzo, Generales y Autonómicas de una tacada, no iba a ser menos.

La obligación estratégica de cada partido es dibujar un panorama victorioso aunque lo sea solo a medias. La victoria tiene muchos padres… y madres; la derrota dicen que es huérfana. Y aquí el único huerfanito, como diría Antonio Machín si levantara la cabeza, es Coalición Andalucista o lo que queda del PA. Se ha esfumado. Ya no está en el mapa, ni en Andalucía ni en Huelva. En las Generales de 2004 obtuvo 14.542 votos y en las Andaluzas del mismo año nada menos que 22.010 sufragios. El kilométrico de Miguel Romero se coló de rondón en las Cinco Llagas. Ahora, ni está ni se le espera.

Ha pasado de los cinco dígitos a los cuatro (7.091 votos). Un desastre, o un desierto, otro más, que recuerda a los años de Pacheco y Rojas Marcos. La mayoría de sus votos han ido a parar al PP, que puso la red de antemano. Los andalucistas no sacaron el flotador ni en Isla Cristina, que ya es decir. Allí, en las Andaluzas de 2004 cosecharon 1.223 votos, el domingo solamente 672. El resto de la provincia, incluida la capital, mejor ni mirarlo.

Una de las claves de la subida del PP en toda la provincia onubense ha estado en actuar de imán del voto andalucista. Una excusa para el PSOE y un acierto para el PP.

Lo que ocurre es que la apisonadora del PSOE volvió a funcionar aunque con menos brío que en 2004. Por aquel entonces, en las Generales, el PSOE llegó a los 154.579 votos (56,19%) y el 9-M de 2008 se quedó con 148.710 (55,61%). Esas cifras le dan la victoria en todos los pueblos de Huelva menos en tres. Los héroes se llaman Manuel Andrés González (Lepe) y Juan Carlos Lagares (La Palma), pues el otro druida de los populares de aquel aciago día, Cándido Saldaña, flirtea ahora con los 'romanos' socialistas.

Ni Izquierda Unida, con 13.169 votos (en 2004 fueron 15.097) ni mucho menos el ex PA, con 4.103 (antes 14.542) pintaron mucho en las Generales. En honor de la verdad, habían tirado la toalla antes de empezar.

Ha quedado bastante claro que en todos los rincones de la provincia de Huelva se quería que ganara Zapatero, en las generales, claro. Aunque llama la atención los nada despreciables 2.313 votos que Rosa Díez tiene en Huelva.

Con los datos estatales en la mano Javier Barrero puede ir muy tranquilo a Madrid que Pepe Blanco le dará las gracias. Conserva las naves para la batalla aunque no consigue que a su prohombre lepero, José Oria, lo quieran en la tierra que un día, ya lejano, gobernara.

El Partido Popular progresa adecuadamente pero recorta tan lentamente en el Congreso a los socialistas que puede necesitar varios cursos. El Partido Popular, con Fátima Báñez al frente, ha pasado de los 84.173 votos en 2004 (30,59%) a los 93.748 (35,06%).

Tres congresistas para el PSOE y dos para el PP. Tal y como siempre.

En el Senado, tres cuartos de lo mismo. Un paseo para el PSOE, que colocó a Francisco Bella (141.000 votos); María Teresa Camacho (138.565) y José Cejudo (136.975) en la Cámara Alta. El PP ubicó a Matías Conde para que saliera (88.387 votos). Y lo hizo con creces.

Los senadores cumplieron en sus feudos. Bella obtuvo en Almonte 7.348 votos, Camacho, 34.635 en Huelva y Cejudo 5.071 en Valverde (el más votado allí).

Conde hizo lo mismo en Gibraleón, con 2.574 sufragios directos aunque por detrás de los socialistas.

Los 13.573 directos de Juan Manuel Arazola (aviso para locales) no son moco de pavo, aunque muy lejos de los 141.819 del récord de Francisco Bella.

En las elecciones a Cortes la abstención en Huelva se dejó tres puntos porcentuales menos con respecto al 2004. Del 73,20 al 70,48%.

Moraleja: en tiempos de Felipe II una ardilla llegaba desde Cantabria a Cádiz sin pisar tierra de tanto árbol como había en España. Ahora, otra ardilla llega desde Cumbres Mayores hasta Huelva sin pisar tierra popular, de árbol en árbol socialista porque las ramas populares están tan separadas como Lepe de La Palma.

Sin embargo, hay un refrán que reza: No dejes que los árboles te impidan ver el bosque.

Para aplicarlo están las elecciones autonómicas en Andalucía. Aquí no todo el monte es orégano para el PSOE y eso que la capital la dejamos para la otra página.

Estaba claro que tanta llamada de Mario Jiménez, secretario de Organización; y Petronila Guerrero, presidenta de la Diputación, a los pueblos animando a cazar votos no presagiaban nada bueno. El PSOE comenzó el partido con 145.170 votos (52,87%) de 2004 y siete diputados autonómicos y lo acabó con 138.737 (51,98%) y seis escaños, uno menos. Se dejaron 7.000 votos en la gatera.

La estrategia pasaba una vez más por humillar al cabeza de lista popular por Huelva, Pedro Rodríguez. El PP ha pasado de los 78.997 (28,77%) votos de hace cuatro años a los 94.189 votos (35,29%). Suficientes para conseguir cuatro parlamentarios, uno más que antes, salvar los muebles y coger, ya se verá si prestados o en propiedad, los sufragios desperdiciados por Coalición Andalucista. Aunque la diferencia es grande y ancha Castilla, igual que el mapa de Huelva, la derrota duele menos.

A quien si le sirvió, y mucho, la jornada Andaluza de ayer fue a Izquierda Unida. Con su líder, Diego Valderas, condenado por el camarada Sánchez Gordillo a las galeras de Huelva, comenzó la jornada en la calle y acabó en la sala VIP del Parlamento andaluz. Pasó de los 20.103 (7,32%) de hace cuatro años a los 20.258 (7,59). El tsunami bipartidista que ha acabado ahogando a Izquierda Unida en España se quedó en marejada a fuerte marejada en Huelva. Además, la entrada de Valderas en las Cinco Llagas sirve a la coalición para lamer las heridas y convertirse en importante.

Y eso que Valderas perdió fuelle en su pueblo natal, Bollullos, nada menos que mil votos, pasando de 3.813 a 2.729. Un mal trago de vinagre, que diría su paisano Lagares.

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