Crítica 'Everybodyin our family'

La película como pila y el actor-planta

Everybodyin our family. Director: Radu Jude. País: Rumanía. Año: 2012. Duración: 129 mins. Intérpretes: S. Pavlu, S. Nicolaescu, G. Spahiu.

En Rumanía, puede que desde Pintilie -al que, aventuramos, los jóvenes harán más bueno de lo que fue-, gustó la idea de una película como pila que se carga hasta bloquearse y del personaje como planta que absorbe contratiempos hasta estallar. Estos conceptos son del agrado también de Radu Jude, quien fue ayudante de realización en el Lazarescu de Puiu y aún cree que existe un estilo documental que simplifica la relación de la cámara con personajes y acciones. Everybodyin our family, tragicomedia sobre un hombre-planta en su particular día de furia (pelea con padre y auto, estrés nicótico, espiral de violencia y locura en el hogar de su ex mujer), es, sin embargo, un filme de ideas en papel, no de trastornos corporales. La refriega física y mental, la opacidad de los que comprendieron que no envejecerían juntos ni con un hijo en común (Le garçu de Pialat, sueño húmedo de Jude), es aquí un proceso que, si bien depara golpes y rompe muebles, se pretende hacer inteligible e incluso retórico (la ruptura de la confianza hija-padre como epítome de la crisis lingüística tras el divorcio). La película, eso sí, va como una flecha, y Jude acierta en suspender sine díe la resaca, con su protagonista en los suburbios de la ficción.

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