Crítica 'Me too'

Metafísica de lo mío

Me too. Director: Aleksei Balabanov. País: Rusia. Año: 2012. Duración: 83 mins. Intérpretes: Oleg Garkusha, Yuri Matveyev, Aleksandr Mosin.

Balabanov, preso de la etiqueta fatal de "cineasta de culto", rueda para el fan más o menos ridículo y para los festivales. Aun así, en Me too hay más cera que la que arde, y da la sensación, si bien puede que nos equivoquemos, de estar ante aquellas viejas películas con varios niveles de lectura: estaría la roadmovie desprejuiciada y recta, trufada por el pesado de Leonid Fedorov, en la que la inefable pandilla de ex-soviéticos -el gángster, el músico, el alcohólico, el padre de este último y una doctoranda de filosofía que ha terminado optando por la prostitución- pone rumbo al "campanario de la felicidad", edificación aislada y embarrada en un eterno invierno radiactivo donde, al parecer, algunos elegidos encuentran el teletransporte hacia la felicidad. Y, tras ella, otra cosa, quizás la pura y dura congelación de tanta ironía.

Me too, evidentemente, convoca un prestigioso antecedente, el Stalkertarkovskiano y aquella Zona donde los deseos, en su versión más decantada, inconsciente y por tanto problemática, se hacían realidad. Y la tentación, según la férrea lógica cinéfila, sería la de considerar al golfo Balabanov como un parodista del gran maestro, siempre serio y caviloso. No obstante, Tarkovski y Balabanov, y aquí estaría la gracia del asunto, no están tan lejos. Los cadáveres congelados, manchas negras en la nieve, la desesperación y bromas macabras con que los humanos se defienden ante lo misterioso e inexplicable implican secretamente a uno con el otro. Se trata en estos lugares de un espejo del propio cine, uno que a su vez señala la cruz de la condición humana, de la condición del espectador: una imagen entre imágenes que gracias a la capacidad de recordarse y soñarse se abre al delirio.

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