Cultura

José Luis Borau considera que "el cine es igual de difícil ahora que antes"

  • El cineasta aragonés recibió anoche el Giraldillo de Honor como homenaje a su carrera · Descartó la posibilidad de hacer más cine porque desea hacer las películas que él quiere y "no las de los productores"

José Luis Borau cree que ser "amigo" de Javier Martín Domínguez, director del Sevilla Festival de Cine Europeo, es "casi la única razón" para recibir el homenaje que el certamen le brindó anoche con la entrega del Giraldillo de Honor en el Teatro Lope de Vega. En un acto previo al homenaje, el veterano cineasta hacía gala, una vez más, de una perfecta convivencia entre humildad e irónica inteligencia. Borau (Zaragoza, 1929) justificaba así que ante los homenajes siente "grandes reservas", aunque los recibe "muy agradecido". A sus casi ochenta años y con una lucidez luminosa, esta historia viva del cine se permite el lujo de decir lo que quiere sin tapujos: "Como soy un cobarde, prefiero que me dejen en paz a que digan ¿y por qué le hacen un homenaje si ha hecho muy pocas películas?".

Precisamente, el aragonés habló de su (escasa) posibilidad de afrontar nuevos proyectos cinematográficos. "No depende de mí. Lo que no quiero es la tarea de ser productor", justificó. Puso un ejemplo. Leo, la película que dirigió en 2000, fue una cinta "doméstica, rodada íntegramente en Madrid, sin dietas y sin caballos", detalle éste último donde Borau encuentra "la frontera entre una película barata y una cara". Leo tuvo un presupuesto de tres millones de euros. Hoy, según su director, "costaría cinco o seis". Ahora Borau no quiere "líos con bancos, Televisión Española ni subvenciones". "Mi vida es muy complicada porque estoy involucrado en varias actividades y lo que quiero es que me produzcan la película que me gustaría rodar y no conozco a nadie que lo haga porque los productores quieren hacer las películas que ellos quieren", declaró el también presidente de la Sociedad General de Autores y Editores. A eso se le llama coherencia, pero también, en la mayoría de los casos, perseguir un imposible.

Hacer cine, para Borau, "nunca fue fácil". Su experiencia avala esta categórica tesis: "Tras el éxito comercial de Furtivos me pedían que hiciera otro Furtivos. Yo quería hacer otras cosas. Me sugirieron -continúa- una adaptación de Divinas palabras, de Valle-Inclán, porque salen tarados y todo eso", comentó en relación a su filmografía.

Para evitar que las nuevas generaciones se encuentren con los mismos problemas con los que se topó en sus comienzos, dedica su tiempo a la Fundación José Luis Borau por tres razones: "por edad, porque no tengo familia y porque el cine es igual de difícil ahora que entonces". Para el ex presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas casos como los de Bardem y Berlanga, "que empezaron llevando bocadillos a los actores", se dan muy poco. La fundación, que cuenta con Icíar Bollaín y el escritor Marcos Giralt entre sus patronos, otorga becas en escuelas de cine de Madrid, Valencia y Barcelona. Además tendrá un archivo, una biblioteca y publicará textos que si bien "no tienen interés comercial para las editoriales, lo tienen para estudiantes y estudiosos".

Respecto a la necesidad de estudiar e implantar el cine europeo, destacó la importancia de festivales como el que se celebra en Sevilla hasta el sábado. Según Borau, el cine continental "está falto de atención por los europeos, porque el público sólo distingue tres clases de cine: el americano, el bueno según ellos; el español, que es el malo; y las películas extranjeras, que son las europeas. Al cine extranjero van muy poco, y al español, menos". De su contribución al cine, señaló que "por gusto" no vería ninguna de sus películas. "Rodar equivale a fracasar, porque una película nunca sale como pretendes. Eso me deprime y soy un histérico incluso con los halagos". Ayer recibió uno (uno más en su carrera) en el marco de un festival que acaba de echar a andar.

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