Juana de Arco | Festival de cine de Sevilla

¿Quién puede quemar a una niña?

Lise Leplat Prudhomme vuelve a ser Juana de Arco en el filme de Dumont.

Lise Leplat Prudhomme vuelve a ser Juana de Arco en el filme de Dumont.

La obvia ocurrencia de programar seguidos los dos musicales de esta sección oficial le hace un flaco favor a la segunda entrega de Juana de Arco de Dumont a partir de Péguy, y no sólo por comparación con la sublime e hilarante ligereza de Technoboss. Ya se encarga el propio cineasta francés de anestesiar y minar poco a poco su propuesta iconoclasta y esquinadamente trascendental sobre la figura de la heroína y santa de Orléans a golpe de anacronismos, solemnidad caricaturesca y esa flagrante ausencia de ritmo interno que hace de su filme un suplicio sin redención ni recompensa.

Dilatados los momentos cumbre de una historia conocida de las arenas de Lorena a la majestuosa catedral gótica de Amiens, entre parlamentos, soliloquios y un juicio teatral de veras interminable, Dumont espiguea sus cancioncillas de base electro o las entradas de otras músicas elegíacas en un vano intento por distanciarse de Dreyer, Bresson, Rivette y otros ilustres precedentes para poner su sello desmitificador sobre unos materiales canónicos que se quieren ahora objeto de relectura contemporánea. Entre verdaderos actores en registro chanante y los habituales freaks maltratados por la genética, esta Juana cantarina, rebelde y chillona bien merece acabar en la pira del olvido.