Declaración de alsasua Sin novedad: la zanahoria de la apuesta por la política se combina con el palo de la sumisión a ETA

¿Otro viaje a ninguna parte?

  • La izquierda 'abertzale' trata de resucitar en Alsasua pero los crédulos también corren ya peligro de extinción

Las matemáticas no son tan exactas como parecen. Dos medias verdades nunca suman una verdad. Suman una mentira. Y gorda. Un ejemplo. Primera media verdad: la izquierda abertzale ha proclamado de nuevo en la localidad navarra de Alsasua (el 14 de noviembre fue el día de autos) que apuesta exclusivamente por las vías políticas y democráticas para solucionar lo que llama conflicto vasco. Segunda media verdad: la izquierda abertzale marca distancias con ETA. Resultado: la izquierda abertzale no acaba de renegar de eso que llama lucha armada y que consiste en asesinar a los adversarios políticos, y sigue incapaz de toserle a los terroristas con el argumento de que las condenas son baladíes.

Así que Batasuna, la de las mentiras gordas, una vez borrada del espectro parlamentario parece abocada a la definitiva extinción en las instituciones democráticas a la vuelta de esa esquina de las municipales de 2011, una vez disueltos los grupos de ANV -por orden del Tribunal Supremo el pasado mes de julio- en 125 ayuntamientos vascos y navarros y en las juntas generales de Álava.

Pero nada es definitivo y la izquierda abertzale radical trata de sobrevivir con una nueva huida hacia delante que parece calcada de la propuesta que lanzó Arnaldo Otegi en el velódromo de Anoeta en noviembre de 2004, cuando se estaba fraguando el último alto el fuego de ETA, que voló en Barajas con el asesinato de dos inmigrantes ecuatorianos en diciembre de 2006 tras tres años y medio sin asesinatos, el mayor paréntesis nunca abierto por la banda. Sus últimas víctimas mortales por ahora son los dos guardias civiles asesinados el 30 de julio en Palma de Mallorca al estallar una bomba-lapa en los bajos de su todoterreno, un día después de una masacre fallida en la casa-cuartel de Burgos, donde una furgoneta-bomba dejó 60 heridos. La otra víctima mortal del año es el inspector Eduardo Puelles, al estallarle una bomba-lapa en los bajos de su coche el 19 de junio, sólo tres días después de que el consejero de Interior del Gobierno vasco, Rodolfo Ares, y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, acordaran reforzar la colaboración en la lucha antiterrorista entre Ertzaintza, Policía y Guardia Civil. Semanas antes, ETA trató infructuosamente de dar su siniestra bienvenida al primer lehendakari no nacionalista, ese desengañado Patxi López que tuvo que chupar el banquillo del Tribunal Superior de Justicia vasco por el encuentro que mantuvo con Arnaldo Otegi y otros cuatro jefes de Batasuna en junio de 2006, cuando el dirigente socialista veía posible cuadrar ese círculo vicioso de la pacificación.

Ya no. Nadie cree a Batasuna extramuros del nacionalismo vasco. La Declaración de Alsasua es una actualización de los postulados de Anoeta que destila aroma irlandés y que apuesta por una acumulación de fuerzas abertzales y activar un proceso político "sin injerencias" y que discurra por "vías y métodos políticos y democráticos".

Un dejá vu en toda regla de esa visión -entre lo angelical, la jeremiada y la amenaza velada- de Otegi en Anoeta. Es la consagración de la perpetuación del discurso de Batasuna, que repite como un mantra que el actual marco jurídico-político ciega la salida del laberinto vasco y que se debe sustituir el enfrentamiento armado por el diálogo.

No se sabe bien si por cinismo, por cobardía, o por la suma de ambas, pero ETA está, como siempre, de más en la ecuación de la pacificación y la izquierda abertzale radical sigue, como siempre, reacia a ponerle el cascabel al gato.

El Gobierno, escarmentado tras el gran fiasco, se muestra inflexible ante los cantos de sirena: "No habrá final dialogado con ETA y Batasuna no volverá a las instituciones mientras ETA siga viva". Más claro, el agua. Palabra del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Tampoco le concede ningún crédito a la Declaración de Alsasua -acabáramos- el PP. "Están muy nerviosos y en la ruina, ya que se acercan unas elecciones municipales y no pueden tener concejales, ni alcaldes ni diputados forales y, ante esta nueva estafa de Batasuna, sólo queda seguir apretándoles", destaca el líder de los populares vascos, Antonio Basagoiti.

¿Y el PNV? Pues ni contigo ni sin ti a lo que parece. El líder guipuzcoano, Joseba Egibar, considera "coherente" la propuesta de Alsasua. Al tiempo, el presidente de la dirección peneuvista en Vizcaya, Andoni Ortuzar, la desprecia sentenciando que la izquierda abertzale "ha perdido la credibilidad".

Más claro lo tienen en Eusko Alkartasuna. Ikerne Badiola, su secretaria de Comunicación, señala a este periódico que hay un "serio debate" en la izquierda abertzale aunque advierte que las últimas detenciones dan alas al sector inmovilista. "Los dirigentes de la izquierda abertzale tradicional y su cuerpo social apuestan por las vías políticas. Nos consta, aunque no está hecho", apunta Badiola. ¿ETA apoyará la propuesta? "ETA no es un agente político. Y no nos importa lo que diga, sólo le exigimos que abandone definitivamente la violencia", agregan desde Eusko Alkartasuna. Pues las últimas noticias son malas: en la ponencia mugarri (punto de inflexión), un documento de 50 folios que redactó la dirección de ETA a finales de octubre, siempre según la cadena Ser, la organización terrorista replica ante la Declaración de Alsasua que "la lucha armada es un instrumento muy eficaz para mantener la presión contra el Estado y reforzar las condiciones de una solución democrática".

Ser o no ser. Ésa es vieja la cuestión. Siempre se venderá mejor una mentira verosímil que una verdad increíble. Ésa es otra. El tiempo dará y quitará razones.

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