María Jesús Montero | Portavoz y Ministra de Hacienda

Galones para el engranaje de la coalición

  • La titular de Hacienda ve premiado su papel negociador y su capacidad de entendimiento con Unidas Podemos

María Jesús Montero María Jesús Montero

María Jesús Montero / Rosell

En su último día como consejera de Hacienda de la Junta, María Jesús Montero recibió algunas de las felicitaciones más cariñosas de Inmaculada Nieto y Carmen Lizárraga, diputadas de IU y Podemos en la pasada legislatura andaluza. Con la primera, que ahora es portavoz de Adelante Andalucía, conserva una amistad de muchos años. Con la segunda, que abandonó Podemos y la política -aunque volvió con el partido de Errejón- logró cierto entendimiento a pesar de que las relaciones entre el PSOE y Podemos en Andalucía nunca han sido demasiado fructíferas. Es una de las cualidades la ministra de Hacienda, el reconocimiento de sus méritos por parte de sus contrincantes, que ahora tendrán más ocasiones para hacerlo. Pedro Sánchez ha decidido darle galones en el nuevo Gobierno, y esta médico sevillana será la cara visible del primer Ejecutivo de coalición que dirige España desde los tiempos de la segunda república.

Montero, nacida en 1966, será la portavoz y servirá de enlace entre dos partidos que, hasta hace varios meses, parecían condenados a no entenderse. Ella logró lo que parecía imposible en una materia que controla de sobra, la negociación de unos Presupuestos. En Andalucía fue capaz de armar tres cuentas con los bisoños diputados naranjas de Ciudadano. Tras coger el AVE a Madrid, hizo lo propio con Podemos. Desde entonces no ha parado de negociar con ellos. Primero, las fallidas cuentas generales de 2019. Después, el programa de la coalición que ella engrasará cada viernes desde la sala de comparecencias de La Moncloa.

Fue precisamente en ese debate de Presupuestos, en los momentos más bajos del primer Gobierno Sánchez, cuando Montero dejó ver su potencia. Al menos, para los que habitan la Villa y Corte. Al sur de Sierra Morena nadie se sorprendió en aquel debate, que aprovechó para apabullar a Ana Oramas por un traspié de la diputada canaria. "Esto no son las Tres Mil Viviendas", le espetó la política isleña, que acabó visitando el barrio sevillano como propósito de enmienda por un comentario relacionado con el marcado acento sureño de la ministra.

Ahora tendrá que enfrentarse al mismo reto que la encumbró en Madrid: la elaboración del Presupuesto que permita a la coalición llevar a cabo sus políticas. Sánchez confía en la capacidad de negociación de una política que comenzó en la gestión sanitaria para después ganarse la confianza de hasta tres presidentes andaluces: Manuel Chaves, quien la ascendió consejera de Salud; José Antonio Griñán y Susana Díaz. Ahora, cuando mire a su tierra, se encontrará con un Gobierno hostil que la ha convertido en objeto de sus ataques hasta el punto de lograr su reprobación en un Parlamento andaluz que ella reconoce como su casa.

Sobre su relación con la actual líder del PSOE andaluz se han vertido ríos de tinta. Hay quien la ve como la sustituta más obvia de la ex presidenta. Ella lo rechaza cada vez que le preguntan. No ha sido política enfrascada en la vida orgánica, aunque se identifica con la marca del partido y la rosa como cualquiera que la conozca la identifica con sus trajes rojos y el tono pedagógico que caracteriza sus intervenciones. Hubo quien quiso erosionar su ascenso asimilándola a los gobiernos de Chaves y Griñán condenados en los ERE, pero Pedro Sánchez no debe opinar lo mismo.

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