La 'nueva normalidad' es un plagio

Sánchez usó la misma expresión en diciembre para explicar la fortaleza de la coalición PSOE-UP y en abril para definir la interinidad hasta que haya vacuna para el Covid-19.

Pedro Sánchez, 30 de diciembre de 2019 en la presentación del programa de la coalición PSOE-UP.

Pablo Casado se ha mostrado hoy dispuesto a apoyar el decreto de la nueva normalidad si el Gobierno se sienta con el PP. Pero la nueva normalidad es un timo. En realidad es un plagio que se ha hecho a sí mismo el escritor de discursos del presidente del Gobierno. Pedro Sánchez utilizó la expresión nueva normalidad dos veces el 30 de diciembre de 2019 para explicar la fase de fortalecimiento de las instituciones en la que entraba España con el gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos. Y autoplagió el término el 9 de abril de 2020 para definir también como ‘nueva normalidad’ el período de interinidad que se abriría en el país desde el final del estado de alarma hasta que se encontrase un remedio contra el Covid-19. Después, él mismo y sus ministros han repetido esa muletilla cientos, miles de veces, y han provocado que imiten la expresión políticos de todas las tendencias y periodistas de todos los medios.

El concepto ‘nueva normalidad’ además de parecer una cursilería es un oxímoron. Normal es sinónimo de habitual y contrario a nuevo. Pero Sánchez lo utilizó en la presentación del programa de la ‘coalición progresista’ en una sala del Congreso de los Diputados el 30 de diciembre. “Este acuerdo obedece a una nueva normalidad institucional, presente en muchas democracias de nuestro entorno. Los Gobiernos de coalición son parte de esa nueva normalidad que tenemos que asumir con inteligencia y con generosidad. Y sobre todo y ante todo, con vocación de compartir el poder para fortalecer a nuestras instituciones”.

Ahí quedó la cosa, hasta que el 9 de abril en la solicitud de la segunda prórroga del estado de alarma deslizó el mismo truco literario, para definir una situación completamente distinta. Frente a la estabilidad de la que quiso investir a su gobierno minoritario, esta vez se valía de la fórmula para explicar la inestable situación en la que quedaba el país hasta que se encontrase una solución a la pandemia. Sánchez informó que el paulatino levantamiento del confinamiento, que ya estudiaba el Gobierno, dependería de la evolución del coronavirus en España y el resto del mundo. “Cada avance semanal que arrojen esos marcadores hará posible la apertura de nuevos espacios y el levantamiento de restricciones a la nueva normalidad". Y añadió que la "normalidad sólo será plena cuando el mundo disponga de una vacuna eficaz".

En realidad en la veintena de comparecencias que ha realizado el presidente en los últimos tres meses y medio ha buscado, sin encontrarlo, un patrón de comunicación. Un día tuteó a la audiencia y no le funcionó; así que volvió a  hablar de usted a los españoles. Otro día ensayó con símiles bélicos: guerra, enemigo, ataque, campo de batalla, invasión, armas, combate, frente, lucha… hasta 30 alusiones, a casi dos por minuto. También abandonó esta fórmula. Finalmente, su escritor de discursos se plagió a sí mismo y se entregó a la nueva normalidad. Y ha tenido éxito, porque ha distraído a la oposición y a los medios. Ha dado lugar a mucha controversia, pero sólo era un recurso y ni siquiera era original: le ha valido para un roto y para un descosido. Hasta Pablo Casado se muestra dispuesto hoy a apoyar el decreto de la nueva normalidad, lo que se prestaría a confusión: ¿cuál de las dos nuevas normalidades negociaría el PP? 

  

        

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