Caso nóos

El azote de la Infanta

La ley es igual para todos. El juez José Castro, armado con tesón, se lo ha demostrado a los españoles sentando en el banquillo a Cristina de Borbón, hija y hermana de reyes.

Lo proclamó literalmente la primera vez que la imputó, en abril de 2013. Pero la Audiencia de Palma anuló luego la imputación en la que consideraba a la Infanta cómplice y cooperadora necesaria de los delitos de su marido.

Volvió a imputarla en enero de este año y se topó entonces con la reacción airada del fiscal Anticorrupción, que hasta el señalamiento de Cristina de Borbón había caminado con él de la mano en la investigación del caso Nóos. La Audiencia de Palma la desimputó en noviembre por el delito de blanqueo de dinero pero no echó atrás la acusación por dos delitos fiscales. Y Castro sentenció ayer el asunto mandándola al banquillo.

Al magistrado, de aspecto serio y bonachón, algunos lo califican de "juez justiciero". Cuando en febrero sentó a la infanta Cristina ante de un retrato de su padre, el aún rey Juan Carlos I, y la interrogó durante más de cinco horas, a la sala del juzgado de Palma de Mallorca llegaba el bullicio de los manifestantes: "Castro, amigo, el pueblo está contigo", coreaban. Pese a todo, una parte de la opinión pública dudaba de que fuera posible ver procesada a una Infanta de España.

Dentro de su ámbito, hay jueces y fiscales que califican a Castro de "valiente". "No se arruga ni desfallece ante esos casos complejos", decía hace tiempo un compañero. "Busca la verdad a fondo y hace respetar la ley con severidad", en palabras de un fiscal.

Los conocidos lo llaman Pepe porque así lo pide él, un hombre campechano según su círculo, que nació en Córdoba en 1947. Fue funcionario de prisiones, secretario judicial, juez de magistratura y es juez de instrucción desde hace casi un cuarto de siglo. Su forma de vestir, alejada la mayoría de las ocasiones de corbatas y trajes, contrasta con la de otros jueces y fiscales. Sobre todo sus chaquetas de cuero, reminiscencia de sus tiempos de motero, cuando llevaba una cilindrada muy superior a la que conduce ahora.

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