Recuerdos de Fidel Castro en Sevilla

Volvió a los Juegos y rechazó el Oro

  • Fidel Castro visitó Sevilla el 26 de julio de 1992 y recibió de Rojas-Marcos las llaves de la ciudad.

  • María Teresa Otero, jefa de protocolo de la Expo, lo acompañó en la visita a Cartuja.

Fidel Castro firmó en el libro de la Expo 92. Llegó a Sevilla el 26 de julio de 1992 formando parte de la delegación de 17 jefes de Estado y de Gobierno que habían participado en Madrid los días 23 y 24 de julio en la segunda Cumbre Iberoamericana. El líder cubano se dio un baño de españolidad. El 25 de julio brilló junto a Nelson Mandela en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, presencia significativa después de que Cuba, una de las potencias del medallero, hubiera boicoteado los Juegos de Los Angeles 1984 y Seúl 1988.

Al día siguiente de su paso por Sevilla, se celebraba el día Nacional de Cuba, pero Fidel Castro no acudió porque se lo impidió su apretada agenda. El 27 de julio, su paisano Manuel Fraga Iribarne, presidente de la Xunta de Galicia, lo esperaba en el aeropuerto de Santiago de Compostela para acompañarlo en un viaje a la patria de sus ancestros.

Su visita a la Expo estuvo a la altura de la singularidad del personaje. Testigo de excepción, María Teresa Otero Alvarado, que llevó el protocolo de los 158 días nacionales de la Exposición Universal. "Estuve todo el día al lado de Fidel Castro", recuerda esta acreditada profesional del Protocolo y las Relaciones Públicas. Los mandatarios se fotografiaron en la fachada del Monasterio de Santa María de las Cuevas, piedra angular de la celebración. Allí estaba Fidel con el mexicano Carlos Salinas de Gortari, el brasileño Fernando Collor de Melho o el argentino Carlos Menem.

"Ese día comprobé que ese tipo de personajes siempre terminan siendo superados por su aparato", cuenta Otero Alvarado, que trasladó su experiencia en la Expo a una tesis doctoral. "Fidel Castro protestó porque lo habían apartado del resto de jefes de Estado, que fueron a ver una de las exposiciones monográficas titulada El oro de América. Le tuve que decir que había sido una decisión de su propio equipo. No podía refrendar con su presencia el expolio español en América".

La alternativa fue llevarlo al Pabellón de Cuba, obra del arquitecto José Ramón Moreno. "Visitó las instalaciones y estuvo hablando con la gente". No fue una visita fácil. "Hubo un problema en el microbús. La gente de seguridad y de personal iban de pie y dije que así no podíamos ir. Fue el propio Fidel el que les dijo que se bajaran". A María Teresa le preguntó si estaba casada, por su familia, por su trabajo. "Hablaba maravillas de la reina Sofía, con la que había venido sentada en el avión desde Barcelona. Me dijo que la Reina le había hablado de su pasión por la arqueología".

En el Ayuntamiento de Sevilla, Alejandro Rojas-Marcos le entregó las llaves de la ciudad. Un regalo para el alcalde andalucista. En las elecciones municipales celebradas la primavera de 1991, el más votado fue Luis Yáñez, el auténtico muñidor de las Cumbres Iberoamericanas. Rojas-Marcos obtuvo la alcaldía con el apoyo del Partido Popular; Soledad Becerril, portavoz del mismo, se negó a asistir al encuentro con Fidel Castro.

La orden la hizo extensiva a todo su grupo, pero Manuel García, entonces delegado de Seguridad y hoy hermano mayor de la Macarena, debió entender que no podía despreciar la ocasión de retratarse con quien algún día estaría en los libros de Historia. Al boicot de Soledad Becerril se sumó por otros motivos Amparo Rubiales, que sustituyó a Yáñez de portavoz socialista. Después de ocho años de boicot, Fidel saltó en Madrid, lanzó en Barcelona y corrió en Sevilla.

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