oscar martínez ! doctor en bellas artes

"A pesar de todo, viajar te proporciona una forma única de crecer"

Oscar Martínez, autor de 'Umbrales'.

Oscar Martínez, autor de 'Umbrales'. / D.S.

Un libro sobre puertas. Sobre entradas a santuarios prehistóricos, a templos egipcios, griegos y romanos, a iglesias medievales y fortalezas. Doctor en Bellas Artes por la Politécnica de Valencia, Oscar Martínez (Almansa, 1977) realiza en ‘Umbrales’ (Siruela) un periplo a través de la cultura, el arte y la historia a partir de pasos que pueden resultarnos familiares, pero en los que intenta “sorprender un poco al lector, dentro del juego de revisitar lugares en los que puede haber estado. Una invitación al descubrimiento y al reconocimiento”.

–¿Cómo se le ocurre hacer de las puertas un tema?

–Pues surgió a partir de una serie de reflexiones a las que quería dar forma. Incluía viajes y arquitectura, pero no quería que fuera un título al uso sobre estos temas... De hecho, empecé a escribirlo hace unos dos años y, luego, curiosamente, nos encerraron. No creo en el destino ni nada de eso, pero el libro se escribió realmente entre marzo y agosto de 2020, y espero que al lector le sirva para volar, como me sirvió a mí.

–De todas las puertas que describe, ¿cuál ejerce mejor su función de unión de mundos?

–Pues puede que el dolmen de Menga, en Antequera, porque reúne diferentes momentos de la historia. Y los túneles de la Regaleira. Una puerta que a mí me entusiasma es la del Pabellón de la Secesión, en Viena, porque da paso realmente a otro mundo, a la modernidad

–Uno de los pasos más sorprendentes es el monumento funerario a Ramses, que relaciona con ‘La rendición de Breda’...

–Cada capítulo es una excusa para hablar de algunos temas que a mí me entusiasman y tratar de sorprender al lector con esas asociaciones. Por eso estás en Egipto y, de repente, saltas a Flandes. ¿Por qué? Para reflexionar sobre el hecho de que las imágenes siempre han sido producidas por los poderosos, que han escogido el mensaje que quieren mostrar, que no suele coincidir mucho con la realidad.

–Entre esas asociaciones inesperadas que menciona, la de las columnas externas y el bosque.

–La imitación de un bosque es una de las posibles explicaciones a la existencia del peristilo, que aparece de repente en la arquitectura griega, y cuando la descubrí me pareció preciosa. Si nos paramos a pensar es una de esas imágenes que tenemos tan asimiladas que son obvias y lógicas, y no tienen ninguna lógica, porque el soporte es interno. Ese momento de la historia de la humanidad supone una emancipación de la naturaleza.

–Uno diría que es uno de los signos de lo humano, el construir más allá de lo utilitario.

–Junto con la escritura, yo diría que son los dos grandes signos de la humanidad:el domino de la palabra y del espacio. La historia comienza con la escritura, pero casi de la mano va la arquitectura. Hay animales que también construyen y se comunican, pero no tienen la perdurabilidad del lenguaje ni la potencia o el simbolismo de la arquitectura.

"La historia comienza con la escritura, pero casi de la mano va la arquitectura"

–”¿Sigue siendo una puerta un umbral que no se puede traspasar?”, se pregunta. ¿Sigue siendo una ciudad aquella en la que no se puede vivir? Lo digo por Venecia.

–Pues la verdad es que tiene poco sentido. No quiero tener una actitud esnob con respecto al turismo, porque yo mismo soy uno más. Lo que intento es animar al lector a que busque momentos o lugares en los que disfrutar de experiencias de forma más tranquila, más pausada y enriquecedora. Es cierto que los vuelos de bajo coste han democratizado la experiencia del viaje, pero también es cierto que la masificación hace que, por ejemplo, no puedas entrar en los templos griegos. Y, por un lado, esta masificación es dañina para el clima y la personalidad de las ciudades, pero también es una forma de crecer única que no te dan otras cosas. En sitios como Venecia, claro, la relación con el turismo es de amor-odio.

–Entre todos los umbrales que menciona, creo que ninguno tiene el poder evocador del portal de la joyería Fouquet, desgajada en el Carnavalet. Resultaba anacrónica en el mundo feroz tras la Gran Guerra.

–El siglo XX se dice que empieza tras la I Guerra Mundial y termina con la caída del Muro. El Art Nouveau, con todo lo que tenía de delicado, simbolista, feérico... no tenía lugar tras lo que había visto el mundo, y en el mundo que llegó. Se habla de la belle époque yo creo que porque fue bella, sobre todo, por contraste. Todo ese movimiento fue arrasado por las vanguardias, el racionalismo y un cambio de tendencia estética de los más radicales que se han visto. En cuatro años, pasó una época entera.

–Algo similar podría plasmar Bomarzo: las certezas se rompían, había nuevos continentes, nuevas religiones. Empezaba a surgir lo moderno.

–Las metamorfosis son dramáticas, como vemos en esa época de las Guerras de Religión en Europa. Los tiempos interesantes, que decimos, las grandes transformaciones se llevan por delante culturas, vidas... Pero también surgen genios capaces de poner por escrito, o en piedra, o en pigmentos, todo lo que ocurre. El manierismo es un periodo que me encanta, y suele estar muy mal explicado porque se encuentra entre dos grandes momentos, el renacimiento y el barroco. Pero, a cinco siglos vista, es fantástico.

–¿Qué puertas quedan por cruzar?

–Volvería a cruzarlas todas, pero cualquier puerta en Italia se lleva el honor. Roma es mi ciudad favorita, y me encantaría volver a Bomarzo.

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