Miguel Ríos | Músico

"No hay cosa más triste que la pensión de un músico"

El músico Miguel Ríos.

El músico Miguel Ríos. / Carlos Gil

-Se supone que estaba ya usted retirado.

-Eso pensaba yo. Pero me llamaron mis colegas de El gusto es nuestro para repetir la experiencia veinte años después, y… ¿quién le dice que no a Ana Belén, Víctor Manuel y Serrat? Sobre todo, después de haber resistido dos décadas en un "casi" perfecto estado de revista. Después, el Synfhonic Ríos… en fin, que no le dejan a uno.

La soledad es la eterna pandemia de la tercera edad"

-¿Y este disco ahora?

-En la gira sinfónica empecé a escribir nuevas canciones con Jose Norte, guitarrista y productor de mis últimos discos. La vida del jubilado voluntario es algo aburrida, qué quiere que le diga. En las navidades del 14 había hecho un concierto acústico a beneficio de Un juguete una ilusión, en el Teatro Monumental. Reuní ese trío de músicos y empezamos a grabar el nuevo material. Y en eso estamos.

-Se podría pensar que es que no le llega la pensión.

-Y pensaría bien. No hay cosa más triste que la pensión de un músico. Si no llega a ser por mis mecenas, por la gente que durante casi sesenta años compró mis discos y vino a mis conciertos, no podría vivir de una forma tan desahogada. Le doy gracias a todos por haberme escogido y por su fidelidad.

-Se lo dedica usted a todos los que nacieron a mitad del siglo pasado. ¿Fue una buena cosecha?

-Inmejorable. Fue la generación que usó el rock&roll como catecismo de liberación. La que recogió toda su energía y la canalizó como forma de expresión y de vida. La que sacó a los jóvenes de la obediente servidumbre filial y les dio carta de naturaleza política. Aquí con el retraso que imponía la dictadura, pero llenábamos las matinales rocanroleras del Circo Price en los primeros sesenta. Aunque en mi canción la protagonista es una chica, un género todavía en lucha.

-¿También es un canto contra la soledad de la tercera edad?

-Sí, la soledad es la eterna pandemia de la tercera edad. La pérdida de prestigio de la senectud, que somos los jóvenes de entonces, es, también, política. Resulta cuando menos curioso que los derechos que ayudamos a establecer como el Estado del bienestar, la sanidad pública y universal, que han contribuido a que vivamos más años, les venga tan mal a la política de beneficio máximo neoliberal. Por eso los recortes.

-¿Y dice usted que esta idea no es nueva?

-No. Viene rondando mi cabeza desde que decidí volver a escribir canciones, como casi siempre, sobre lo que me pasa. Siempre he intentado contar lo que vivía en todas las edades por las que he pasado.

-Dijo usted que la muerte en las residencias de ancianos durante la pandemia es lo más trágico que ha pasado en la democracia.

-Es que ha sido horrible. Dantesco. Sobre todo, lo que se va sabiendo de los días más aciagos de la plaga. Tuvo que ser una locura vivirlo dentro y una angustia insufrible para los familiares que, impotentes, veían que sus seres queridos morían de una forma indigna.

-¿Da un mensaje social o político con el disco?

-Sólo quiero transmitir emociones con mi música. Pero las emociones no son inocuas. Obedecen a sentimientos que tienen que ver con la vida. Y la vida, tal como la concebimos hoy, está salpicada de sociedad y la sociedad de política.

-¿Qué tiene el blues que no tenga otro tipo de música?

-El blues es como la madre del buen vino, está en la base de toda la música popular americana. El canon sonoro que ha dominado el mundo durante los últimos setecientos años. Se basa en una escala de doce notas. La evolución cultural musical ha consistido en mezclar esas notas con diferentes raíces. Además, tiene a los negros, que son la raza mejor dotada para contar el sufrimiento.

-¿En qué cambiaremos tras el coronavirus?

-Supongo que en poco. Y, al paso que vamos, hay virus para rato. No he visto más descerebrados por metro cuadrado en años.

-¿Qué echa de menos en esta época

-Con la edad uno echa cosas de más. Soy más frugal, menos tiquismiquis, más consciente de la enorme suerte que he tenido al vivir este tiempo en el que caben mil vidas. Soy un corazón tendido al sol, que diría Víctor Manuel.

-¿Le quedan sueños por soñar?

-Sueños colectivos. El cupo de los personales está casi lleno y en ellos veo a los míos saliendo adelante en medio de la hostilidad. Sueño que otro mundo es posible. Un mundo donde haya un cambio de paradigma y lo que hoy se valora como lo máximo, mañana pierda valor. Que ser el primero no sea mejor que ser el segundo o el tercero, que ser obscenamente rico esté virtuosamente mal visto. Que no necesitemos vivir por encima de nuestras posibilidades, pero que no consintamos una existencia por debajo de nuestras necesidades.

-Lo de volver a Granada…

-Granada está en mi mente, como Georgia estaba en la de Ray Charles. Salvando las distancias a favor de Ray y de Granada, claro.

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