María Alcantarilla | Poeta y fotógrafa

“Despreciar la diferencia revela la propia ignorancia”

María Alcantarilla.

María Alcantarilla. / Luis Serrano

En un mundo saturado de mensajes publicitarios e ideológicos, contar con una formación psicológica y periodística ayuda a María Alcantarilla (Sevilla, 1983) a aprehender la logosfera con poso. Esta poeta y fotógrafa dirige el Taller de Escritura Autobiográfica de la Universidad de Cádiz, ciudad en la que reside. Considerada una de las representantes más importantes de la poesía joven en España, Alcantarilla presentó recientemente en la librería Caótica de Sevilla su último poemario, Introducción al límite (Colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara).

–¿Es la neurosis un posible diagnóstico del estado actual del mundo?

–Entiendo esa neurosis como una enfermedad endogámica en la que el yo primero, el que está más cerca de la infancia y, por tanto, el más lúcido, termina por fagocitarse a sí mismo. Nos falta comunicación con el exterior. Ésa es la carcoma actual del mundo.

–¿No hay saturación de información, demasiados estímulos por todo lados?

–Hay demasiada información, lo que degenera en una absoluta falta de humanidad. El hecho de estar constantemente expuestos produce, más que una herida, una postilla que ya no duele.

–¿Son demasiados los medios de comunicación?

–No son necesariamente los medios de comunicación los únicos responsables, son las relaciones personales deficitarias y la falta, por escaso contacto real con los demás, de juicio crítico. Nadie habla de lo íntimo. Conocemos hasta los apellidos de los personajes de nuestras series favoritas y, sin embargo, desconocemos el apellido del vecino, cómo se siente, cómo ha sido su infancia. O, en todo caso, si necesita algo de nosotros.

–Más patologías de la contemporaneidad... ¿No percibe una tendencia entre nuestros coetáneos a despreciar a quien piensa diferente a nosotros?

–Me temo que es otro síntoma del aislamiento en el que vivimos. A nivel intelectivo, eso pasa factura. Y da igual que uno tenga 18 años, 38 ó 58. Nos desenvolvemos con soltura a nivel mediático y tecnológico, por ejemplo, pero nos falta perspectiva. Despreciar la diferencia revela indirectamente la propia ignorancia.

–El lenguaje es la materia prima de su trabajo. Y ahí están presentes las imágenes y las mil palabras.

–Nunca he creído que una imagen valga más que mil palabras, ni al contrario. Quizá por eso vivo en una tensión perpetua y gustosa en ambas, fotografía y palabra, que, en el fondo, me parece de lo más nutricia.

–Las redes sociales han potenciado un tipo de comunicación que combina la imagen y la palabra. Y la política está ahí. ¿Qué eslogan político destacaría de los últimos años?

–Sinceramente, no he prestado atención. La política actual me parece un tanto pedestre. Es saludable seleccionar qué información entra en tu cabeza para quedarse y cuál no.

–¿No ha prestado atención a la política de los últimos diez años?

–Sí, sí, pero no he memorizado ningún eslogan. Me parece todo tan fútil de un tiempo a esta parte. Creo que sobran egos y falta compromiso. Quizá, también sobre testosterona.

–Durante un tiempo recitó disfrazaba de cantante antiguo. ¿Quiere proponer el debate sobre el sexo y la identidad?

–Para mí, cualquier manifestación en este sentido tiene cabida. Cuanto más libres seamos, y me refiero a la aceptación propia y a la ajena, más aprenderemos. Como individuos, aún nos queda mucho trabajo en el ámbito personal, una cierta labor de autoconocimiento. Los conceptos femenino y masculino han caído en cubículos cerrados y casi se nos olvida que no tienen rostro, que lo femenino no es necesariamente mujer y lo masculino no es necesariamente hombre. Esta pregunta daría para mucho…

–En tiempos de trincheras, en el que se intentan parcelar los dos sexos, usted usa un masculino neutro en su escritura.

–Entre el él y el ella, me quedo con el nosotros. Me parece que es el modo en que mejor nos podemos entender, como individuos y en colectividad.

–¿Es entonces una necesidad de comunicarse?

–Nunca me han interesado las separaciones, ni él ni ella, ni yo ni tú... Desde que era niña trabajo con el masculino neutro. Pero es por eso, por el intento de hablarle a la humanidad, no sólo a un colectivo.

–Le preguntaba antes sobre eslóganes políticos. ¿Destacaría algún eslogan feminista?

–Tampoco.

–¿No tiene interés por los eslóganes?

–Los eslóganes son partidarios y, por tanto, excluyentes. No me interesan. Si excluyes, no estás comunicando, planteas un monólogo vestido de propuesta. Si queremos iniciar una guerra, estupendo, pero yo no voy a participar.

–¿Hay una guerra?

–Ha cambiado de logística y de armamentos. Antes se contabilizaban muertos, ahora se contabilizan adeptos, likes, gente silente, como anestesiada. Las guerras actuales tienen un punto de perversas porque son casi invisibles.

–¿Cree que hay confrontación social?

–Percibo un intento de confrontar a la población para seguir debilitándola. Por mi parte, preferiría retirarme al campo.

–¿No se han convertido las banderas en el cobijo de muchos desencantados?

–Y tanto. La patria es el recurso de los débiles, de aquellos que confunden terruño y existencia como si el hecho de guardarse de lo extraño los fuera a librar de la muerte.

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