Entrevistas

"Lo insólito nutre más que la hogaza de lo ordinario"

-A día de hoy, ¿cuántos relatos tiene escritos y publicados?

-Escritos, cuatrocientos. Publicados, trescientos ochenta. No son demasiados si tenemos en cuenta el lapso de treinta y un años que media entre el primero y el último.

-Y si yo le preguntara por Van Utt y el millar de mundos, ¿sabría decirme dónde se halla y de qué trata?

-Sin duda; todos me han dado tanto trabajo al concebirlos, escribirlos, corregirlos y ordenarlos en la estructura de cada libro, que no tengo más remedio que acordarme de ellos. Van Utt es uno de mis escasos acercamientos a la ciencia ficción, apareció en Granada, año 2039 y otros relatos y estará en Los líquenes del sueño, la reedición de aquel libro tal y como lo concebí en su momento.

-¿Por qué esa predilección por el género fantástico?

-Porque me encuentro cómodo con lo extraño y responde a mi percepción de lo real; porque no me interesa contar lo que le pasa todos los días a todo el mundo; porque el fantástico permite abolir el espacio y el tiempo, hacer posible lo imposible y escapar del repertorio limitado de la realidad; porque me gusta reinterpretarla y jugar con sus límites; porque la razón no agota las respuestas posibles; porque a la luz del fantástico podemos ver rincones apartados que permanecen entre sombras; porque, al ser la mía una literatura de imaginación, me resulta mucho más nutritivo lo insólito que la áspera hogaza de la vida ordinaria...

-¿No es una huida de la realidad?

-No se trata de un plan de evasión (y si lo fuera, sería de una huida de los lugares comunes), ni siquiera de una modesta magia contra la opresión de una realidad vulgar, asfixiante o aterradora; es revelación e iluminación, ya que el fantástico amplía el foco sobre la realidad, permite acercarse a las cosas con mayor audacia y llegar a los rincones más increíbles.

-¿Y no le inspira el presente cuasi apocalíptico en que vivimos: crisis económica, cambio climático, terrorismo internacional...?

-El arte no debe limitarse a ser un simple espejo de la realidad, sino ir más lejos, bucear hasta lo esencial, y quizá a las obras le conviene un marco intemporal. Por muy terribles que sintamos hoy los efectos de la delincuencia desatada de políticos, ejecutivos bancarios, empresas eléctricas o especuladores de toda laya, es sólo una espuma cíclica y pasajera, dolorosa pero pasajera. Explorar otras posibilidades, otras perspectivas inéditas, otras dimensiones, lo que hay de eterno más allá de lo cotidiano, es la verdadera misión del relato fantástico.

-Dentro del género breve, se decanta por el microrrelato, ¿qué ventajas encuentra en este molde narrativo?

-Yo escribo relatos; a veces el resultado tiene una línea y otras veces treinta páginas. Pero es cierto, La máquina de languidecer consta de cien microrrelatos y yo soy de los que no necesitan mucha cuerda para hacer un nudo. Siempre me ha fascinado la maravilla de lograr algo en lo que no sobra ni falta nada. La caricia o el zarpazo de un buen relato dejan una huella indeleble en el lector.

-Borges se lamentaba de los escritores que desarrollaban en quinientas páginas ideas que cabía explicar en pocos minutos. Ahora, se ha radicalizado esa actitud y se condensan en cinco líneas historias que habrían necesitado cincuenta para tener un mínimo de desarrollo…

-Es normal que cuando un género vive un momento de efervescencia afloren todo tipo de sedimentos irregulares. Hace años señalé el peligro que supondría llegar a la banalización del microrrelato antes que a su normalización. Pero las efervescencias son siempre interesantes, ya que multiplican las posibilidades de encontrar diamantes entre las cenizas.

-¿Y no pasan por microrrelatos meras ocurrencias?

-Es inevitable cuando lo confunden con un cajón de sastre o identifican brevedad con facilidad de composición. Depende de lo riguroso que sea el creador. A pesar de la maravillosa libertad que le es propia a estos textos, nunca deben ser gratuitos.

-¿Será el relato breve el género literario del siglo XXI?

-La lógica dice que sí (apoyada en el poco tiempo del lector actual, en la fragmentación de la mirada y los mensajes, en la inmediatez de los soportes) pero el mercado nos dice que aún no. Yo prefiero seguir considerándolo una delicatessen, el último reducto (quizá junto con la poesía) donde perviven la integridad, la experimentación, la independencia y la posibilidad de perfección.

-¿Se atreverá alguna vez con una novela?

-Es como pedirle peras al olmo. Las novelas me gustan como lector, pero como autor estoy abocado a la brevedad por inclinación personal, convicción y cortesía hacia el lector, por la concentración máxima de mis historias y por la condenada densidad de mi prosa. Además, me produce una pereza invencible lo caudaloso. Por no hablar de mi lentitud: si tardé cinco años en escribir un relato de quince páginas no quiero pensar cuánto me llevaría una novela.

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