Entrevista a Javier López Peregrino

"Más que profesión o vocación es fe: creer sin ver"

El novillero Javier López Peregrino.

El novillero Javier López Peregrino. / Juan Carlos Muñoz

A Javier López Benítez Peregrino (Jerez de la Frontera, 1999) le quedan un par de asignaturas para terminar el grado en Ingeniería Industrial y Desarrollo de Producto, pero tiene la mente en Villaluenga del Rosario. Allí está acartelado en una novillada el 23 de julio que podrá verse por Canal Sur. De ella puede depender que sea más torero que ingeniero en poco. Mientras llega ese día, entrena a conciencia. A ello le suma su pasión por el flamenco, lo que le ha hecho saber bailar bulerías. "Morante me vio y me dijo que quien sabe bailar, sabe torear".

-¿En qué momento se encuentra de su camino hacia ser torero?

-La pasada temporada fue la más importante de mi carrera. Toreé en televisión, quedé cuarto de Andalucía y debuté en octubre en la Maestranza. Si no llega a ser porque di tres descabellos... Fue el día que mejor he toreado en mi vida. De momento veo mi evolución delante de los animales, tengo la paciencia suficiente y necesaria para seguir aprendiendo. Lo que tenga que decir, si Dios quiere que lo diga, lo diré en la plaza.

-¿El siguiente paso?

-Toreo en dos semanas en Villaluenga del Rosario. Estoy feliz. Si quiero debutar con picadores el año que viene, dependo de lo que haga en televisión. Me veo preparado, pero el Circuito de Novilladas está muy complicado. Si sin picadores se torea poco, con picadores aún menos. Menos mal que está la Fundación del Toro de Lidia. Lo afronto con ilusión y felicidad. Días así dan sentido al entrenamiento.

-¿Siente presión?

-Lo que más me preocupa es el hecho de tener que estar bien sí o sí para poder continuar. Me siento realizado como persona. Más que profesión es vocación. Es fe: creer sin ver.

-¿Siempre tuvo claro querer ser torero?

-Al ser mi padre profesional -Javier López Peregrino padre fue banderillero-, lo he vivido desde pequeño. Siempre he querido ser torero. Para mi comunión me ofrecieron ir a Disneyland y yo elegí los sanfermines. Pero hasta que no cumplí los 18 años no me dejaron dedicarme de lleno. Llevo tan sólo cuatro años. El año que empecé a querer ser torero cerró la escuela de Jerez por decisiones puramente políticas. En Jerez no se da una novillada desde 2015. Por eso, tuve que irme a San Fernando aunque en Jerez haya muchos profesionales. Antes, un novillero tenía que torear muchas tardes para ir a Sevilla o Madrid y ahora es al revés: tienes que ir a las plazas grandes para torear muchas tardes.

-¿Su familia qué tal lo lleva?

-Mi madre lo pasa mal, pero sabe que es mi felicidad. Es cierto que el día que me quite le haré un favor, pero estoy enamorado de la profesión.

-¿Le ha costado compaginar los estudios con el mundo del toro?

-Los toreros deben formarse hoy en día. No ha sido fácil llevarlo todo para adelante. Lo he pasado mal. Lo que más me cuesta es mantener la concentración en cada momento. Me siento maduro para mi edad. Si soy torero, quiero tener mi identidad. Y en eso influye el haberme formado en la universidad.

-Destaca la educación y el respeto que tienen los jóvenes que quieren ser torero, ¿dónde está la clave?

-La familia da la base y la escuela también ayuda. El hecho de querer ser algo en la vida te hace ser más responsable y más estricto. Aparte, el novillero se rodea de gente mayor. Yo tengo amigos de 40 años y sus preocupaciones no son las mismas que las personas de mi edad. La mentalidad de quién tiene claro lo que quiere ser es mu diferente del que no. Ser torero es una forma de vida, de ser y de estar.

-¿Cómo siente el toreo?

-Me considero buen aficionado. Intento sacar lo mejor de cada torero. La impronta de cada torero es fundamental. Me gusta el toreo clásico. El más completo para mía es José María Manzanares padre. 

-¿Y de los que están por llegar?

-Manuel Diosleguarde, Isaac Fonseca, Jorge Martínez, Mario Navas,...

-Hay quien dice que en plazas como Sevilla o Madrid se regalan orejas, ¿hay más público que afición?

-Parece que a las grandes plazas, como Sevilla o Madrid, les ha faltado identidad esta temporada. Que haya más público que aficionados es positivo. Lo importante es que la gente vaya a las plazas. Se irán formando poco a poco y somos los aficionados los que tenemos que guiarlos. Antiguamente se cortaban más rabos que ahora. Era una fiesta mucho más pasional.

-¿Le ve futuro a la fiesta de los toros o los antitaurinos ganarán la partida?

-La corriente antitaurina se ha normalizado. Nos hemos acostumbrado. Más que los antitaurinos, me preocupa el desconocimiento. Muchas personas se mantienen al margen. Tengo muchos amigos que no son aficionados, pero han venido a verme, lo han visto y les ha gustado. Es una pena que la fiesta del toro se haya politizado. Hay que conseguir que los toros interesen a la sociedad. Para ello seria necesario una renovación en el escalafón y un trabajo importante de difusión fuera de las plazas.

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