Entrevista con Antonio Távora

“Lo más duro fue ver las caras de miedo de los ucranianos”

Antonio Távora ante los titulares de la Hermandad de Santa Marta.

Antonio Távora ante los titulares de la Hermandad de Santa Marta.

Antonio Távora (Sevilla, 1966), director de empresas turísticas y ex profesor universitario, lleva cinco años como faro de una de las hermandades más señeras de la capital hispalense, Santa Marta, y, de profesión, organiza sueños. Desde Viajes Triana, su otra casa, también se pone al timón de las ilusiones y las necesidades de miles de personas, pero ser un catalizador nato forma parte de su esencia. Su fe y su manera de entender el servicio a los demás le hace conductor también de emociones. Los cientos de ucranianos a salvo hoy, gracias a tantas y tantas almas empáticas, incluida la suya, bien lo saben.

-¿Por qué decidieron desde la Hermandad de Santa Marta de Sevilla, de la que es hermano mayor, dar un paso adelante y poner en marcha el proyecto de viajar a Ucrania para traer refugiados a España?

–Tiene una historia muy simple que después ha tenido una gran onda expansiva. Estoy convencido de que tuve de mi lado al Espíritu Santo y la idea tomó forma. Por mi profesión en la Agencia de Viajes Triana sabía que podía aportar mucho a la iniciativa. Lo que en principio era algo más sencillo, tras publicarse y correrse la voz, pasamos a tener la opción de hacer algo más grande. Tuvimos muchos ofrecimientos, muchos. De la furgoneta de 14 de la idea inicial se pasó a un autobús, y en la segunda misión tuvimos que fletar incluso un autobús polaco que vino detrás para poder llevar a la mayor cantidad de personas posible; de no llevar nada en principio, pasamos a llevar alimentos y material sanitario; y desde luego a contar en el primer viaje con la Casa de Cristiandad, y en el segundo con las familias que se ofrecieron, que fueron muchas. Todo comenzó con un voluntariado muy grande para acoger, con trabajadores sociales, psicólogos,... los donativos fueron muy generosos y muchas hermandades, parroquias, instituciones, asociaciones, hermanos y particulares, incluso de fuera de Sevilla, aportaron muchísimo, tanto que decidimos ir a por otro viaje. La respuesta de todos ha sido excelente, no tengo ni palabras ni capacidad de agradecimiento. Gracias, gracias y miles de gracias.

–¿Se podría haber hecho algo más?

–Creo que lo que se ha hecho y se hace es impresionante, la respuesta que ha tenido de todos, desde las parroquias más pobres, que han aportado lo que podían, a quienes tenían más posibles. Todo se ha usado, desde una silla de ruedas a cualquier otra cosa. No veo nada negativo, no lo hay. Lo único, que la guerra siga existiendo.

–¿Cómo han sido las incursiones?

–Nosotros éramos seis voluntarios, cada uno aportando lo que sabíamos –un traductor, un médico, una enfermera...–, todos nos pusimos a disposición de la obra del Espíritu Santo, que nos había reunido. Llegábamos en tres noches y hemos ido a dos ciudades fronterizas. Y en función de cuando nos dejaran salir, así comenzábamos a buscar alojamiento para la vuelta. Era una situación muy compleja, porque de hoy para hoy había que solucionarlo. Técnicamente no dejaba de ser un viaje, pero era un viaje sin reservas. No sabíamos ni cuántos pasajeros venían, ni cuándo, ni dónde parar, ni lo que iba a surgir. De hecho llegó a pasar que en la vuelta no encontrábamos alojamiento para los que íbamos, aunque logramos resolverlo.

–¿Cuál es la experiencia más destacada que recuerda?

–La primera vez que vi un campo de refugiados se me partió el alma. Fue muy duro. Y lo más duro fue pasar lista y ver las caras de miedo de esas personas por tenerse que quedar en Ucrania si no cabían en el autobús. Yo rezaba: “Dios mío, que yo cierre la puerta y quepan, aunque alguno nos quedásemos aquí, pero que ellos entren”. Y, desde luego, sin pedirle filiación a nadie. Nosotros no sabíamos quién venía ni cómo venía. Solo hicimos una foto al pasaporte, por los hoteles y por saber quiénes eran, pero nada más.

"No solo ha sido el viaje sino lo que aún está ocurriendo. Es un trabajo de diario, están apoyados y asesorados”

–¿Cuántas personas han llegado en estos viajes?

–Trajimos sobre 150. De las familias que vinieron muchas las hemos repartido por España, hemos sido su medio de transporte. Más de 20 se quedaron en Barcelona, otros fueron para Alicante, a Cartaya en Huelva, a Granada, Málaga, Zaragoza, Santander, Tarragona, Valencia, Castellón... a Sevilla llegaron más de 40 personas la primera vez y la segunda otras tantas, es decir, esas 80 personas sin familia con destino final en la capital sevillana fueron abastecidas con alojamiento, familias, pisos prestados, comida y todo con la ayuda de tanta, tanta gente. Es un trabajo de diario. Documentación legal para todo el mundo, escolarización, salud con tarjeta sanitaria, ellos tienen cualquier problema y llaman. Muchos siguen viviendo en España hoy día, algunos incluso están trabajando, la iniciativa no solo ha sido el viaje sino lo que aún está ocurriendo. Están apoyados, acompañados, asesorados a todos los niveles. Y todo seguirá así hasta que decidan volver. Algunos ya lo han hecho, pero otros muchos continúan aquí. E insisto, en Santa Marta hemos tenido la iniciativa y hemos sido el canal, pero la aportación de todo el mundo ha sido impresionante.

–¿Tienen algún nuevo proyecto en ciernes?

–Desde el 28 de octubre el Vaticano nos ha concedido un año jubilar por el 75 aniversario de la Hermandad de Penitencia. La Fundación de Santa Marta va a tener un año entorno a su figura. Luego, al margen de la obra social que ya tiene y de Ucrania, habrá actuación con la parroquia de la Blanca Paloma de la barriada de Los Pajaritos de Sevilla con temas de inmigración y formación laboral, entre otras actividades.

–Pandemia, guerra e inflación, ¿cómo se afronta?

–Hemos perdido tres Lunes Santo por la pandemia, pero he descubierto otras cosas como hermano mayor. La experiencia un Lunes Santo de llamar a todos y cada uno de los hermanos para ver sólo cómo estaban es de las cosas más bonitas que he vivido. Hemos descubierto otros tintes bellos que tienen las cofradías para afrontar todos los inconvenientes.

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