Federico Pinilla · Responsable del Área de Patrocinios del Comité Paralímpico Español

"No me creo a donde he llegado habiéndome quedado ciego a los 23"

  • Pinilla (Madrid, 1974) busca cada día dar a los suyos el apoyo que merecen, dando forma a los sueños de la gente que es capaz de todo.

–¿Qué es lo más fascinante de unos Juegos Paralímpicos?

–Lo más impresionante es convivir con 4.500 atletas con discapacidad. Ves todo tipo de historias de superación, de esfuerzo, de capacidad de lucha, todos los valores y atributos que representan los atletas paralímpicos los ves día a día en las instalaciones. Mi valoración personal de Río es que hemos obtenido unos resultados excelentes, 31 medallas. El décimo puesto en el medallero es un resultado extraordinario. 

–Ha estado en varios Juegos, cuénteme un recuerdo del que no se vaya a desprender jamás.

–Me quedo con un momento de la ceremonia de inauguración de Pekín 2008, me conmovió mucho cuando le entregaron la antorcha a una persona en silla de ruedas que fue trepando a pulso por una cuerda unos 40 metros hasta llegar al pebetero. Vi el espíritu paralímpico totalmente representado, el esfuerzo, la superación hasta conseguir el objetivo. El hombre encendió la antorcha. 

–Pero... precisamente eso no lo vio.

–(Ríe). Voy con mi mujer, es ella quien me ayuda en todo lo profesional durante los Juegos y la que me cuenta todo este tipo de cosas. Estamos muy acostumbrados.

–Este año la competición paralímpica ha sido posible gracias sobre todo a las aportaciones privadas, ¿qué ha pasado con las públicas?

–En el ciclo anterior, en el de Londres, tuvimos unos ingresos por aportaciones privadas de 13,6 millones y ahí las aportaciones públicas estaban cerca de los 5,9 millones. En este ciclo de Río es verdad que las aportaciones públicas bajaron, y nosotros nos resentimos bastante (descendió a 3,4 millones), pero por el contrario la aportación privada subió hasta 20,9 millones de euros.

–¿A veces es más fácil competir que salir a la calle? ¿Cómo lleva España el tema de la accesibilidad?

–Le diría que gracias a la labor de la ONCE y la Fundación ONCE España es de los países con más accesibilidad del mundo. Los españoles muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos con la ONCE, es una institución que no valoramos lo que se debiera, ha hecho muchísimo por las personas con discapacidad. 

–Hablemos de usted, su camino no ha sido fácil. ¿Cuándo se da cuenta de que los límites te los pones tu mismo?

–Estuve ocho meses boca abajo, con la nariz pegada a un colchón, había pasado tres operaciones de retina y me comunicaron que me había quedado ciego. Recuerdo que había una tienda de alquiler de CD delante de mi casa. Aún no sabía ni manejar un bastón, pero me apetecía salir a la calle muchísimo, me encantaba la música... así que crucé, llegué a la tienda solo, ante el estupor de las dependientas que me conocían y llevaban meses sin verme, y me alquilé un CD. Luego volví a hacer deporte, a esquiar, a hacer submarinismo, a tirarme en paracaídas... me di cuenta de que si quieres algo lo haces y punto. 

–Menos mal que fue a Cádiz... 

–Fue amor a primera vista, por su parte (risas). Bajé a El Puerto de Santa María unas navidades y conocí a la que es mi mujer desde hace 17 años, una mujer estupenda. Me encanta Cádiz. Siempre que podemos bajamos. 

–¿El número 12 le dice algo?

–El día 12 de octubre, en el Hospital Doce de Octubre, 12 horas de operación de trasplante de páncreas y riñón. Fue una operación durísima. El diagnóstico no era muy bueno. Era diabético y estaba en diálisis, me acuerdo de que cuando los compañeros bajaban a tomar café yo chupaba un hielo. Salí de la operación fatal, con una mano medio muerta... Fue una batalla buena, pero al mes y medio estaba trabajando. Me contaron que de 98 trasplantes que habían hecho como el mío funcionábamos perfectos cinco. 

–Pero su lucha no ha sido sólo personal, creo que su hija vino al mundo con su batalla propia. 

–La vida no para de sorprendente, pero, como digo yo, para bien y para mal.  A los ocho días de nacer le detectaron dos tumores en la retina y fueron dos años de tratamientos durísimos; además, era quimiorresistente, ahora mismo le ha quedado alguna deficiencia visual, pero se maneja, que es lo que mejor podíamos imaginar, porque en algún momento vimos las cosas muy negras. Intentas por todos los medios luchar. Yo en el tratamiento no hacía más que señalarle los colores, insistía mucho en eso, porque temía que se quedara sin ver y sin conocer los colores, porque son algo que no se puede describir. Pero, vamos, yo no me creo a donde he llegado habiéndome quedado ciego a los 23. 

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