Victor Sebestyen | Historiador y periodista

"Lenin hubiera sido genial en Twitter"

El historiador y periodista Victor Sebestyen / M. G.

El historiador y periodista Victor Sebestyen / M. G.

El historiador y periodista Victor Sebestyen (Budapest, 1956) publica Lenin (Ático de los libros, con la traducción de Joan Eloi Roca), una biografía indispensable para entender la trascendencia de una figura que marcó la historia del siglo XX, justo cuando se cumplen 150 años de su nacimiento. La obra ha sido finalista del premio Elizabeth Longford a la mejor biografía histórica. Sebestyen fue testigo directo del colapso de la URSS y del comunismo en su faceta como periodista. Ha trabajado como corresponsal en Europa del Este durante la caída del Muro de Berlín y cubrió las guerras de la antigua Yugoslavia. "Si Lenin o Hitler hubieran podido usar internet, sus regímenes hubieran sido más terribles", argumenta.

-¿Haber sido corresponsal en el colapso de la URSS es como haber vivido en una película de espías?

-En ese momento trabajaba para un periódico inglés, pero sí, fue una experiencia increíblemente emocionante. Estaba dentro de una de las tiranías más crueles de la historia mientras se caía a pedazos, debido a sus contradicciones internas y no por alguna fuerza externa. Aparte, por supuesto, la Unión Soviética tenía un rol importante en mi vida; mi condición era de refugiado gracias a las agresiones brutales de este Estado. En retrospectiva, fue una época llena de esperanza. Positiva. El muro de Berlín se derrumbó, liberando media docena de países del control soviético; el Apartheid estaba llegando a su final en Sudáfrica. En ese momento todo parecía posible.

-2020 es el año de la pandemia del Covid-19 y del 150 aniversario del nacimiento de Lenin. ¿Cree en las casualidades?

-En realidad, temo que no puedo relacionar o encontrar alguna coincidencia que sea relevante entre ambos sucesos.

-¿Es un simple anacronismo el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú o es un destino turístico macabro, como he leído en su libro? 

-Creo que es mucho más que ambas ideas. Es un recordatorio sobre el pasado de Rusia, si es que sus ciudadanos necesitan un recordatorio. Boris Yeltsin quería deshacerse del mausoleo y esconderlo de la vista pública. Pero Vladimir Putin no tiene estas mismas intenciones... más bien, en 2011 autorizó un presupuesto considerable para repararlo, ya que existía el riesgo de que se derrumbara. El culto a Lenin sobrevive, quizás alterado por el paso del tiempo. El abuelo de Putin, Spiridon, fue el cocinero de Lenin después de la revolución rusa, pero no es el sentimiento de la familia del actual presidente lo que ha mantenido la figura de Lenin in situ. El llamado inequívoco es de mostrar continuidad histórica, el ideal de que Rusia todavía necesita un líder autocrático, dominante y despiadado... un Jefe, en ruso, el Vozhd. La tumba de Lenin, en su momento, simbolizó una ideología internacionalista: el comunismo mundial. Hoy se ha convertido en un altar para el renaciente nacionalismo ruso.

-Es muy llamativa la adoración de los rusos por un líder supremo. En el siglo XXI sigue por el mismo camino.

-Éste es un asunto que los intelectuales rusos han discutido ansiosamente por más de 300 años, la mayoría de ese tiempo en secreto. Creo que es un ideal que los propios líderes han inculcado en su pueblo (y en muchas personas fuera de Rusia) de que un espacio tan grande y complejo como Rusia necesita este tipo de líder duro. Pero si nosotros lo creemos, cometemos el profundo error de tragarnos la narrativa de matones y tiranos como Putin. Si renunciamos a la liberación de Rusia y de un liderazgo civilizado y decente, estaríamos sometiendo a los rusos a revivir su historia cada vez que hay un cambio de estructuras. Soy optimista y espero que el siglo XXI traiga un panorama mejor para Rusia, pero no estoy tan seguro.

-¿Se puede considerar a Lenin el padre o el abuelo de los movimientos populistas modernos? ¿La política de la posverdad ya estaba inventada y ha sido recuperada?

-Contestaré las dos preguntas, porque están bastante conectadas. Yo llamo a Lenin el padrino (con sus connotaciones propias) de la política de la posverdad. Él se expresaba como muchos de los líderes de hoy, tanto de izquierda como de derecha y en democracias de larga data como también dictaduras. En su búsqueda de poder, él le prometía todo a su pueblo. Le ofrecía soluciones simples a problemas complejos. Mentía sin vergüenza alguna. Y se justificaba en base a que ganar lo valía todo, que el fin justificaba los medios. Quién ha soportado cualquiera de las elecciones recientes en las supuestamente sofisticadas culturas políticas de Occidente (Estados Unidos o Europa, por ejemplo) reconocerían estas artimañas. Lenin hubiera sido genial en Twitter, con sus mensajes simples pero bastante directos a su "base" de partidarios.

"El culto a Lenin sobrevive, quizás alterado por el paso del tiempo"

-¿La propaganda del Pravda es comparable a lo que hoy son las redes sociales?

-Veo, más bien, una gran diferencia. Los periódicos comenzaron en casi todos los países como panfletos propagandísticos (lo digo por mi experiencia como periodista por varios años). Primero, alimentaban perspectivas, luego daban noticias. El periódico Pravda solo era el que más se vendía. Era atrozmente perverso, injusto y vil. Pero las redes sociales están tratando de hacer algo distinto. Pretende que está arraigado "en el pueblo", de alguna forma más democrático, pero por supuesto que sabemos, y lo hemos visto en los últimos años, lo manipulable que puede ser. Si Lenin o Hitler hubieran podido usar Internet, sus regímenes hubieran sido más terribles.

-Lenin pone en marcha un sistema en el que el fin justifica los medios y Stalin lo perfecciona.

-Hubo este pensamiento por parte de la izquierda por bastante tiempo en el que Lenin era el idealista que trabajaba en el camino correcto y que luego Stalin, el "psicópata", lo destrozó. Esto es falso, en mi opinión. Lenin creó todos los medios del terror, y la ideología de donde provenían. Creó la Checa, que se convirtió posteriormente en la KGB; los campos de concentración que luego fueron perfeccionados por Stalin, y las leyes con las que luego fueron manejadas las purgas. Lenin creó a Stalin.

-En su obra, se afirma que no era cruel, educado, pero hizo barbaridades...

-Me refiero a que no era personalmente cruel. No le entusiasmaba la violencia como a Stalin, Hitler o Mao Zedong. Nunca pidió los detalles de cómo se asesinaba a sus enemigos, ni cómo enfrentaron sus últimos momentos, como si lo hacía Stalin. No usaba uniformes militares o túnicas como otros dictadores. Para él, las muertes eran estadística, no un asunto personal. De muchas maneras, esto es más agravante y amoral que si él hubiera cometido los asesinatos.

-Era descendiente de una familia burguesa. ¿Era un resentido?

-No, no lo era. De alguna manera estaba orgulloso de su origen. Pero sí resentía a la clase burguesa, porque pensaba que habían desplazado a su familia y maltratado a su madre luego de la ejecución de su hermano, cuando Lenin tenía 17 años. Eso le hizo buscar venganza, lo que caracterizó su política y la intensidad de sus acciones tanto o o más que sus creencias teoréticas sobre el marxismo.

-¿Sus ataques de ira eran lo más característico?

-Diría que su crueldad era su principal característica... y su gran fuerza de voluntad. Él era pragmático, así que por eso tuvo éxito en construir una revolución mientras que otros rusos radicales no pudieron. Lenin podía mover sus opiniones 180 grados si eso le permitía llegar a su meta: el poder.

-Trotski contaba que Lenin se santiguó momentos antes de hacerse con el poder. ¿Qué explicación da?

-No creo que eso simbolizara nada religioso. Lenin definitivamente no era un cristiano encubierto. Era un ademán que mucha gente hacía en esos tiempos como una forma de actuar, algo que no es tan común ahora. Incluso podría haber sido una conducta irónica, que es como Trotski lo entendió.

"El país que se convertirá pronto en el más poderoso del mundo, China, es un legado directo de Lenin"

-¿Se puede explicar la figura de Lenin sin la de su mujer Nadia y su amante Inessa?

-La mayor parte de su carácter se formó mucho antes de que conociera a cualquiera de las dos, pero yo lo formularía de otra manera. Lenin no hubiese conseguido lo que logró sin ellas, especialmente su esposa Nadia Krupskaya. Ella se ha presentado usualmente como la esclava del hogar o como una secretaria glorificada. Pero ella era mucho más que eso. Lo más importante: ella entendía sus ataques de furia y la forma en la que el estrés lo llevaba casi al colapso emocional, y sabía cómo controlar estos rasgos con cuidado. Lenin le debe mucho al grupo de mujeres que lo rodeó, algo que encontré bastante interesante al investigar su vida privada.

-¿Era un hombre enamoradizo?

-No. Su amante, Inessa, fue su verdadero amor romántico y el centro de su vida emocional por una década. Pero, a su manera, el amó (y necesitó) a su esposa Nadia.

-¿La Revolución rusa de los bolcheviques triunfó gracias a golpes de suerte?

-Sí, la revolución rusa modeló el siglo XX. La llegada del fascismo, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría fueron una respuesta reaccionaria a la revolución bolchevique leninista. El país que se convertirá pronto en el más poderoso del mundo, China, es un legado directo de Lenin. El partido comunista chino puede que no parezca económicamente socialista, pero su política está centralizada en un Estado de partido único disciplinado, dedicado a una tarea por encima de todas: mantener el poder. Justo lo que Lenin esperaba de un partido comunista.

-Una última. Si Lenin escribió unas últimas voluntades en las que dejaba claro que Stalin no era su sucesor... ¿No le hicieron caso con todo lo que fue?

-No creo que existiera alguna razón por la que el partido comunista soviético tuviese que seguir lo que Lenin pedía en su testamento. El gran problema que dejó en sus últimos años fue que nunca estableció una línea de sucesión, ni siquiera un método para ello. Eso condujo a las batallas de aniquilación mutua de mediados de 1920. Él dejó una serie de pensamientos ad hoc. Lenin jamás pensó que alguien estuviera apto para hacerse cargo después de él, ni que alguien llegaría a su nivel, como tantos otros líderes poderosos llegan a pensar.

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