Daniel Ruiz. Escritor y periodista

"Escribir es el negocio más ruinoso que puede existir"

"Escribir es el negocio más ruinoso que puede existir"

"Escribir es el negocio más ruinoso que puede existir"

-Escribir no le da un euro y le quita horas de sueño. ¡Vaya negociazo!

-En términos de pura rentabilidad, es el negocio más ruinoso que puede existir. Si sigo haciéndolo no tiene nada que ver con la cuestión crematística.

-"Mis libros tienen que sudar rabia", sostiene. Son viscerales, ácidos, retratan ambientes chungos, comportamientos oscuros. ¿Algún problema con el género humano?

-No, escribo por reacción a mi realidad. He leído mucho a Curzio Malaparte y me identifico con su forma de escribir: son auténticas vomiteras, gritos de evasión, una respuesta rabiosa a lo que vive. Lo llevo como terapia personal para poder subsistir en la jungla; sin ella habría gastado mucho dinero en psicoanalistas o me habría cortado las venas.

-¿Es cierto que su madre le afea el uso excesivo de los tacos?

-Mi madre, por principios, no me lee nunca. Desde mi primera novela dijo que no lo haría más porque se llevaba disgustos. Que ella no me ha criado así, que cómo puedo decir esas barbaridades si en su casa no he visto eso nunca...

-Le iba a preguntar si a sus padres les gustan más sus novelas o las de su hermano, Luis Manuel.

-Mi padre nos lee y le gustamos los dos, aunque tenemos estilos muy distintos. Mi madre lee a mi hermano.

-Defiende "lo periférico". ¿Cómo lleva eso alguien que huye de las vanidades en los foros pomadosos de Madrid y Barcelona?

-Me siento muy a gusto en Sevilla. No tengo esas ansiedades propias de vivir en la capital y estar toda la semana con un régimen de abrazaespaldas cumpliendo con las liturgias sociales de poner sonrisas impostadas. Lo bueno de ser periférico es que mi compromiso es con el texto.

-Salvo un galardón que le dieron de mozo, escribió muchos años sin casi reconocimiento. ¿Fue una cura de humildad?

-Desde que se publicó mi primera novela corta hasta la siguiente pasaron 10 años. Fueron los más productivos, cuando más escribí y cuando más me tropecé. De ese proceso nacieron seis novelas que acabaron en la basura, 50 cartas de rechazo y, sobre todo, el empecinamiento, porque mi gran atributo es la fuerza de voluntad. Esos 10 años, los más dolorosos de mi vida desde el punto de vista de la invisibilidad literaria, fueron los más valiosos porque me forjaron como escritor.

-Ganó el Tusquets con La gran ola, en la que muestra su admiración por el coaching y los novísimos conceptos de empresa...

-El coaching es una gran burbuja a punto de explotarse, en fase de descomposición. Cuando la publiqué sí tuve mucha contestación, pero nadie se veía interpelado. En Madrid se me acercó un hombre diciendo que había muchos cretinos, pero luego me dio la tarjeta y también era coach. Me pasó también con Todo está bien, ningún político se daba por aludido. Es lo bueno de la literatura, la gente no lee y da igual las barbaridades que digas. Esa desolación se convierte en una especie de gratificación. La literatura es el sitio donde más libertad se puede ejercer, la invisibilidad te permite decir lo que te dé la gana.

-Según el grupo The Buggles, el vídeo mató a la estrella de la radio. ¿Las redes sociales matarán al consultor de comunicación?

-No, la consultoría de comunicación seguirá teniendo un nicho si está bien enfocada. Lo estamos viendo con Iván Redondo, el asesor de Pedro Sánchez. Las redes sociales han tocado techo y el suflé empieza a bajar, no dan más de sí.

-Youtubers, instagramers, influencers... ¿A esto también se refería Zygmunt Bauman con el mundo líquido?

-Llegó tarde porque falleció, pero tiene que ver con la licuescencia de la vida social y de la cultura. Estos fenómenos de instagramers y youtubers denotan una debilidad del discurso y de la materia gris, y una decadencia absoluta que se reproduce porque el sueño de mi hijo es ser youtuber. Un influencer era Eco o Bauman, gente con estructura intelectual sólida y eso ha sido sustituido por gente con vocación de caricatura, de teleñecos.

-¿Cómo se alcanza de verdad la gloria, con el Nobel de Literatura o con barra libre de Cruzcampo para toda la vida?

-Seguramente con lo segundo. Encima el Nobel lo han suspendido... y tiene más desprestigio que una barra de cerveza. Mis amigos cuentan que de adolescente hice la promesa de tener un grifo de cerveza en mi casa. Aún no lo he cumplido pero lo tengo en mente.

-¿Se puede mantener la campechanía siendo más culto y leído que el 90% de su entorno?

-Huyo como de la peste de los pedantes. Hay pocas cosas peores que la pedantería; de hecho, la gente más interesante y con mayor cultura en el sentido global, no sólo intelectual, es muy natural y cercana. Es un síntoma de urbanidad saber estar en los sitios y mantener la cercanía a pesar de que uno tenga muchas lecturas.

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