Marian Rojas | Psiquiatra

"Hay que abogar por el aburrimiento: es la puerta del asombro"

Marian Rojas.

Marian Rojas.

Marian Rojas es licenciada en Medicina y Cirugía y trabaja en el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas. Su labor profesional se centra en el tratamiento de personas con ansiedad, depresión y trastornos de personalidad y de conducta. Comenzó en la Psiquiatría con la atención a un grupo de niñas camboyanas menores de 10 años que habían sido violadas y esclavizadas: "Me decidí a investigar sobre la felicidad cuando comprobé que muchas de ellas habían logrado recuperarla con el paso del tiempo". Su libro Cómo hacer que te pasen cosas buenas es todo un fenómeno de ventas.

-Vincula usted en su libro la felicidad a los valores, pero ¿cómo se pueden reivindicar éstos cuando han quedado tan asociados a la rigidez moral?

-La felicidad depende del sentido que le des a tu vida. Pero es muy difícil encontrar un sentido cuando la sociedad misma no lo tiene. Y no lo tiene porque ha decidido cambiar el sentido por las sensaciones. Las sensaciones no tienen por qué ser necesariamente malas, pero tienden a resolverse en emociones intensas, de ahí que los estímulos que recibimos sean cada vez más potentes y menos duraderos. El resultado de todo esto es una sociedad desorientada para la vida, que no sabe reaccionar bien ante el dolor y los problemas. De ahí la importancia de los valores: te permiten recuperar el sentido, vivir de manera más sosegada y equilibrada ante los estímulos fugaces.

-Intuyo que el sosiego nunca ha sido un valor en alza en la España fea, católica y sentimental.

-Así es, pero de hecho es ahora cuando podemos afirmar que el sentimiento ha dado un verdadero golpe de Estado a nuestro estado de ánimo. Todo se dirige ahí, a lo sentimental. Incluso en la política. Y lo sentimental se nutre principalmente de sensaciones efímeras.

-¿Eso no estaba previsto en el Nuevo Orden Mundial del capitalismo?

-El capitalismo tiene que ver con los estímulos, claro. El problema es que nunca hemos estado tan desinformados: recibimos una cantidad inasumible de estímulos pero no sabemos de dónde vienen, no tenemos información sobre ellos. La felicidad se persigue a golpe de click, y eso tiene consecuencias decisivas en la salud. La misma hormona que regula la sensación de bienestar, la dopamina, es la que regula las adicciones y todo lo que tiene que ver con el síndrome de abstinencia. Y ya encontramos comportamientos relacionados con la adicción a las pantallas y las redes similares a los derivados de la adicción a la cocaína. El capitalismo no tiene por qué ser perjudicial, pero su aplicación está resultando nefasta.

-¿La cultura del usar y tirar tenía un precio tan alto?

-Una vez le pregunté a una mujer que llevaba 70 años casada cuál era el secreto, y me dejó un testimonio que me impactó: "Yo vengo de una época en la que lo que se rompía, se arreglaba. Y eso incluía el matrimonio". El consumo desmedido nos ha convencido de que no hace falta arreglar nada. Lo malo es que eso nos incluye a nosotros mismos como personas.

-Sobre la adicción a las pantallas, ¿ha sabido la psiquiatría responder a un fenómeno extendido de manera tan masiva en tan poco tiempo?

"La adicción a las redes y las pantallas sigue patrones similares a la adicción a la cocaína"

-Puedo decirle que las jornadas y congresos que dedicamos a las adicciones derivadas de pantallas y videojuegos están ya a la orden del día. Hay compañeros que consideran que no hay motivos para encender las alarmas, pero quienes trabajamos en la psiquiatría clínica sabemos bien a lo que nos enfrentamos. Cada vez atiendo a más gente que sufre lo que llamo un síndrome amotivacional: son personas que no tienen interés por nada, que viven en la más absoluta apatía, pero eso tiene que ver con la tendencia a darle al cerebro de manera inmediata los estímulos que pides, a actuar permanente como si estuviéramos aburridos o estresados. Sin embargo, que conste, hay que abogar por el aburrimiento. Estar aburridos es la puerta al asombro, a la posibilidad de mirar al mundo como si lo hiciéramos por primera vez, de una manera limpia.

-¿No tendría la educación algo que decir sobre la formación de la mirada?

-Por supuesto. Todos somos responsables de mantener a nuestros hijos en conexión con la realidad, porque es ahí, y no en las pantallas, donde van a pasar las cosas buenas. Me parece fundamental educar ya desde la primera infancia en conexión directa con la naturaleza y las personas. Es fundamental que sepamos relacionarnos con las personas que se nos cruzan a diario, que nos acordemos de dar los buenos días y dar las gracias, que atendamos al otro allí donde vayamos. Y no lo es menos que sepamos disfrutar en los espacios abiertos, en el campo, en ausencia de otros estímulos. Al cabo, esto es en gran medida lo que nos define como seres humanos. Siempre recuerdo lo que decía mi padre: saber amar es saber mirar.

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