Clara Sánchez. Escritora

"Cuento emociones porque es de lo que estoy hecha"

  • La escritora retoma seis años después la historia de Julián y Sandra, los personajes de la novela 'Lo que esconde tu nombre', con la que ganó el premio Nadal. Su nuevo libro, 'Cuando llega la luz', es la consecuencia de lo que pasó en el título original.

Clara Sánchez (Guadalajara, 1955) pasó su infancia en Valencia y acabó estableciéndose en Madrid. Ha tardado seis años en retomar la historia de Julián y Sandra, los personajes de la novela Lo que esconde tu nombre, que le mereció el premio Nadal. Cuando llega la luz es, según sus palabras, una consecuencia de todo lo que pasó, una vuelta a Denium, donde aún viven escondidos viejos nazis que han encontrado en este cálido pueblo de la costa española un paraíso para disfrutar de sus últimos días. Su obra ha sido traducida a más de 20 idiomas.

-¿Por qué ha decidido retomar la historia de Lo que esconde tu nombre?

-Para empezar me quedaron muchas cosas por contar, eran unos personajes que, de todos los que he escrito, y no renuncio a ninguno, son los que más fuertes se han hecho en mi mente. Me transmitían mucha humanidad, había mucho de mi padre en Julián y de mí en Sandra. Quedaban cosas sin resolver, el final del primer libro quedaba abierto porque siempre pensé en resolver esta historia. 

 

-¿El hecho de que recibiera algunas amenazas tuvo que ver? ¿Lo esperaba?

 

-Fue incómodo, desagradable. Había mucha gente involucrada. No me lo esperaba. Aun así, había puesto una nota al final de la novela y utilicé nombres que no eran reales. Cambié el nombre del pueblo, Denium. Viví allí siete años y tengo muchos amigos, pensé que igual estaba dando una sensación de Denia horrible que ellos no querían tener, pero no sabe qué bonito fue cuando presenté allí este último libro. 

 

-¿Qué le dice la gente de los nazis que viven tranquilamente en nuestras costas?

 

-En ocasiones la gente lo ve como algo que se rescata caprichosamente: "Son mayores...", "ya ves tú, con 80 años...". Pero uno de los protagonistas de esta historia, el Carnicero de Mauthausen, fue el nazi más buscado, hizo cosas terroríficas, y no se ha podido dar con él. Imagina qué cobertura tiene que tener. Él y otros viejecillos como él han servido de referente ideológico a los grupos que ahora vemos por Europa, racistas, con odio a lo diferente. 

 

-¿Es su forma de hacer un poco de justicia social?

-Por lo menos de alertar, porque no considero que con una novela se pueda hacer justicia. Debemos estar alerta porque somos muy fácilmente manipulables. ¿Cómo no se van a ir de rositas los que nos roban si somos capaces de dejar en paz a los que hicieron tantísimo daño? Somos seres pensantes y no nos debemos dejar manipular. 

 

-La injusticia es precisamente la que activa el motor de su historia: la venganza.

 

-Sí, Julián tiene algo que saldar que no ha hecho la Justicia, que no ha saldado la sociedad. Quiere liberarse de eso, por lo que ejerce su ajuste de cuentas particular. Sé que esto de la venganza tiene muy mala prensa, pero he disfrutado mucho escribiendo las páginas en que Julián ejerce este ajuste de cuentas. 

 

-Una aventura narrada por un octogenario y una reciente madre. ¿Qué aportan? 

 

-Los dos tienen obstáculos, tienen limitaciones. Él por ser viejo, las pastillas, beber agua..., y ella, que ahora no es libre, tiene que preocuparse por el niño. Son gente muy normal. Salvo algunos, los demás tenemos muchas cosas que hacer que no nos dejan ser héroes. Me gustan estos personajes porque con todas las cosas que tienen encima. Sin haber elegido ser héroes, lo son y sin que nadie lo sepa. 

 

-Les enriquecen sus limitaciones y sus sombras.

 

-Sí, no son impecables. A Julián le cuesta trabajo discernir dónde está límite, y lo cruza siendo consciente, incluso se lo advierte a Sandra. Todos nos consideramos intachables, hasta que nos toca. 

 

-Lo más llamativo de ambos es la exquisitez emocional con la que están trabajados. ¿Cuánto hay de técnica y cuánto de alma?

 

-Todos en nuestra niñez y en nuestra adolescencia hemos tenido una experiencia que nos hace como somos y a mí la mía, como vivía en un entorno completamente melodramático de gente que sacaba las emociones y no se reservaba ni un gramo, me enseñó a reconocerlas. Escribía y escribía para liberarme de ese peso, ahora lo envuelvo en cualquier cosa, en técnica, en aventura, en una historia... Cuento emociones porque es de lo que estoy hecha, hay otras personas hechas de una gran inteligencia. 

 

-En ocasiones infravaloramos los sentimientos y pensamientos de los más mayores. ¿Les tratamos con la dignidad que merecen?

 

-Arrinconar a la gente mayor es un micronazismo. Hablamos de refugiados, emigrantes... pero luego tenemos a nuestro lado a gente mayor arrinconada y les consideramos inferiores. Esto me lo hizo ver mi padre, no consentía que nadie le llamara abuelo. Mi padre no soportaba que su vejez diera pena y he querido contar esa integridad, esa dignidad interior de gente que ha vivido un montón de cosas. 

 

-El amor es otro gran tema de esta novela, pero hay muchos imposibles. ¿Es complicado que el amor sea con flecha de ida y vuelta?

 

-¡Es verdad! Casi todos son imposibles. Es complicado, el amor no deja de ser una construcción mental nuestra, sobre todo el amor romántico, es muy bonito, es precioso, lo adornamos, lo manoseamos todo lo que queremos, pero es difícil porque no es real. ¿Hay amores reales? No lo sé. Yo de lo que quería hablar es de esta complicación para que los deseos se materialicen, algo que sucede mucho en el amor. 

 

-¿Y de qué está orgullosa?

 

-Estoy orgullosa de haber escrito estas historias. Estoy orgullosa de haber encontrado la forma de transmitir lo que sentía, es algo mío, es mi manera de sentir la vida... Nunca me he puesto en la piel de otro para escribir. 

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