Andrés Lomeña | Profesor de Filosofía y escritor

"La gestión de la incertidumbre es lo que nos aguijonea"

El profesor de Filosofía y escritor Andrés Lomeña.

El profesor de Filosofía y escritor Andrés Lomeña. / Javier Albiñana (Málaga)

Andrés Lomeña (Málaga, 1982) acaba de publicar Filosofía a sorbos, un libro que vierte breves análisis y reflexiones sobre numerosas películas, series y dibujos animados en un ejercicio de conexión con sus alumnos. Y en un momento como el actual, Lomeña asegura que “la situación que estamos viviendo ya la habíamos visto en el cine, esa alarma social, la idea de que está llegando a tu ciudad, que el mal se extiende y es imparable, lo hemos visto en películas como Contagio, Guerra Mundial Z y muchas otras”. Por eso piensa que, como en el cine, podría pasar que “las auténticas bestias no son las que están fuera sino nosotros que nos convertimos en nuestra peor versión”. Habrá que esperar para valorar la altura del civismo en esta crisis.

–¿Hay espacio para pensar en algo más que en la pandemia?

–Es muy difícil. El filósofo Santiago Alba Rico afirma que la sensación de irrealidad que tenemos es porque estamos viviendo una crisis común, que nos afecta a todos. Ahora mismo es prácticamente imposible salirse de esta cuestión.

–¿Qué conclusiones se pueden sacar de todo esto?

–El problema es que vivimos en una incertidumbre absoluta. La gestión de la incertidumbre es lo que nos está haciendo más daño, lo que nos aguijonea, y cuando empecemos a despejar parte de estas dudas quizás sepamos formular propuestas en el plano educativo y en un plano más general, político y económico. Creo que no estamos sabiendo surfear estas olas de incertidumbre y el tortazo va a ser monumental. Quizás también nos sirva para darnos cuenta de que las conquistas sociales y de la educación, las cosas que hemos ganado, las podemos perder. La vida sigue siendo difícil, las cosas pueden cambiar, los escenarios pueden plantear nuevos problemas que habrá que afrontar.

–¿Cree que se aprenderá algo del confinamiento en el ámbito familiar y social?

–A nivel familiar ya se está aprendiendo algo, se están intensificando las relaciones y los vínculos, ya sea de forma física porque estamos confinados con ellos o de manera virtual. Esto es una especie de Gran Hermano y en todo tipo de encierro se intensifican las relaciones, tanto para lo bueno como para lo malo.

"Quizás esto también nos sirva para darnos cuenta de que las conquistas, las cosas que hemos ganado, se pueden perder"

–¿Y en el terreno educativo?

–Estamos aprendiendo acerca de cómo vamos a comunicarnos con el alumnado. Contamos con plataformas digitales pero muchas no se utilizaban porque no hacían falta. Ahora estamos a marchas forzadas viendo si podemos hacer una videoconferencias, qué herramientas utilizar y si el alumnado está recibiendo esas instrucciones, porque no todos tienen ordenador en casa o acceso a internet. Hay una brecha digital y tenemos que ser muy cuidadosos con ella. Vamos trabajando, mandando tareas, planteando lo que queda del curso, pero los alumnos están muy inquietos. Esto está siendo duro para todos. Aunque quizás sirva para restablecer el interés por el aprendizaje genuino, por la curiosidad.

–¿Hay espacio para la Filosofía en la escuela?

–Desde el punto de vista de la legislación, en los últimos años la Filosofía ha recibido un golpe mortal, está moribunda. Los itinerarios son confusos y lo que pediría es que haya un itinerario claro, mínimamente estable. Tampoco es cierto que necesitemos muchas más horas de Filosofía, pero lo que no se puede hacer es cambiarnos de un año para otro las asignaturas, los nombres, los contenidos, quitar horas… Es una zozobra de la que difícilmente uno se recupera.

–¿Qué aporta?

–El alumnado en general suele estar muy agradecido a medio plazo por esta asignatura. La Filosofía plantea ese espacio de libertad que quizás otros no tienen, en Bachillerato tenemos temas de Biología, de Antropología, Sociología e, incluso, de Empresa. Nuestra asignatura es dúctil, muy maleable y flexible, somos la disciplina que tiene que ejercer como puente de comunicación entre las otras. La Filosofía no se puede plantear solo como una asignatura de humanidades y letras, como si fuera enemiga de las ciencias. Tenemos que hacer una alianza con las ciencias, acercar posturas.

–En su libro Filosofía a sorbos enlaza reflexiones filosóficas con series y películas de ficción, ¿por qué?

–El esfuerzo empecé a hacerlo por el propio alumnado. Veía que muchos libros tenían cuestiones de metafísica y epistemológicas demasiado difíciles de trasladar al alumnado. Así que lo que hice fue tomarme en serio el tópico de yo aprendo de mis alumnos. Si ellos ven este tipo de productos, aunque me parezcan infames, los voy a ver yo para intentar encontrar un criterio de actualidad. Y conectar la filosofía con todo esto. Cualquier producto lo he analizado como si hubiera en él valores éticos y filosóficos que merecen la pena comentar.

"Hay que enseñar deleitando, sí, pero esto a veces lo he vivido como una especie de penitencia"

–¿Qué ha sacado de Juego de Tronos?

–Intenté analizar la serie desde la diversidad y la discapacidad. Si en Star Wars se repiten de forma obsesiva las relaciones paterno filiales, en el caso de Juego de Tronos en lo que se abunda es en la discapacidad.

–¿Hay que enseñar deleitando?

–Sí, obviamente habría que hacerlo, pero esto a veces lo he vivido como una especie de penitencia. Te terminas sintiendo esclavo de estos recursos y necesariamente tienes que combinar los análisis más ligeros con clases que van a ser más pesadas. Los contenidos hay que darlos, se tienen que sentar, estudiar y memorizar.

–¿Por qué la clase ya no puede ser como antes?

–Porque la economía de la atención ha disminuido mucho. Esto es una batalla, hay que encontrar la manera de captar su atención y que le vean sentido.

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