El Rocío

A golpes de latidos de corazones rocieros

Yhasta el tiempo se detiene cuando parece que te vienes, y entre varales te asomas, y nadie sabe lo que tiene el vuelo de esa Blanca Paloma, que hasta el aire se estremece, y Ella va y viene, y lo mismo se detiene y cuando viene, se va. Ese es el momento más deseado, más esperado y más intenso que ocurre cuando Ella lo quiere. Que la Virgen al fin viene, y en una salve se queda, bendiciendo al que la lleva y al que la mira de verdad.

No se sabe nunca cuándo será. No se puede calcular ni la hora ni el minuto de ese instante sin tiempo. Es un vaivén de emociones, de deseos de que llegue y de que nunca pase el momento, que a la fuerza de ser un instante, parece que fuera toda una eternidad, que cuando se tiene la Virgen delante, todo el tiempo se detiene y no existe nada más.

Y allí la Salve. Como hace mucho tiempo y como siempre. Siempre una Salve. En un movimiento y un esfuerzo que no se comprende pero que tiene sentido para el que lo vive y lo añora todo el año, como el lugar y el momento que le da fuerzas para vivir y volver a ese encuentro de la Madre con sus Hijos, de la Virgen con su pueblo.

En ese momento todo es confusión y sentimiento, pero todo es pasión y acierto para expresar una fe, una devoción que de otra manera no tendría sitio. Es la explosión el Espíritu Santo que a raudales se derrama y provoca todo ese tipo de manifestaciones. Es la fuerza de un Espíritu que como Blanca Paloma en su vuelo, rocía a todos los que se han congregado para hablar lenguas nuevas y en un fuego incontrolable, ensalzar la obra de Dios en la Virgen y por Ella en todos nosotros.

En ese momento todo es vida, todo es amor, todo es canto de alegría, todo es devoción. Es el momento de mirar y dejar que Ella te mire. Allí aparece el sufrimiento que no duele, la fuerza de quien no es capaz y el deseo de que no termine nunca, quedándose para siempre en un sueño deseado y siempre recordado.

Entonces la Salve tiene sentido, en medio un rumor de ángeles que la hace acompasada con el movimiento de unas manos la aire que marca cada latido del corazón. Palabras entrecortadas, pronunciadas más con el corazón y con las ganas que con la garganta, y tan cerquita el cielo, tan cerca la mirada de la Virgen, tan cerca la paz que Ella deja en el alma, tan cerca el Niño que lleva entre los brazos y de que de cerca parece que sonríe más y se siente feliz con todo aquel jaleo que no es otra cosa que una muestra de amor, de un amor que no tiene sentido pero que se desborda a raudales como el Espíritu Santo, Blanca Paloma que bajara desde el cielo en ese mismo momento.

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