El Rocío

La devoción se impone a la crisis

  • Miles de peregrinos, incluso más que otros años, acompañan a las hermandades sevillanas durante su presentación ante la Matriz. El calor fue el protagonista de una mañana muy intensa en la aldea.

Los augurios sobre la incidencia de la crisis en la apoteosis rociera no se cumplieron ayer, inicio oficial de la Romería con la presentación de las hemandades filiales ante la Matriz de Almonte. Los miembros de la organización –todos de corto– advertían, sí, menos bulla en las calles, y en la tienda oficial de regalos se hizo un 30% menos de negocio pese al filón de las velas y los pins a un euro, que arrasaban. Pero Sevilla fue una excepción, porque llevó a la aldea quizá menos parafernalia de tracción, auque más gente que otros años, según aseguran todas las hermandades. Pilas, por ejemplo, reunió a casi 4.000 romeros, que hicieron de su casa hermandad –aires cubanos en la balconada del patio– una de las más animadas.

Las puertas de la ermita fueron el principal lugar de reclamo. El paso de Triana –con el saludo festero de sus fieles– era el antes y el después de la jornada para muchos. Pensando en ello, Luisa González había logrado un hueco en una sombra, que a las doce ya era un bien preciado. Sevillana de Las Cabezas, reside desde hace 45 años en Guatemala, donde se instaló con su marido, un arquitecto al que conoció en París, donde emigró de jovencita. “Vengo cada dos años, durante dos meses, y procuro coincidir con el Rocío”, explicaba con su acento de ida y vuelta.

Junto a las consabidas bienvenidas, el presidente de la Hermandad de Almonte, José Joaquín Gil, advirtió que este año se mantiene un cirio encendido por los que esperan la donación de un órgano y las familias que dan la mayor muestra de generosidad rociera al ofrecerlo. La veteranía es un grado y Villamanrique, como desde hace siglos, fue la primera. Rosas granates en el simpecado. Es un año especial para Ángela Muñoz, 24 años, recién licenciada en Administración y Dirección de Empresas y a la espera de un trabajo en Madrid, que pudo hacer el Rocío al fin completo. Portaba una bandera de la hermandad. Es nieta de Pedro y Dolores, anfitriones del primer desayuno en la aldea de estos romeros sevillanos. En su casa se cambian las flores antes de la presentación. Muchas historias rocieras. Como la de un emocionado Antonio Gavira, una vida de camino –27 de ellos consecutivos, “sin fallar ni uno”–, que alzaba con su cuerpo orondo y dolorido a su nieta Laura, de tres años, cuando las cintas verdes y blancas del simpecado de Pilas se bamboleaban bajo un pórtico salpicado de nidos de golondrinas.

A la una, los estandartes de Triana enfilaron hacia una marisma que era puro espejo entre la polvareda. El moranco César Cadaval calmó a los que oteaban a la muchedumbre buscando rostros del couché. También lo divisaron desde su escueta tarima los de la banda de Huévar, 28 años tocando el himno a cada presentación, de la mañana a la noche, por mor de la vinculación de Fernando Paz Romero, primer director y fundador, también con el Rocío.

Carmen, trianera de la calle Aracena, no pudo frenar las lágrimas ni explicar el porqué cuando los de a pie de su hermandad entonaron el Otra vez. Los sombreros arriba. El mayor de sus hijos –siete años, los que llevaba ella renunciando al camino– tenía el pelo humedecido y al preguntarle sobre lo que le impresionó del camino fue prosaico y, como buen chico de ciudad, dijo estar admirado por los tractores.

Con Triana –las naranjas, los limones del simpecado polvorientos por un camino azotado por el viento– pasó Dos Hermanas –aceitunas en su carreta de plata–, la ahijada rociera que cumple 75 años. Ya por la tarde, la Hermandad de Sevilla –veteranos caballistas de porte–; el Cerro, Sevilla Sur y la Macarena volvieron a hacer de la explanada una marea, un devenir de sombreros de ala ancha que bajaban de la cabeza al pecho ante la ermita.

“Se puede hacer el camino con poco”, decía sobre la crisis uno del Cerro que esperaba el paso de Coria, otro clásico sobre las arenas. Su alcalde, José Vicente Franco, también es romero, contrariado ayer porque tuvo que volverse al pueblo a oficiar una boda por la tarde. En la casa de la hermandad ribereña una televisión japonesa buscaba –también por la aldea– a descendientes del samurai Hasekura Tsukenga. Sevilla bulle en el Rocío.

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