primeros movimientos de los devotos

La aldea respira las primeras vivencias de una nueva romería

  • A la espera de las hermandades filiales, muchos son los rocieros que visitan a la Blanca Paloma

Nunca habrá en el recuerdo una sensación como la primera vez. Una añoranza que se guarda en el tiempo y que se acelera por segundos. Ni el mismo sitio. Ni el entorno, ni el paisaje. Ni siquiera el lugar retratan mejor el momento de la pisada de un rociero en la aldea por primera vez.

Ayer asomó el polvo de la arena entre la zozobra de una marisma que se ilumina en cada ¡Viva! a la Blanca Paloma. Aún dormida la aldea, ausente de hermandades filiales que se acercaban algunas a escasas horas a través de los caminos, despertaban las primeras conversaciones con la Virgen. Las primeras lágrimas que enceraban una reja levantada a base de llantos devocionales. A sevillanas desgarradoras desde una garganta que ya vestía el traje rociero.

El intenso calor de la jornada no fue obstáculo para el disfrute de los romeros

La arena milagrosa ya adornaba el suelo de la ermita que caía de los primeros botos rocieros. El viento que producían los abanicos parecía ser el aliento de los cohetes que también sonaban tras la misa de 11:00 a la que asistieron representantes de la Junta de Gobierno de la Hermandad Matriz además de sus hermanos.

Los primeros cantes improvisados, el sonido de las cuerdas de la guitarra, y el replique de campanas, ponían la sonrisa y el enrojecimiento de las mejillas de la Virgen del Rocío.

Una capilla votiva que no deja de encenderse de promesas y oraciones entre el continuo tintineo de devotos que portan su vela para soñar. Promesas de salud, de trabajo, de sueños y de amores, como la declaración cantada que protagonizó el lateral de la ermita ante la curiosidad de la gente.

Ayer los rocieros más madrugadores de la romería dieron sus primeros paseos que llenaron de primavera la calle Sanlúcar, El Lince, El Ajolí o Plaza del Cerro Trigo. Las herraduras de los caballos acariciaron la arena recién regada en busca de las primeras vivencias. Los charretes dejaron ver también los sombreros de ala ancha que refugiaban del intenso calor.

Todos los caminos llevan a la ermita. A pie, a caballo o en silla de ruedas como un hombre que recorrió con el esfuerzo de sus brazos los 25 metros de arena que separaban su coche del dintel religioso para encontrarse con la Reina de las Marismas. Entre fotos y vídeos se retrataron los momentos y los instantes durante la jornada rociera con la mirada puesta en los caminos que aguardan miles de rocieros.

Estudiantes y grupos de escolares con sus profesores recorrieron la calle Moguer, la Plaza del Acebuchal para embriagarse de la esencia del Rocío. Quien sabe la de veces que habrán visitado la aldea, y quien no, ya ha tenido la bendita suerte de vivirlo por primera vez.

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