El Rocío

Salida recuperada bajo paraguas

  • Una tormenta sorprendió a la Hermandad de Sevilla en la Plaza del Salvador · La ofrenda floral a la Virgen de los Reyes se realizó el miércoles por la tarde y el recorrido por la ciudad fue más veloz que otros años

El camino del Rocío está cuajado de pinos, arenas…y de muchos tópicos. La lluvia puso ayer el primero en el arranque de la salida de la Hermandad de Sevilla (o del Salvador, como la quieran llamar). Chaparrón de mayo que no lavó los pinos sino que enjuagó el adoquinado por el que transitó la última corporación en abandonar la capital andaluza. Ya están todas en el camino. O por los caminos. Porque aquí, como en Roma, hay varias sendas y un solo destino. (Segundo tópico).

Agua, mucha agua en pocos minutos fue la que cayó sobre la Plaza del Salvador antes de que el verde Simpecado se posara en la carreta de plata. Cuatro años esperando a que se reprodujera la estampa. Todo es lo mismo y nada es igual. (Tercer tópico). La realidad se impone a cualquier recurso fácil. Volvió a ser la misma cantidad de fieles la que se congregó en la antigua colegiata para asistir a la misa de romeros. La oficiaba Francisco Ortiz, vicario general, bajo cuya tutela se encuentra ahora el templo recién restaurado. También asistió a la eucaristía el general jefe de la Fuerza Terrestre, Virgilio Sañudo. Pero hace cuatro años las bóvedas del Salvador se escondían bajo la penumbra y hoy desprenden una claridad que ya hubieran querido muchos romeros para el cielo que comenzaba a entoldarse de un espeso gris.

Caían las primeras gotas mientras que por el pasaje dedicado a Juan Garrido Mesa se oían las voces del coro de la hermandad. Una peregrina (de entallado vestido rosa) da las últimas indicaciones a un compañero de viaje: "Mete la carne mechá en un tapergué que esté cerca del hielo". Este año el jamón hay que reservarlo para contadas ocasiones. La crisis amenaza como las nubes negras que se empecinan en colocarse sobre la plaza. Hay tormentas en los bolsillos, pero muchas ganas de Rocío. Una turista se pregunta al ver a tanta gente en el templo: "La crisis, ¿dónde está la crisis?" Aquí la única crisis que se atisba es la de los múltiples paraguas que se abren al unísono para salvaguardar de tan inoportuno chubasco a los sofisticados complementos de la indumentaria rociera.

Mientras el cielo descarga, se escuchan las sevillanas que reciben al simpecado antes de bajar la escalinata. Para una señora todo tiene su explicación: "La Virgen es la que trae el agua, que hace mucha falta". Es lo bueno del Rocío. Siempre hay un consuelo.

Y como el que canta sus males espanta (cuarto tópico), aquí está el coro de Sevilla alegrando la mañana pasada por agua. Suena la banda de Soria 9 interpretando los pasodobles. Y a aligerar, que hay que estar fuera de Sevilla a las once y media. En esto de los horarios también se ha cambiado. Aquí ya no es el alcalde de carretas el que se enfada por una pará. La sevillana hay que dedicársela al Cecop, que es el que establece los horarios. Así que a coger velocidad ahora que ya ha escampado.

La primera parada oficial tiene lugar ante las puertas del Ayuntamiento. Allí se encuentran Alfredo Sánchez Monteseirín, Rosamar Prieto, Juan Ignacio Zoido y Gregorio Serrano, entre otros. El alcalde le indica al boyero como tiene que colocar la carreta para que llegue a las puertas de la Casa Consistorial. Se sube para depositar la ofrenda floral a los pies del Simpecado. Monteseirín canturrea la salve y hasta hace el intento de tocar las palmas. Pero no acaba de arrancarse. Sabe que sus gestos están en el punto de mira de todos los allí congregados. Y el ridículo puede acechar.

Hace cuatro años tampoco existía un Metrocentro que deparase momentos irrepetibles (quinto tópico). Como el que se originó a la altura del arquillo. El tranvía se detiene para dejar paso a la carreta de Sevilla. Dos medios de transportes con siglos a sus espaldas frente a frente. Uno revestido de (supuesta) avanzada tecnología. Otro de una variedad de flores bastante oscura. Andrés, el boyero, nunca se había topado con semejante aparato en sus 40 años que lleva con Sevilla. Gracias a este gobierno municipal ya tiene otra anécdota que contar.

En la calle Hernando Colón se incorporan a la comitiva de peregrinos Justin, Scott y Elizabeth. Tres estadounidenses de Chicago que trabajan desde hace nueve meses como profesores de inglés en Sevilla. Una gran mochila es el único equipaje común que en esos momentos carga en sus espaldas Justin. Sus indumentarias los delatan. La ropa de Elizabeth se reduce a la mínima expresión. Hay miradas oblicuas que no han pasado por alto este detalle. A este trío americano le gustan todas las fiestas. "El color, la alegría y hasta pisar los excrementos de caballo, es toda una sensación" afirma Justin. En su tierra natal lo más parecido a esto es el Oregon Trail, una especie de competición de caballistas y carretas a lo Far West.

Con la charla de Justin se llega a las puertas de la Catedral. Este año la ofrenda floral a la Virgen de los Reyes se hizo en la tarde del miércoles. Hay prisas por salir de la ciudad. Por dejar el asfalto y adentrarse en unas arenas asentadas por la lluvia. Ya emprende su camino Sevilla. Con el aguacero, la crisis económica y el encuentro con el tranvía. Porque todo es lo mismo y nada es igual. El tópico aquí es la mejor literatura.

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