Tirar la piedra y esconder la mano. Este refrán popular viene como anillo al dedo para explicar la reacción que ha tenido Manuel Chaves al analizar el tono de su intervención el pasado domingo en el abarrotado velódromo de Dos Hermanas. Ante un público que pedía no dar tregua a la oposición, el candidato socialista se vino arriba y lanzó las perlas ya conocidas: "No podemos dejar que ganen unos integristas", "son los príncipes de la mentira y la manipulación", "tienen que lamentar su derrota hasta que aprendan" o "representan lo viejo y lo casposo". Evidentemente, todo ello estaba dirigido al PP. Ayer puso cara de yo no he sido cuando la prensa le preguntó por el encendido discurso que hizo en la localidad nazarena. "La única palabra dura que usé fue tiburón", un término con el que se refirió al fichaje económico de Mariano Rajoy, Manuel Pizarro, que últimamente acapara el centro de las críticas del PSOE. Como si su tono del domingo hubiera sido una ilusión, Chaves quiso retomar esa senda de la campaña "limpia", "respetuosa" y "sin insultos" por la que abogó el viernes en el arranque de este tiempo electoral. Integristas, mentirosos y manipuladores fue lo que dijo. Pero Chaves se queda con tiburón. También rehuyó de la expresión "darle una paliza a la derecha en las urnas" justo al día siguiente de haberla pronunciado en la pegada de carteles.

Lo cierto es que la campaña del PSOE está siendo inusual y todas las fuentes del partido aluden a la celebración de los dos debates previstos en Andalucía como la razón de ese ralentí. Pocos actos políticos en una jornada; así se prevé toda esta semana, aunque, eso sí, mucho estudio de datos con los que dejar KO al contrincante. Ayer, sin ir más lejos, no hubo propuesta ni mensaje alguno. De hecho, tuvo tiempo hasta de hablar del Oscar a Bardem. A Chaves le ha gustado No es país para viejos, nombre de la película, pero no era su favorita. Será por el título.