Tribuna Económica

Rogelio Velasco

La revolución del transporte en Madrid

Alo largo de los 11 kilómetros del Paseo de la Castellana y su prolongación sur, podemos ver a decenas de viajeros, encorbatados o con vaqueros, conduciendo patinetes eléctricos. Unos van por la acera, otros por los carriles bici y los más atrevidos utilizan las calles para desplazarse. A primera hora de la mañana van al trabajo o a la universidad. A media mañana se desplazan para realizar gestiones profesionales. Por la tarde vuelven a sus casas o van de cena o de copas.

Resulta espectacular como un servicio nuevo de transporte, que nació en Madrid sólo a principios de agosto, haya desplegado dentro de lo que en Madrid llaman la almendra central (toda la zona dentro de la M-30) miles de patinetes con un éxito extraordinario.

Con un coste fijo de un euro por cada viaje y 15 céntimos por minuto, resulta más rápido que cualquier otro medio, al poder desplazarse tanto por las calles como por las aceras. Se ven aparcados en cualquier lugar, debido al pequeño espacio que ocupan. Lime (participada por Uber y Google), ha sido la primera en operar. En las próximas semanas, Wind, Eskay y otras lanzarán el mismo servicio.

Este es el último ejemplo de la auténtica revolución en el transporte que se está produciendo en Madrid. Las compañías VTC (vehículos de alquiler con conductor), fueron las pioneras. Se calcula que Uber y Cabify cuentan con unos 5.000 vehículos prestando servicio en la Comunidad de Madrid, que se añaden a los 16.000 taxis de la ciudad.

Pero además de los patinetes y VTC, están proliferando pequeñas motocicletas eléctricas -ya hay cientos- que permiten rápidos desplazamientos dentro de la ciudad y con mayores posibilidades de aparcamiento que las motos tradicionales.

Hay más. Son ya seis las empresas que ofrecen vehículos eléctricos que pueden reservarse con una aplicación móvil. Alrededor de donde se encuentre el usuario, geolocaliza el coche más próximo. Abres las puertas con el móvil y arrancas. Llegas al destino, cierras las puertas con el mismo móvil y unos minutos más tarde recibes un correo con la factura. Puede aparcarse en todas las zonas azul y verde de la ciudad, lo que facilita el aparcamiento. El coste es menor que el 50% de una tarifa convencional de taxi. Hay otros servicios de transporte compartido dentro de la ciudad.

La ausencia de regulación de estos nuevos servicios ha llevado a algunas ciudades en España a prohibirlos. Barcelona y Valencia son dos ejemplos. En Madrid se avecina una nueva regulación del transporte el próximo mes y los ciudadanos están expectantes, entre otros motivos, por la fuerte regulación que parece se introducirá para suprimir escalonadamente la circulación de vehículos diesel o con más de diez años de antigüedad.

Las autoridades, ya sean locales o regionales, no pueden oponerse al progreso tecnológico. Al contrario, deben impulsarlo. Mucho más cuando se trata de una revolución que va a reducir notablemente la contaminación y mejorar la movilidad, objetivos obligados para todas las grandes ciudades.

Esperemos que los ayuntamientos -en Madrid y en toda España- no se dobleguen ante las presiones de los grupos de presión que siempre merodean alrededor del poder. El futuro ya está aquí y debemos acelerarlo al máximo.

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