José Ignacio García Pérez

Catedrático de Análisis Económico Universidad Pablo de Olavide

Los programas de refuerzo educativo: ¿un fiasco?

Aunque la iniciativa de la Junta se gestase con precipitación, no es de recibo que se rechace sin más una acción que busca ayudar a alumnos con dificultades en competencias básicas

Los programas de refuerzo educativo: ¿un fiasco?

Los programas de refuerzo educativo: ¿un fiasco?

LA Consejería de Educación lanzó hace unos meses una iniciativa denominada Programa de Refuerzo Educativo y Deportivo en periodo estival y dirigida a alumnado de centros públicos y concertados de Educación Primaria que necesiten reforzar competencias en matemáticas o en lengua, tanto española como extranjera. Tomando como base las calificaciones del mes de marzo, el programa ha fijado como objetivo los alumnos que han suspendido matemáticas o lengua o aquéllos que han tenido una nota inferior a notable en inglés. El programa formará dos grupos de alumnos que, durante unas horas al día a lo largo del mes de julio, recibirán clases de refuerzo en estas materias mediante metodologías motivadoras y activas, así como un complemento diario en actividades deportivas. Todo ello impartido por personal docente en activo de la escuela pública andaluza que recibirá un complemento retributivo bruto de 30 euros por hora lectiva. Al parecer, según cifras aportadas por la propia Consejería, no se están cumpliendo las expectativas iniciales: el programa se diseñó para poder atender a en torno a 100.000 alumnos, pero no llegan a 5.000 los alumnos que han solicitado plaza.

Todavía se puede aprovechar algo del plan y transformarlo en experiencia piloto

Efectivamente, parece que el programa se ha gestado con demasiada precipitación. Si se hubiera tenido algo más de tiempo sin duda podría haber sido mejor diseñado y, sobre todo, explicado a la comunidad educativa. Pero lo que no es de recibo es que un programa que busca ayudar a alumnos que tienen dificultades con competencias básicas se rechace sin más aduciendo que se ha diseñado con precipitación. Quizás hubiera sido más acertado apostar por un diseño experimental, poniendo el foco en colectivos mucho más específicos desde el principio. Así es como se diseñan los planes piloto en los países serios y así debería haberse hecho aquí pero no hay mal que por bien no venga. Todavía se puede aprovechar algo de este programa para transformarlo en un plan piloto con diseño experimental en la práctica, si se ponen los medios adecuados. Solo hay que consultar a los expertos en evaluación de políticas que los hay en nuestra tierra y muy buenos.

Como ejemplo de lo que digo, resumo en lo que sigue el que podemos calificar como uno de los mejores ejemplos de evaluación de un programa de refuerzo educativo hecho en los últimos años. Se trata del plan PROA que fue evaluado por un equipo de profesores de la Universidad Pablo de Olavide en el año 2017. Este programa ofrecía recursos a centros educativos de zonas socioeconómicamente desfavorecidas para ayudar a sus estudiantes de bajo rendimiento de cara a alcanzar unos estándares académicos mínimos. Consistía básicamente en ofrecer horas de clase extra y una atención más personalizada a través de grupos de estudio reducidos a los alumnos que acumularan retraso al comenzar la educación secundaria. Por cierto, este programa, cerrado a nivel nacional en los años de la crisis, se sigue aplicando por la propia Consejería de Educación andaluza, ya con sus propios medios, y merecería también ser evaluado aquí para ver si su diseño y desempeño es el correcto.

En el estudio antes aludido, que ha sido publicado recientemente en una de las mejores revistas científicas de Economía de la Educación, se mide el impacto del programa mientras se estárealizando la intervención, y, también se analiza si dicho impacto es mayor cuanto mayor es el tiempo que el centro escolar ha participado en el mismo. Este impacto se mide además por medio de evaluaciones externas a los propios centros (las pruebas PISA), es decir, no influidas por la valoración de quienes están encargados de aplicar el programa, con información muy detallada sobre las características de alumnos y escuelas, y con una estrategia empírica muy avanzada en materia de evaluación de políticas educativas.

Los resultados obtenidos indican que este programa tuvo un considerable efecto positivo sobre todo porque se centró en los alumnos más desaventajados. Éstos lograron reducir la probabilidad de pertenencia a lo que podríamos llamar el vagón de cola de la clase en un 5% frente a alumnos similares a ellos pero que no participaron en el programa. Asimismo, estos alumnos vieron como su nota media en lectura aumentó en 12 puntos frente a los alumnos no participantes en el programa. Para poner en perspectiva este resultado hay que tener en cuenta que PISA valora en 40 puntos lo que un curso académico completo aporta a un alumno medio en estos exámenes, por lo que este programa de refuerzo estaría aportando a sus participantes en torno a un 30% de un curso académico adicional. Como cabría esperar, la magnitud de los efectos aumenta con el tiempo de participación en el programa. En aquellas escuelas que participaron en el programa durante al menos tres años consecutivos, la probabilidad de situarse en el grupo más desaventajado de la distribución se redujo en un 7,5% y las puntuaciones medias de lectura aumentaron en 16 puntos, lo que equivale a casi la mitad de un curso adicional.

La solución al fracaso educativo no es la repetición de curso. Es el refuerzo, durante el curso y en el verano

Este resultado puede considerarse como una ganancia muy notable sobre todo en regiones como Andalucía donde tenemos tasas de idoneidad a los 15 años del 64.8%, esto es, más de 35 de cada 100 alumnos a esa edad no están en el curso que les corresponde por haber repetido al menos un curso. La solución al fracaso educativo no es la repetición de curso. Es el refuerzo educativo tanto durante el curso escolar como durante el periodo estival y no podemos permitirnos rechazar iniciativas sin más por muy precipitadas que nos parezcan en su diseño. ¡Lo que hay que hacer es ayudar a diseñarlas bien! La comunidad educativa debe entender que el fin último y esencial que debe guiarla es conseguir el éxito en la adquisición de las competencias básicas de nuestros jóvenes para que se adapten al mundo que les espera. No podemos permitirnos más demoras. No podemos permitirnos más fracasos.

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